En este capítulo volvemos a ver a uno de los personajes que ya, de forma indirecta, aparecieron en la primera temporada: Napoleón Bonaparte. De nuevo, nos encontramos inmersos en la España de la Guerra de la Independencia o la Guerra del Francés.
¿Qué es la Guerra de la Independencia? Se trata de un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1808 y 1814 y que enfrentó a las potencias de la Monarquía Hispánica y el Imperio Francés de Napoleón I Bonaparte. Se trata, asimismo, de un conflicto que los historiadores insertan dentro de lo que se conoce como Guerras Napoleónicas; que no son sino la extensión de los conflictos que estallaron a causa de la Revolución Francesa (1789-1799) y que continuaron durante el Primer Imperio Francés (1804-1815) bajo el gobierno del anteriormente mencionado Napoleón I Bonaparte. Estos conflictos enfrentaron contra Francia a potencias como España, Portugal o el Reino Unido.
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Causas o antecedentes histórico
¿Por qué estalla la Guerra de la Independencia? Al final, el estallido de la guerra y la declaración armada a Francia fueron el cúmulo de una serie de causas o hechos que aquí vamos a intentar resumir.
El 5 de Mayo de 1808 se producían lo que se conocen como las Abdicaciones de Bayona; el actual rey de España, Fernando VII y su padre Carlos IV (rey hasta marzo de ese mismo año) abdicaban ambos en la figura de Napoleón I Bonaparte que, a su vez, cedía el gobierno de España a su hermano José I Bonaparte, conocido popularmente como Pepe Botella (de forma despectiva y en referencia a su supuesto alcoholismo) y que fue rey de España entre el 6 de Junio y de 1808 y el 11 de diciembre de 1813 cuando fue sucedido, de nuevo, por Fernando VII una vez terminada la guerra contra Francia.
España era un caos político en aquel momento, dividido en facciones que intrigaban por el poder; la facción de Carlos IV y la de Fernando VII y sumido en guerras que desgastaban la Hacienda de la corona a marchas forzadas. Carlos IV abdicó en la figura de su hijo, Fernando VII, tras el Motín de Aranjuez, que se produjo los días 18 y 19 de Marzo de 1808, pero la historia venía de lejos. Con la llegada al poder en Francia de Napoleón, España restituyó sus relaciones amistosas con el Emperador Francés y su Imperio, sumergido por entonces en una guerra contra los británicos. Para ello, Napoleón necesitaba la ayuda de España y, para ello, necesitaba que Carlos IV volviese a confiar su gobierno a Manuel Godoy, que llegó al poder de nuevo en el año 1800. En el año 1801 se firmaba, por obra de Godoy, el Convenio de Aranjuez, por el que España ponía a disposición de los franceses su escuadra e, irremediablemente, España volvía a entrar en guerra contra los ingleses. Además, España ese mismo año declaraba la guerra a los portugueses, que se habían aliado con los británicos, incluso antes de que lo hiciese Francia. Este conflicto se conoció como Guerra de las Naranjas, que duró poco menos de un mes y que finalizó con el Tratado de Badajoz, en el que España obligaba a los portugueses a cerrar sus puertos a los británicos y permitir el paso de los franceses. En el año 1805 se produjo la famosísima Batalla de Trafalgar, en la que la escuadra franco-española sucumbió estrepitosamente ante la Armada británica, para mayor desánimo de la población.
Había que bloquear como fuese a Inglaterra y llegar a esta ella, y para ello Francia y España – representada Manuel Godoy – firmaron el 27 de Octubre 1807 el Tratado de Fontainebleau en la ciudad francesa homónima. Por este acuerdo se estipulaba y la invasión conjunta de Portugal y España permitía el paso de las tropas francesas por territorio español y su acuartelamiento. Sin embargo, la presencia de tropas francesas se tornó desproporcionada en cuestión de muy poco tiempo, ocupando puntos como Barcelona, Figueras, Burgos, Salamanca o Pamplona y el descontento y la preocupación de la población española continuó en aumento ya que veían como una enrome amenaza y desgaste el acantonamiento de más de 65.000 soldados franceses en suelo español, que no terminaban de irse a Portugal, sino que permanecían en el país. A los que había no sólo que aguantar, sino alimentar.
El propio Godoy fue consciente de lo extraño y poco halagüeño de la situación y en marzo del 1808 recomendó a la familia real que se retirase a sus dominios en Aranjuez, como salvoconducto de una posible vía de huida a través de Sevilla y Cádiz hacia América, como hubiesen hecho ya los monarcas portugueses. No obstante, la población, cada vez más hastiada, terminó por rebelarse y se produjo lo que ha pasado a la historia como el Motín de Aranjuez que provocó, a la postre, la caída de Godoy, la abdicación de Carlos IV de Borbón y la subida al trono de Fernando VII de Borbón.
Pero a Fernando VII la ocasión se la pintaban calva también. El 23 de Marzo de 1808 las tropas napoleónicas entraban y ocupaban la ciudad de Madrid al mando del general Murat a quien Fernando VII recibió amistosamente creyendo que el cumplimiento del Tratado de Fontainebleau seguía en pie. No obstante, lo que Napoleón buscaba era que tanto Carlos IV como Fernando VII se reuniesen con él en la ciudad de Bayona, cometido que debía cumplir Murat quien esperaba, erróneamente, que el gobierno de España acabase en sus manos.
El 2 de Mayo abdicaba Carlos IV y la madrugada del 4 al 5 de Mayo lo hacía Fernando VII quien, inmediatamente, escribía a la Junta de Gobierno que había dejado en España para que declarasen la guerra a Napoleón y al Consejo de Castilla para que comenzase a organizar la misma.
En ese mismo instante comenzaban a llegar las noticias de una sublevación antifrancesa que se había producido el 2 de Mayo en Madrid, concretamente en Móstoles, y que pronto se extendería por todo el país. La Guerra de la Independencia Española había comenzado.
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Como ya sabemos, Napoleón I Bonaparte (1769- 1821) fue un militar y gobernante francés, general republicano durante la Revolución y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 de brumario que lo convirtió en primer cónsul (Premier Cónsul) de la República el 11 de noviembre de 1799; cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802 hasta su proclamación como emperador de los franceses (Empereur des Français) el 18 de mayo de 1804, siendo coronado el 2 de diciembre; proclamado Rey de Italia el 18 de marzo de 1805 y coronado el 26 de mayo, ostentó ambos títulos hasta el 11 de abril de 1814 y, nuevamente, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio de 1815.
Bien, esta es la biografía que de él podemos encontrar en Wikipedia y en cualquier manual de la historia del periodo. Lo que conocemos todos de su figura, vaya. Lo que a lo mejor no conocemos tanto es lo que apareció en el capítulo pasado, su turbulento matrimonio con Josefina, eso que tan afligido le contaba durante la cena de Navidad comiendo pollo con patatas a la «monjizada» Angustias.
María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie (1762-1814), de nacimiento criolla[1], fue vizcondesa de Beauharnais y la primera esposa de Napoleón Bonaparte, por lo que, mientras duró el matrimonio, fue emperatriz de Francia.
Al contrato que el de Napoleón, éste no era el primer matrimonio de Josefina; en 1780 se casó con Alejandro de Beauharnais y fue un matrimonio de todo, menos feliz. Con él tuvo dos hijos, en 1781dio a luz su primogénito, un varón que nombraron Eugène Rose y en 1783 a una niña que llamaron Hortense Eugénie Cécile.
Alejandro apenas estaba en casa con ella y se sabe que tuvo numerosas amantes. Para más inri, ayudado por una de ellas, acusó a Josefina de infidelidad por haber dado a luz de forma prematura a su segunda hija y en septiembre de 1783, al volver a París, Alejandro expulsó a su esposa de su casa y la envió, con los niños, a una abadía habitada por mujeres en situaciones matrimoniales similares a la de Josefina, donde fue repudiada.
Alejandro murió en la guillotina hacia 1794.
Tras enviudar, parece que Josefina tuvo diversos amantes, entre ellos figuras políticas muy importantes en la escena francesa del momento, como Paul François Jean Nicolas Barras, quien en esos momentos, era la persona más poderosa del Directorio que gobernaba Francia. Se dice que Barras la llamaba «la viciosa criolla» y no son pocos los historiadores que la han definido como una mujer lasciva amante de la fiesta. Sin embargo, no existen pruebas fehacientes de tal cosa.
¿Cómo se conocieron Napoleón y Josefina? La leyenda dice que se conocieron cuando el hijo primogénito de Josefina, Eugène, tuvo que entregar la espada de su difunto padre durante una redada en la que la Guardia Nacional decomisaba todo armamento en poder de civiles. Eugène y Josefina se dirigieron a poner una queja a la oficina del comandante en jefe de París, que en aquel momento no era otro que Napoleón. Éste dejó que el muchacho se quedase con la espada y, además, quedó impresionado y prendado de Josefina.
Sin embargo, como hemos dicho, esto es una leyenda. La realidad histórica nos dice que Napoleón y Josefina se debieron conocer allá por agosto o septiembre de 1795 en casa de madame Teresa Tallien, amiga de Josefina y fue el mismo Barras quien presentó a Josefina y Bonaparte. Ella tenía 6 años más que él.
Bonaparte pidió matrimonio a algunas mujeres de dinero, sin mucho éxito aparentemente, y a partir de noviembre o diciembre comenzó a cortejar a Josefina, un matrimonio que le convenía; una esposa francesa –como extranjero que era– le haría ganarse la confianza de los altos dirigentes del ejército francés y llegar al mando de éste. Tras casarse con Josefina, Napoleón quitó la letra u de su apellido italiano, Buonaparte.
Dicen que Napoleón se enamoró perdidamente, no así Josefina, que le llegó a decir a un amigo que «no le amaba» y que se sentía en «estado de indiferencia».
Se casaron en 1796 y tan sólo un par de días después Napoleón partió a Italia, donde lideraría el ejército francés. Su relación fue más epistolar que física; Bonaparte escribió numerosísimas cartas románticas y apasionadas a su esposa, que aparentemente jamás le contestó o, si lo hizo, fue en contadísimas ocasiones. Tal vez porque, cuando se escribía cartas con su primer marido, éste se reía de ella por sus faltas de ortografía.
Para responder cartas no sabemos si tuvo tiempo, pero para lo que sí los tuvo fue para coleccionar numerosos amantes en las largas ausencias de su marido. Los rumores de infidelidades llegaron al propio Napoleón desde muchos flancos distintos, incluidos sus amigos y hermanos. En una de sus vueltas a casa, llegó a expulsar del hogar a Josefina, pero perdidamente enamorado como estaba de ella, la perdonó y la acogió de nuevo. Se dice que, habiéndoselas visto en la calle, Josefina no volvió a serle infiel.
No obstante, el que comenzó entonces a tenerlas fue Napoleón, algunas incluso damas de compaña de su esposa, llegando a tener descendencia con alguna.
En 1810, aduciendo como motivo que no le era posible engendrar un heredero, napoleón se divorció de Josefina y ésta se retiró al Castillo de Malmaison, que era de su propiedad. Josefina murió en 1814, elogiada por los franceses, quienes la llamaban l’bonne Josephine (Josefina, la buena).
[1] Criollo es un americanismo que se empleó desde la época de la colonización de América aplicándolo a los nacidos en el continente americano, pero con un origen europeo. A diferencia del indígena, el criollo (del portugués crioulo, y éste de criar) era un habitante nacido en América de padres europeos (usualmente españoles), o descendiente solamente de ellos.
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Su antecesor: El palacio “pelea de Benimerín”
En su origen, el monasterio fue un palacio mudéjar edificado por Alfonso XI, a su vez sobre otro edificio árabe anterior. El motivo, conmemorar una de sus victorias más importantes junto a las fuerzas portuguesas: la de la batalla del Salado el 30 de Octubre de 1340. En ella, a orillas del río de ese nombre, vencieron a uno de los últimos reinos musulmanes que quedaban tras la retirada de los almohades. El Imperio Meriní dominó el extremo occidental del norte de África entre los siglos XIII y XV y sus miembros, los Banu Marin (benimerines en su forma castellanizada) trataron de conquistar ciertas partes de Andalucía. Dicha batalla, en lo que hoy es la provincia de Cádiz, fue una de las últimas de la Reconquista y tuvo un gran impacto psicológico en ambos bandos, e incluso le otorgó al rey Alfonso IV de Portugal, suegro de Alfonso XI de Castilla, el apodo por el que pasaría a la historia: “el Bravo”.
Una de las muchas muestras de euforia por la victoria fue la construcción de este palacio en Tordesillas alrededor de ese mismo año, sufragado con el propio botín de la batalla. Sirvió en esas fechas de residencia para su amante, Leonor de Guzmán. Curiosamente, su amorío con ella había sido una de las principales disputas entre Alfonso XI y su suegro, y uno de los obstáculos que tuvieron que superar para unir fuerzas y vencer en dicha batalla.
De palacio a monasterio
Para entender los motivos por los que se decide que este palacio se convierta en monasterio y, más concretamente, de las monjas clarisas, debemos aludir una vez más a los líos de faldas, pero de la siguiente generación real. Pedro I, hijo legítimo de Alfonso XI con María de Portugal, fue el último de la Casa Borgoña en reinar en Castilla antes de ser asesinado por su hermano bastardo Enrique de Trastámara. Era apodado “el Cruel” por sus detractores y “el Justo” por sus partidarios, pero al margen de la convulsión política de su reinado, la relación con la historia del monasterio viene desde el ámbito personal. María de Padilla fue su amante desde antes de contraer su primer matrimonio, y el gran amor de su vida. Por motivos de estado se vio obligado a casarse primero con Blanca de Borbón, y más tarde con Juana de Castro. A ambas las abandonó, volviendo siempre al lado de María de Padilla.
Fue en el intervalo de este segundo matrimonio, y ya con dos hijas del rey, cuando María pidió al Papa la licencia para fundar un monasterio de monjas clarisas y hacer penitencia en él. De esta forma se fundó el Real Monasterio de Santa Clara en 1353, pero en la localidad de Astudillo. Su primera abadesa fue la tía de María, pero ella misma no llegó a hacer vida monástica puesto que Pedro I volvió con ella.
Si queréis saber el final de la historia de Pedro y María, continuaron juntos hasta la muerte de ella, y después el rey consiguió que declarasen nulos sus otros dos matrimonios y la nombrasen reina, así como heredero al único hijo varón que ambos habían tenido, en vez de al que tuvo con Juana de Castro.
Pero volviendo al Monasterio de Tordesillas, Pedro I lo arregló en 1363, dos años después de la muerte de María, y se lo cedió a sus hijas Isabel y Constanza, de las cuales la primera fue la única que realmente tomó el hábito.
En su historia recibió donaciones y privilegios reales, así como algunos huéspedes ilustres. Cabe destacar aquí a una famosa invitada que no fue tal, que es Juana I de Castilla, más conocida como “la Loca”. Pese a la confusión que hay sobre si su prisión fue o no el Monasterio de Santa Clara, todo indica que no. Donde estuvo recluida fue en un palacio hoy desaparecido, ubicado muy próximo a las clarisas. Así que, sin duda, el huésped más llamativo fue Napoleón aquella Navidad de 1808, del que podemos encontrar las huellas de su estancia tanto en los Libros de Actas del Ayuntamiento de Tordesillas, que mandó revisar, como en el archivo del Real Patronato de Santa Clara.
El edificio del monasterio: arte mudéjar
Como hemos comentado al principio, el palacio se construyó siguiendo el estilo mudéjar. ¿Qué es y de dónde procede? La respuesta sencilla sería decir que es el estilo artístico surgido en la Península fruto de la suma de las influencias musulmana y cristiana, y en el que también juegan un papel destacado los elementos o materiales locales. Si profundizamos nos encontramos, como en casi todo, con distintos debates sobre el término “mudéjar” en sí mismo, las connotaciones socio-políticas que implica, el hecho de que englobe una gran diversidad, etc.
Concentrándonos en el monasterio, se trata de un edificio de ladrillo visto en el que se mezclan elementos de diferentes estilos que abarcan desde el siglo XIII al XVIII. Tiene distintos lugares a resaltar artísticamente, siendo la estrella la Capilla Dorada. Se trata de una cúpula semiesférica de dieciséis lados decorada con lacería, cuyo nombre alude a la desaparecida decoración original de azulejo. Otros sitios de interés son el Patio Árabe, con arcos lobulados y de herradura decorados con motivos vegetales, o la fachada y vestíbulo del antiguo palacio. En la iglesia encontramos un valioso retablo en forma de tríptico. Y como curiosidad, un órgano que parece haber pertenecido a Juana I de Castilla; otro elemento que aumenta la confusión sobre su residencia.
¿Quién fue Santa Clara?
Santa Clara (1194-1253) perteneció a una prestigiosa familia aristocrática de Asís. Su propia madre era muy devota; se decía que Dios le había anunciado que pariría una luz que iluminaría al mundo entero y es por ello que la llamó Clara. Ésta siempre dejó clara, valga la redundancia, su vocación religiosa y se opuso al matrimonio que sus padres le habían concertado con otro noble.
A la vez, Francisco de Asís había sabido de ella y su afamada virtud a través de dos de sus seguidores, parientes de Clara, y se propuso convertirse en su guía espiritual. La ayudó a huir de su casa hacia la pequeña capilla de Porciúncula. Allí le cortó el pelo y Clara tomó las vestiduras de los frailes, uniéndose a la Orden de los Hermanos Menores. Posteriormente la trasladaron al convento de las Benedictinas de San Pablo, donde la fue a buscar su familia. Sin embargo, ella se negó y nuevamente se trasladó a San Ángel de Panzo a hacer vida penitente. Es en esta iglesia donde se le unió su hermana carnal Inés. Posteriormente, también su otra hermana Beatriz y su madre se sumaron a la vida religiosa.
Gracias a Francisco se les cedió la iglesia de San Damián y una casa anexa, en la que residió hasta su muerte. El estilo de vida marcadamente austero y sacrificado, pero sin embargo alegre que Clara y sus hermanas llevaban allí se convirtió en un movimiento que atrajo a más devotas, a las que se les pedía como requisito para entrar que repartieran sus bienes entre los pobres. La norma que tenían una vez dentro era no poder recibir ninguna donación.
Sobre ella circularon distintas historias, algunas de carácter milagroso como la de cuando el Papa la instó a bendecir los panes y al hacerlo apareció en ellos la cruz. Desde su misma muerte, el 11 de agosto de 1253, los fieles quisieron proclamarla Santa. Sin embargo, su canonización se produjo dos años después por parte del Papa Alejandro IV.
¿De qué vivían las hermanas clarisas? La fama de los dulces de Santa Clara.
A pesar de que Santa Clara había conseguido del papa un “privilegio de pobreza” para que nadie pudiera obligarlas a aceptar posesiones o privilegio alguno. Tras su muerte, esto dejó de tener vigencia y se redactaron unas nuevas normas menos estrictas.
Su ocupación y medio de vida es la mendicidad, la oración y el trabajo manual. Este último principalmente era el bordado y la repostería, en la que con el tiempo adquirieron un gran prestigio. Esto es debido a que las antiguas recetas han podido conservarse en manos de la orden de generación en generación y a la elaboración de los dulces de forma totalmente natural y artesanal. En este ámbito, actualmente, incluso existen concursos de Dulces de Cuaresma a los que se presentan los monasterios y en los que las clarisas suelen tener bastante éxito. Muchos habréis escuchado lo de “llevarle huevos a Santa Clara” cuando una pareja se va a casar y no quiere que llueva el día del enlace. El origen de esto se remonta, precisamente, a aportar el ingrediente principal de su receta a cambio de que ellas rezaran para que no lloviera.
A todos nos encantó ver a Angustias cantando “Dominoooooo”, y posiblemente nos suene la tonadilla por ser actualmente un conocido villancico. ¿Pero de verdad se cantaba ya entonces? Pues sí. El “Adeste Fideles” se popularizó como himno navideño en el oeste de Europa desde finales del siglo XVIII. Más dudoso es el tema de su composición. Oficialmente se adjudica a John Francis Wade, aunque hay fuentes que se lo atribuyen a John Reading, organista de la Catedral de Westminster en el siglo XVII, o incluso más antiguo: al rey portugués Juan IV, llamado “el Rey Músico”. Hay una cosa que sí es segura, y es que, como curiosidad, encaja perfectamente con el ritmo de “We’re not gonna take it” de Twisted Sister.
En este capítulo hay un personaje que sobrevuela de principio a fin pero que en ningún momento aparece, se trata de Adolfo Suárez González, razón por la cual desde el Ministerio del Tiempo envían un equipo para preservar y garantizar su existencia. Por ello, en este apartado solo queremos introduciros quién fue y que supuso tanto para la historia como para el devenir de la política española, aunque no entraremos en las últimas tesis acerca de la transición española.
Nacido en Cebreros el 25 de septiembre de 1932, aunque su lugar de residencia fue Ávila. Hijo de una familia conservadora y el mayor de cinco hermanos, nunca fue un estudiante aplicado aunque finalmente consiguió licenciarse en derecho por la Universidad de Salamanca. Al poco de conseguir su primer trabajo en la Beneficencia de Ávila entró en contacto con Fernando Herrero Tejedor, falangista, gobernador civil y jefe del Movimiento Nacional en Ávila, convirtiéndose en su tutor político tras la huida de su padre.
Tras doctorarse en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, empezó a ocupar ciertos puestos empezando en 1958 por la Secretaría General del Movimiento. En 1975 pasó a ser vicesecretario de la misma institución mientras que Herrero Tejedor era el secretario, aunque tras su muerte, en julio pasa a ocupar la presidencia de la Unión del Pueblo Español, grupo político que con el tiempo pasaría a formar parte de Alianza Popular. Finalmente, tras la muerte de Francisco Franco a finales de año fue nombrado ministro- secretario del Movimiento Nacional en el primer gabinete de Arias Navarro.
Tras la muerte de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975, el consejo de Regencia liderado por Arias Navarro asume la jefatura de Gobierno y tras la proclamación de Juan Carlos I de Borbón es ratificado, aunque poco después le exige la dimisión para poder formar un nuevo gobierno en julio de 1976. Para la formación del nuevo gobierno, se consiguió que Adolfo Suárez, “candidato del rey”, fuera incluido entre los tres candidatos a liderar la jefatura. Fue elegido, y causo gran desconcierto debido a que era un hombre relativamente desconocido y se rodeó de políticos jóvenes, desconocido e “inexpertos”. En tal contexto, Suárez inició su programa político en el que incluía la legalización de los partidos políticos en febrero de 1977, el 8 abril también se legalizó al PC, y el 15 de abril se convocan nuevas elecciones.
En estas primeras elecciones de la democracia Suárez se presentó junto a un nuevo partido político llamado Unión de Centro Democrático que consiguió aglutinar falangista, conservadores socialdemócratas o democratacristianos. Finalmente, ganaría dichas elecciones por mayoría simple e iniciaría un proyecto constituyente que perduraría hasta la aprobación de la Constitución en 1978 y la celebración de nuevas elecciones al año siguiente.
Tras ganar estas últimas elecciones UCD empezará a resquebrajarse, y sumado a las crisis que provocaron las amenazas terroristas, los intentos de atentado contra Suárez o el intento de golpe de estado de Tejero el 23 de febrero de 1981, Adolfo Suárez se retira de la vida política siendo sustituido por Leopoldo calvo Sotelo, dándose el intento de golpe de estado durante su sesión de investidura.
Tras el abandono de UCD, decidió formar un nuevo partido junto algunos miembros de UCD, se trata de Centro Democrático y Social, partido con el que se presentó a las elecciones generales de 1982, siendo elegido por Madrid y revalidando su puesto en las elecciones de 1986 y 1989 hasta que en 1991 abandona la política de manera definitiva.
La figura de Adolfo Suárez, ha sido en repetidas ocasiones gran centro de debate acerca de qué lo que sucedió durante la transición y si de verdad fue todo como nos hicieron creer, pero lo que me parece innegable es que Suárez tuvo un papel vital para la llegada y la consolidación de la democracia tras la muerte de Franco.
Para terminar, en este capítulo hay un momento en que Rodolfo Suárez dice “Puedo prometer y prometo […]”, deciros que esta frase como muchos sabréis no es baladí, fue pronunciada por Adolfo Suárez en la antevíspera de las elecciones de 1977 pasando a la historia política. Os dejamos un vídeo del original a continuación:
BIBLIOGRAFÍA
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El motín del 2 de mayo no empezó en Móstoles. Fue algo exclusivo de Madrid, y el bando de los alcaldes de Móstoles sólo fue el eco de este estallido popular. Os dejo info:
https://es.wikipedia.org/wiki/Bando_de_los_alcaldes_de_M%C3%B3stoles
https://www.youtube.com/watch?v=Buo9rl6xDfQ
http://www.vocesdepradillo.org/contentverdadero-significado-bando-alcaldes-mostoles
http://www.academia.edu/633738/El_bando_de_los_alcaldes_de_M%C3%B3stoles_del_Dos_de_Mayo_de_1808_y_su_influencia_en_el_comienzo_de_la_Guerra_de_la_Independencia