Una semana más, aquí estamos el equipo de Historia 2.0 dispuestos a analizar históricamente el capítulo de la semana y así poder contaros con más detalle alguna de las escenas que tuvieron lugar en el capítulo. ¿Y de qué vamos a hablar? De Velázquez y la Cruz de Santiago, de Himmler y el Santo Grial, de la Entrevista de Hendaya, de Ambrosio Spínola, La Guerra de los Ochenta Años y la Rendición de Breda de Velázquez o de los maquis. Sí, de todo eso vais a poder leer en las siguientes líneas, así que sin más dilación, comenzamos.
Podéis ver el capítulo pinchando aquí.
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Efectivamente, tal y como aparece en el capítulo a modo de hilo conductor y tema principal, en el año 1940 el por entonces dictador Francisco Franco se entrevistó con el Führer[1] alemán, Adolf Hitler. ¿El motivo de la visita? Fijar los acuerdos y los términos para la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial.
Comencemos por el principio.
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¿Por qué se reunieron Franco y Hitler?
El 1 de septiembre del año 1939 estallaba la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que duraría hasta el 2 de septiembre del año 1945 y que enfrentaba a dos bandos oponentes; los ejércitos Aliados (compuestos por Francia, Polonia, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte más la Commonwealth, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Luxemburho, Países bajos, Reino de Grecia, Reino de Yugoslavia y la URSS) y los ejércitos de las Potencias del Eje (Alemania, el Reino de Italia y el Imperio de Japón). El comienzo del conflicto se suele situar el día 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana de Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un gran imperio en Europa, que produjo la inmediata declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio británico y la Commonwealth al Tercer Reich.
Desde el inicio de la guerra Alemania presionó a España para que se posicionase del lado de las Potencias del Eje, por afinidades ideológicas y bajo el lema de que el verdadero enemigo eran el comunismo y la URSS. Sin embargo, la situación de España no era por aquel entonces la mejor y es que sólo unos meses antes, el 1 de abril del 1939, se ponía punto y final a la Guerra Civil, dejando atrás un país sumido en la pobreza, la miseria y la ruina y daba comienzo así la dictadura de Francisco Franco.
Como es lógico, para enfrascarse en otro conflicto – esta vez a nivel mundial – Franco y sus asesores tenían algunos reparos y algunas peticiones; el dictador temía que entrar en la guerra provocase la reactivación guerrillera del bando republicano y que pudiese contar, de rebote, con el apoyo de las Potencias Aliadas y sus peticiones no eran nada desdeñables. En septiembre del año 1940 Ramón Serrano Súñer[2] viajaba a Berlín para ultimar el proceso de entrada de España en la Segunda Guerra Mundial. ¿El resultado? Nada esperanzador para ninguno de los dos bandos. Wilhelm Canaris, almirante de la marina Imperial alemana, calificaba la petición de España de oportunista y de no poder ofrecer nada a cambio porque, en primer lugar, la situación de España era deplorable y, en segundo lugar, España no pensaba entrar en guerra hasta que el Reino Unido estuviese fuera de juego.
Franco y sus asesores creían que España tenía mucho que ofrecer a Alemania, que incluso estaban a su altura, pero lo cierto es que Alemania no pensaba lo mismo ni por asomo.
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¿Qué le pedía Franco a Hitler?
La visita de Súñer fue un fracaso, pero aun así le valió ser nombrado el 16 de octubre de 1940 Ministro de Asuntos Exteriores y se preparaba una entrevista personal entre los líderes de los dos países.El 20 de octubre Heinrich Himmler[3] viajaba a España para supervisar las medidas de seguridad para la visita de Hitler (y, de paso, se pasaba por Montserrat a ver si encontraba el Santo Grial).
La reunión tenía lugar el día 23 de octubre del año 1940 en la estación de trenes francesa de la localidad de Hendaya, entre España – representada por Franco y su Ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer – y Alemania – representada por Adolf Hitler y su también Ministro de Asuntos Exteriores Joachim von Ribbentrop –. El tren de Hitler, llamado Erika, llegaba a Hendaya procedente de París a las 15:20h, por su parte, Franco llegaba desde San Sebastián y lo hacía con ocho minutos de retraso. Fueron presentados por el barón Eberhard von Stohrer, el embajador en España del régimen nazi. La entrevista tuvo lugar en el coche salón del tren y asistieron, además de Franco y Hitler, von Ribbentrop, Ramón García Súñer más los intérpretes de cada partes; Gross y Álvarez de Estrada. La reunión terminó a las 18:05 tal y como había comenzado, prácticamente sin acuerdo.
La larga lista de reclamaciones de Franco hicieron que Hitler mencionara posteriormente a Mussolini que «antes que repetir la entrevista de nuevo, prefería que me sacaran tres o cuatro muelas«.
Parece que buenas migas, lo que se dice buenas migas, no hicieron.
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Los resultados de la entrevista.
Fueron prácticamente nulos. Hitler y los alemanes, como hemos mencionado, veían desorbitadas las pretensiones de Franco – quien creía que se reunía de igual a igual como gran potencia, cosa que España no era en aquel momento – y las negociaciones no prosperaron.
Se firmó un Tratado secreto tras la reunión en el que Franco se comprometía a entrar en la guerra en una fecha en la que estimase oportuna y por su parte Hitler garantizaba la cesión de algunos territorios en África, sin especificar. O lo que es lo mismo, aire y humo.
Finalmente, y excepto por la División Azul (enviada a luchar bajo mando alemán en julio de 1941) España no entró en la guerra, sin embargo, el territorio peninsular se convirtió en una base abierta para el abastecimiento y reposo de las fuerzas nazis y fascistas.
El 12 de febrero del año 1941 Franco se reunía esta vez con Benito Mussolini, Duce de la República Social Italiana, para ver si España entraba en el conflicto. No obstante, la reunión transcurrió por los mismos derroteros que la de Hendaya; “el duce se sorprendió de la mediocridad y de la petulancia de Franco” y no presionó a éste para que entrase en la guerra ya que tampoco tenía gran cosa que obtener a cambio.
[1] Palabra alemana que significa «jefe, líder» (Der Führer, el líder, guía o conductor). En contraposición a la creencia popular, no es sinónimo de «dictador» y se usa comúnmente en Alemania para referirse a líderes de cualquier tipo en cualquier área. Su significado en el caso de Adolf Hitler es el de Guía del Pueblo Alemán espiritual, política y militarmente.
[2] (1901-2003), político y abogado español, seis veces ministros durante los primeros gobiernos de Franco entre los años 1938 y 1942, siendo ministro de Interior, de Gobernación y de Asuntos Exteriores. Presidente de la Junta Política de la Falange Española Tradicionalista de las Jons, fundador de la Organización No Gubernamental ONCE (1938), de la Agencia Efe (1939) y de Radio Intercontinental (1950). Apodado “El Cuñadísimo” por ser cuñado de Carmen Polo, la esposa de Franco.
[3] Comandante en Jefe de las SS, Ministro de Interior y principal instigador de la política racial, la pureza aria y la eugenesia estatal.
BIBLIOGRAFÍA.
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Por Irene Godino.
Aunque pensar en nazis buscando cálices sagrados en Barcelona pueda parecer algo digno de una película de aventuras a lo Indiana Jones con cierto toque ibérico, las visitas que Himmler (el reichführer) hizo al monasterio situado en la comarca catalana del Bages y a otros lugares de la geografía española, como veremos después, fueron hechos totalmente verídicos.
Como suelo hacer, para entender el contexto y los hechos que desembocaron en tal acontecimiento voy a comenzar, como es lógico, por el principio.
Nos situamos por lo tanto en un momento de la Historia donde vemos a un niño, Adolf Hitler, que vivió una infancia rodeada de símbolos religiosos y mágicos. Ya en su juventud se sintió a traído por las narraciones de las viejas leyendas alemanas, convirtiéndose en voraz lector de las publicaciones esotéricas más famosas del momento[1].
Demostró una gran fidelidad a la lectura, devorando todo cuanto caía en sus manos, con especial preferencia hacia textos filosóficos, políticos y esotéricos. No se cansaba de releer obras como la de los escritores Karl May o Gustav Schwab que representaban el legendario mundo de la antigua historia alemana, y fue un gran aficionado a las óperas del compositor alemán Richard Wagner, cuyo universo musical estaba totalmente asociado a antiguas leyendas nórdicas sobre el Santo Grial y otros temas mitológicos, escandinavos o germánicos, como el anillo de los Nibelungos.
En su cabeza empezaron desde joven a rondar de forma irracional héroes, objetos con poderes sobrenaturales, ayudas divinas y seres fantásticos, hasta que se terminó forjando no sólo el carácter de alguien que llegó a considerarse el salvador de su patria y un elegido de los dioses, sino también el ideario nazi donde se mezclarían la política con las creencias religiosas.
De hecho, acabó interesándose tanto por el ocultismo y el esoterismo que intentó aumentar sus capacidades para aprovecharlas en beneficio mutuo.
Ya que Hitler era un gran lector, se sabe también que visitaba con asiduidad la biblioteca imperial del antiguo palacio Hofburg, pero sobre todo, visitaba continuamente una vieja librería especializada en ocultismo situada en la parte antigua de Viena donde su librero, Ernst Pretzche, guardaba literatura antisemita, cartas y símbolos astrológicos y reproducciones de alquimistas en plena investigación. Pretzche estaba relacionado con grupos que llevaban a cabo prácticas de magia negra y fue quien acabó suministrando al futuro líder del partido nazi drogas -en concreto, peyote- para que pudiera obtener el don de la visión que Hitler deseaba obtener.
Todas estas experiencias e ideas le llevaron a ser instruido por una serie de oscuros personajes procedentes de sociedades secretas ocultistas alemanas que le ayudaron a crear un partido, el NSDAP, en el que el componente esotérico se convirtió en una pieza fundamental del ideario nazi.
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¿Cuáles fueron esas sociedades secretas esotéricas y ocultistas?
La primera de ellas fue la sociedad esotérica Thule[2] – Thule-Gesellschaft -. Dietrich Eckart fue un escritor y dramaturgo antisemita considerado como uno de los primeros mentores esotéricos de Hitler, al que conoció en 1920 en el NSDAP –Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei-. Eckart pertenecía al grupo, una sociedad que contaba entre sus dirigentes con personas de la burguesía media-alta así como trabajadores liberales y que estaban consagrados a las tesis pangermánicas más extremas que afirmaban la idea de la superioridad racial de los germanos. El dramaturgo sería quien, en 1922, invitase a Hitler a entrar en la Sociedad.
“Así como volvéis a estar entre nosotros, lo que estáis haciendo es regresar a vuestra comunidad. Reencontráis Thule. Con nosotros alcanzáis el imperio invisible y eterno de nuestros antepasados del Norte.” Palabras rituales del gran maestre de Thule en la ceremonia de admisión.
No es casualidad que muchos de los que dirigirían tiempo después el III Reich estuvieran entre las filas de adeptos de esta logia: Alfred Rosenberg (filósofo del nazismo), Rudolf Hess (número dos del régimen nazi) y por supuesto, Heinrich Himmler, aunque en un círculo dentro de la logia distinto al de Hitler (el Führer se encontraba en aquel círculo secreto de iniciados del Grial).
Himmler [3] era el más fanático creyente de las ciencias ocultas y se dice que siempre le acompañaban dos libros, el Bhágavad-Gitá y el Parzival de Eschenbach. Una vez en el poder, se hizo con la dirección de las terribles SS -un cuerpo de élite con los que formaría una auténtica Orden Negra que seguiría los preceptos del antiguo paganismo germano y los dogmas de fe del nazismo como creencia religiosa.
Sería Himmler quien en 1935 presidiera y dirigiera otra de estas sociedades, la Deutsches Ahnenerbe – Sociedad para la investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana, o Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte -. En la cúspide de las SS podemos encontrar a miembros de la Ahnenerbe que habían pertenecido en su mayoría al grupo Thule.
Unos párrafos antes comenté los círculos a los que pertenecían el Führer o Himmler. Bien, dentro de las SS existían varios de ellos y uno en concreto estaba formado por los «elegidos». Éstos fueron doce miembros de las SS sentados en torno a Himmler, como si fuesen los doce caballeros de la mesa redonda artúrica – recordad la influenzia de Parzival en personajes como Himmler e incluso Hitler -, en una de las estancias del castillo medieval Wewelsburg, en Westfalia. El Camelot nazi. Un edificio que querían que se convirtiera en el centro de la religión nazi y en cuya restauración murieron dos mil esclavos.
El propio Himmler habitaba en las dependencias del ala sur y guardaba una biblioteca de unas doce mil obras de temática ocultista. Bajo los muros del castillo, en la cripta, se encontraba la sala de los muertos, un recinto abovedado y circular, como podéis observar en la fotografía superior, y en cuyo centro se erigía una pira para quemar los cuerpos de aquellos seleccionados como «elegidos» y albergar así sus cenizas en cada uno de los doce habitáculos preparados para ello.
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Pero, ¿por qué hablo de este castillo? ¿Qué relación guarda con la búsqueda del Grial en España?
En este recinto se hallaban estancias vacías en donde los miembros de la Ahnenerbe deberían ir colocando los objetos de culto y poder sagrado – lo que llamarían Tesoro Espiritual de la Orden Negra- que fuesen encontrando en sus expediciones: el Santo Grial -que les otorgaría un poder que les haría invencibles para dominar el mundo-, el Arca de la Alianza, la Santa lanza de Longinos, las calaveras de la Diosa de la Muerte -calaveras de cristal halladas en Centroamérica-, el Bastón de Mando -o martillo de Wotan- y la Piedra del Destino formaban parte del repertorio codiciado.
Y aquí entra en escena Otto Rhan, especialista en Filología e Historia Medieval que en 1931 empezó a investigar el tema cátaro – su tesis versó sobre la herejía cátaro-albigense[4] y el poema de Parzival-. Terminó realizando las investigaciones más serias sobre el Grial para las SS.
El trabajo de Rhan no pasó desapercibido y conoció a los dirigentes más importantes del nazismo, entre ellos, a Himmler. De esta forma, Otto Rhan entra en las SS para trabajar en el departamento de ocultismo de la Ahnenerbe.
La investigación efectuada por este especialista llevaría a Himmler a la basílica de Montserrat, en Barcelona.
La montaña de Montserrat se encuentra a pocos kilómetros de Montségur y está históricamente relacionada con el mito artúrico del Santo Grial[5].
Himmler llegaría pues a Barcelona la mañana del 23 de octubre de 1940, acompañado por oficiales de las SS y por el general Karl Wolf -jefe de Otto Rhan-.
Se encargó al padre Ripol darles la bienvenida debido a que era el único que hablaba alemán y porque el resto de los abades conocían la actitud nazi contraria al catolicismo. Parece ser que cuando se dirigían hacia el interior de la basílica, Himmler se negó rotundamente a visitarla, manifestando que sólo estaba interesado en el mundo existente bajo la montaña.
Quizá su interés se debía a que es cierto que la montaña de Montserrat está plagada de innumerables cuevas y simas y asentada sobre un lago subterráneo. Hoy también se cuenta que incluso cuando se produce alguna avería en el monasterio, los encargados contratados a tal efecto, bajan con los ojos vendados a las cámaras subterráneas, cerradas no sólo al turista general sino también a la mayoría de los monjes. Habría que confirmar esta historia.
Sin embargo, Himmler tampoco pudo llegar a su objetivo. Himmler se alojó en el Ritz de Barcelona y allí le robaron un maletín donde supuestamente guardaba los planos de los conductos subterráneos de la montaña de Montserrat. Parece ser que el servicio secreto inglés, que entonces tenía bastante presencia en Barcelona, contó con la ayuda de un camarero para hacerse con el maletín. ¿Vais situando lugares y personajes de la serie?
Himmler se impacientó y decidió entonces enviar a Otto Skorzeny -coronel de las SS que consiguó rescatar con tan solo ocho hombres a Mussolini, prisionero de las fuersas aliadas-. Debió pensar que si alguien tan valeroso y eficiente no lo conseguía, no podría hacerlo nadie. Éste, aplicó su lógica militar y volvió a Montségur [ver notas a pie de página] para trazar en línea recta la que debió haber sido la ruta de escapada de los cuatro cátaros. A varios kilómetros de allí, en una gruta cercana a la montaña de Tabor, hallaron supuestamente el botín que estaría compuesto por miles de monedas de oro de la época romana y posterior, así como multitud de reliquias sagradas que podrían proceder posiblemente del tesoro de Salomón.
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Pero entonces, ¿encontraron o no los nazis el Santo Grial?
Jean Michel Angebert nos cuenta que el 16 de marzo de 1944 un grupo de franceses fue a recordar los setecientos años de la caída de los cátaros de Montségur y, una vez dentro del castillo -que estaba custodiado por soldados nazis- pudieron observar cómo un avión alemán sobrevolaba el lugar, dibujando en el cielo una gigantesca cruz celta -emblema utilizado por los heréticos cátaros-, justo el mismo día que Skorzeny ponía rumbo de vuelta a Alemania tras haber encontrado algo en Tabor.
Al final del artículo se encuentra otra de las historias que aseguran que el Grial pudo haber sido encontrado por los nazis y cómo éstos lo custodiaron en otras montañas donde suceden extrañas situaciones, al más puro estilo de Cuarto Milenio.
Pero los nazis no sólo visitaron Barcelona y Montserrat. Según el investigador José Antonio Solís, Wilhem Canaris – jefe del Abwehr, servicio secreto nazi; espías- visitó un par de veces el Museo Arqueológico Nacional de Madrid -fueron acompañados por agentes del antiguo SIM o Servicio de Inteligencia Militar español-, donde se interesó por algunas piezas concretas egipcias traídas en 1871 en la fragata española Arapiles. Las piezas desaparecieron del museo y curiosamente, poco tiempo más tarde, se comenzaron las excavaciones en el norte de Egipto en busca del Arca de la Alianza.
También visitarían El Escorial, ya que Felipe II llegó a guardar más de 7420 reliquias en sus dependencias -recogidas de Flandes, Alemania, Italia Dinamarca y Portugal-, y Toledo para conocer el verdadero nombre de Dios de manos de los judíos y la pista de la mesa de Salomón.
Aquí en España, Franco también se interesó por las reliquias, sabiendo que podría utilizarlas como elementos de control, por lo que ordenó rastrear la Península en su búsqueda. De esta forma, el arzobispo de Valencia pudo contarle al Generalísimo otra historia del Grial, aquella que asegura que se guarda en la catedral de la ciudad porque habría llegado hasta allí tras haber pasado por el monasterio de San Juan de la Peña (Jaca, Huesca, Aragón), huyendo de las invasiones árabes y napoleónicas y pasando por Zaragoza y Montserrat. Punto de conexión entre distintas historias.
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¿Y besó Himmler la imagen de la Moreneta?
Se cuenta que efectivamente se negó, aunque no podría afirmar que fue, como muestra la serie, por ser precisamente moreneta, negra. He de decir que tampoco he encontrado datos fiables acerca de este momento.
También se narra que Himmler, visitando el museo del monasterio, vio los restos de un hombre íbero de grandes dimensiones. Cuando el padre Ripol se lo explicó de esta forma, Himmler se enojó y dijo que «los íberos eran oriundos del norte de Europa».
[1] Ostara, Briefbücherei der Blonden und Mannesrechtler (Ostara, nombre de la Pascua germánica procedente de una antigua divinidad indogermánica): Revista esotérica y racista que comenzó a publicarse en 1905 de la mano de Joris Lanz, un benedictino renegado y atraído por los movimientos sectarios del cristianismo (agnósticos, cátaros, templarios y rosacruces). Durante dos décadas sería el panfleto publicitario de las teorías nacionalistas y ocultistas de las que se nutriría el primitivo nazismo. En ella, Lanz presenta el Grial como una especie de acumulador de energías de las que la raza aria (indoeuropeos venidos del este, fundadores del pueblo alemán) extrae su poder y su legitimidad superior frente al resto de razas, en tanto que los arios son “hijos de los dioses” y por ello, reciben el cáliz para conservar sus facultades superiores. La publicación era tan extremista que Lanz, en su libro Teozoología, defendía una necesaria esterilización de los enfermos y las raza inferiores y glorificaba a su vez la raza aira entendiéndola como «hombres-dioses».
Se defendió tanto la pureza de sangre y raza durante el nazismo que, el 12 de diciembre de 1935, Himmler pondría en marcha el proyecto Lebersborne (fuente de vida en alemán) a través del cual se seleccionaban hombres y mujeres arios por criterio genético (eugenesia) para la cría selectiva de nuevos y perfectos alemanes.
[2] Thule, en la mitología alemana era un paraíso perdido en el norte del océano Atlántico. Los ocultistas alemanes creían que en la Antigüedad existieron allí superhombres dotados de poderes increíbles y que Alemania debía recuperar la grandeza perdida desde entonces y sobre todo, desde la I Guerra Mundial (28 de julio de 1914 – 11 de noviembre de 1918). Como sociedad ocultista, originalmente fue denominada Grupo de Estudio de la Antigüedad Alemana (Studiengruppe für germanisches Altertum). Esta sociedad era la sucursal en Munich de las Germanenorden Walvater del Santo Grial (una escisión de la ONT, la orden de los germanos) y tuvo vínculos con la Golden Dawn (Aurora Dorada) del Reino Unido y con el mago negro Aleister Crowley que, antes de la I Guerra, había ingresado en la OTO (Ordo Templi Orientis), grupo ocultista alemán con sede en Berlín y liderado por Theodor Reuss el cual, afirmaba tener la llave de todos los secretos masónicos y herméticos. Para entrar en esta logia Thule, debían facilitar una fotografía para que el gran maestre examinara al candidato y así descubrir en los rasgos antropométricos huellas de sangre impura. Además, tenían que jurar la pureza de esa sangre hasta tres generaciones. Curiosamente, Adolf Hitler entraría en la Sociedad cuando las reglas de admisión aún eran un tanto laxas en cuanto al tema de la pureza racial.
[3] Se creía la reencarnación de Enrique I, rey de Germania y emperador de Alemania en el año 910.
[4] En torno al 1200 existía en Languedoc (sudeste de Francia) una extraña corriente religiosa, catarismo. Éstos, a pesar de formar parte de la Iglesia de Roma, no creían en la muerte de Jesús crucificado por los romanos y defendían que Luzbel (Lucifer) era un ser benefactor para los hombres. Por eso mismo, el Papa Inocencio III los declaró secta herética y en 1208 comenzaron su genocidio. Los últimos cátaros fueron sitiados en la fortaleza de Montségur, en los Pirineos franceses, pero en 1244, el ejército del Papa consiguió quemarlos en una hoguera (en el lugar que hoy se conoce como “Camps del cremats”, Campo de los quemados). Cuatro de aquellos cátaros consiguieron escapar de la quema descolgándose de la escarpada cima de la montaña en la que se asienta Montségur y se cree que así pudieron salvaguardar el llamado “tesoro espiritual”. Sin embargo, no se sabe si aquello que salvaron fue la copa sagrada o el auténtico evangelio de San Juan.
[5] La ópera Parsifal de Wagner se estrenó por primera vez en Barcelona y en los primeros versos de la misma, el compositor alemán dice:
“ En el cielo hay un castillo y su nombre es Montsalvat”.
[Curiosidad]
Para Lesta (2006), el «tesoro espiritual» de la Orden Negra podría, efectivamente, haberse salvado e incluso haber sido descubierto. En su libro – citado en la bibliografía- nos cuenta que el 2 de mayo de 1945, un día después del suicidio de Hitler (no voy a entrar de momento en otras teorías), un destacamento de la élite de las SS compuesto enteramente por oficiales interceptó la ruta Innsbruck-Salzburgo para permitir a un convoy que descendía desde el llamado nido de águilas alpino de Hitler, abrirse camino entre el avance de las fuerza aliadas.
Este convoy, desombocó en la encrucijada del Isar y su valle y prosiguió el ascenso a alta montaña. Llegados al pie del macizo de Zillertal, un pequeño grupo escogido de entre el destacamento de élite, recogieron un pesado cofre de plomo y tomaron el camino en dirección al glaciar Schleigeiss, al pie del Hochfeiler -montaña de 3000 metro de altitud-. Allí, en la vertical de una cornisa, podría haber sido enterrado el misterioso cargamento.
Sin embargo, los rumores se extendieron por la zona y pronto, muchos curiosos, quisieron ir a la caza del tesoro.
Lo que encontraron allí fue un terrible fin. Casi todos aparecían muertos y mutilados e incluso, decapitados.
También según esta historia, se calculaba que el glaciar devolvería los objetos enterrados en él en torno a los años 1990-1995, pero parece ser que esperando este momento hay una guardia compuesta por fieles a la Orden Negra para recoger lo que les pertenece.
Por si acaso, prefiero no ir a comprobarlo, pero si alguno de vosotros se atreve a tal aventura en calidad de reportero, estaremos esperando en Historia 2.0 a que nos contéis vuestro descubrimiento. Volved sanos y salvos 😉
Os recomiendo la lectura de Lesta para estas cuestiones. En la bibliografía.
BIBLIOGRAFÍA.
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En el tercer capítulo del Ministerio hay una escena en la que el gran Velázquez discute con Salvador Martí, el Subsecretario de Misiones Especiales, acerca de la restauración que se está haciendo de sus obras y de que están tan iluminadas como una serie española de televisión. El bueno de Salvador le dice que tururú y le recuerda lo siguiente:
- “Ya le pasé que se pintara la cruz de Santiago en las Meninas, pero ni una más”
- “Me dieron la cruz de Santiago” le reprocha Velázquez
- “¡Pero tres años después de pintar el cuadro!”
Y esto nos lleva a explicaros qué es la Cruz y la Orden de Santiago, y por qué no debería estar en el cuadro de las Meninas como efectivamente está.
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Cruz de Santiago
La Cruz de Santiago es una cruz latina de gules simulando una espada, con los brazos rematados en flor de lis y una panela (heráldica) en la empuñadura.
Todos los Apóstoles murieron de muerte violenta, excepto San Juan. Pero el primero que regó con su sangre el Evangelio que predicaba, y el único cuyo martirio se narra en la Sagrada Escritura, fue el Apóstol Santiago. En esta Sagrada Escritura es donde se cuenta que Santiago fue degollado con espada y en recuerdo de esta muerte, la Cruz que lleva el nombre del Apóstol, termina en espada.
Otra de las razones para que ésta sea una espada, según el himno del Breviario Romano, Santiago peleó en varias batallas a caballo y espada en mano:
Cuando por todas partes nos apretaban las guerras, fuiste visto Tú, en medio de la batalla, abatiendo brioso a los desaforados moros, con tu corcel y con tu espada. (Oficio del 25 de julio.)
Las tres flores de lis representan el honor sin mancha que profesaban los caballeros y a Santiago se lo considera patrón y modelo de estos caballeros de la Cruz.
Esta cruz es el emblema desde el siglo XII de la Orden de Santiago.
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Orden de Santiago
La Orden de Santiago es una orden religiosa y militar surgida en el siglo XII, en el Reino de León, para proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y hacer retroceder a los musulmanes de la península Ibérica.
El nombre de la Orden proviene de la devoción que durante la Edad Media se tuvo en España al apóstol Santiago puesto que se considera que este apóstol fue el primero en predicar el evangelio. Después de morir asesinado por Herodes Agripa I, se cree que su cuerpo fue trasladado a Galicia a principios del siglo IX. Sus reliquias fueron descubiertas durante el reinado de Alfonso II el Casto y trasladadas después al lugar que luego recibió el nombre de Compostela. En el Códice Calixtino – ese del que se habla tanto últimamente por haber sido robado y devuelto a la Catedral de Santiago – concretamente en el libro III “Liber de translatione corporis sancti Jacobi ad Compostellam”, se habla de esa traslación del cuerpo.
La Orden formada por un conjunto de caballeros liderados por Pedro Fernández, se organizó en una cofradía y posteriormente se convirtió en una milicia religiosa. Tras negociar con el arzobispo compostelano se pusieron bajo la advocación del Apóstol y de su estandarte. El 29 de julio de 1170, la Orden de Santiago quedó fundada, organizada y en 1172 se había extendido a Castilla. Aunque la Orden de Santiago había nacido en el reino de León, también se extendió por los reinos de Portugal, Aragón, Francia, Inglaterra, Lombardía y Antioquía, pero su expansión fundamental se limitaría a los reinos de León y Castilla.
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La Orden en tiempos de Velázquez
Durante el siglo XVII, pertenecer a la Orden de Santiago era una de las aspiraciones más codiciadas para la sociedad. A ella pertenecían miembros de la alta nobleza y de la realeza. Aunque la Orden llegó a detentar un extraordinario poder hasta el punto de que la más alta nobleza intentase, por todos los medios, detentar el título que posibilitaba su control, acabó perdiendo el carácter bélico y la Orden acabó teniendo un carácter puramente elitista y social.
Algunos de los requisitos para poder pertenecer a dicha Orden era poder certificar que se poseían limpios orígenes cristianos, demostrar una ascendencia noble, no ser judío ni converso o de que sus ingresos económicos no procedían del trabajo de sus manos. En el juicio al que tuvo que enfrentarse Velázquez, tuvieron que testificar amigos suyos como Zurbarán para aclarar que sus limpias raíces eran ciertas y que su arte no se veía motivado por la obtención de ganancias económicas que enturbiasen su forma de vida. Se entrevistaron a casi 150 personas y se concluyó que la procedencia familiar de Velázquez no era adecuada para tan alto honor.
Finalmente, el rey Felipe IV tomó cartas en el asunto y con ayuda del Papa consiguieron que Diego de Velázquez entrara en la Orden de Santiago en noviembre de 1659. Tres años después de pintar Las Meninas.
Al año siguiente de su nombramiento, Velázquez murió y fue enterrado con el hábito de caballero en la iglesia de San Juan Bautista. El rey, ordenó entonces plasmar en el pecho de Velázquez la cruz de la Orden de Santiago en “Las Meninas”.
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Sin duda, uno de los personajes clave de este capítulo ha sido Ambrosio Spínola y el famoso cuadro de la Rendición de Breda de Velázquez que a continuación pasamos a analizar, así como a tratar la relevante figura del militar genovés.
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Biografía y títulos.
Ambrosio Spínola Doria nació en Génova en el año 1569 y falleció en Castelnuovo Scrivia en el año 1630. Se trata de uno de los militares más afamados y conocidos de la historia de España; I Duque de Sesto, I marqués de Balbases, Grande de España, Caballero de la Orden de Santiago y poseedor del Toisón de Oro[1]. General al servicio de la Monarquía Hispánica llegó a ser Capitán General de Flandes y Comandante del ejército español durante la Guerra de los Ochenta años.
Natural de la República de Génova[2] la Casa Spínola era una de las casas más poderosas de Génova junto con la casa Doria; entró al servicio de la Monarquía Hispánica en el año 1602 junto s u hermano Federico en calidad de condotiero[3] y condotta, un contrato entre el capitán de los mercenarios y el gobierno al que alquilaban sus servicios. Con este traro, Spínola aportaba de su bolsillo gran parte de su fortuna familiar así como más de mil hombres al servicio de Felipe III de España.
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Los logros de Spínola.
La Guerra de los Ochenta Años o Guerra de Flandes.
Se trata de un conflicto bélico que tuvo lugar entre los años 1568 y 1648 bajo los reinados de los monarcas hispánicos Felipe II, Felipe III y Felipe IV y que enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra su soberano, el Rey de la Monarquía Hispánica. Se inició, como mencionábamos, en el año 1568 con una rebelión contra Felipe II y contra Margarita de Parma, gobernadora por aquel entonces de las Provincias Unidas. Su fin llegó en el año 1648 con la Paz de Westfalia, en época ya de Felipe IV, con la forma de los Tratados de Paz de Osnabrück (15 de mayo de 1648) y de Münster (24 de octubre de 1648). Con éstos se ponía fin a la Guerra de los Ochenta Años y a la Guerra de los Treinta Años. La consecuencia más destacada de la forma de los tratados era el conocimiento de iure[4] de la independencia de la República de Holanda y el control del territorio de Lorena pro parte de Francia, lo que suponía la ruptura de las comunicaciones terrestres entre el Norte de Italia y Bélgica.
En el año 1603 Spínola participaba en el Sitio de Ostende y se hacía con la plaza en el año 1604; durante los siguientes años tomaría un gran número de plazas en los Países Bajos en nombre de la Monarquía Hispánica, en este periodo bajo el reinado de Felipe III.
En el año 1606 regresaba a España sumido en la ruina completa ya que había otorgado gran parte de su fortuna personal para continuar con los planes de la Monarquía Hispánica en Flandes poniendo el dinero por adelantado, dinero que no se le devolvió que supuso a partir de entonces los intentos de la monarquía por mantenerlo alejado de España. Aún con esas, en el año 1611 recibió el título de Grande de España, un título que ansiaba enormemente.
Entre los años 1609 y 1621 se producía lo que se conoce con el nombre de la Tregua de los Doce Años o Tregua de Amberes, un tratado de paz momentáneo entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas, y Spínola dejaba de operar en Flandes para hacerlo en otros territorios. En el año 1621, con el monarca Felipe IV, se ponía fin a la tregua y se reanudaba la guerra con los Países bajos y fue entonces cuando Spínola llevó a cabo una de las acciones más importantes, reconocidas y recordadas de su carrera; el sitio y la toma de Breda, entre los años 1624 y 1625. Tras ello, regresó a España para solicitar y reclamar fondos para seguir las campañas en Flandes, pero se encontró con grandes desavenencias con el valido de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares, que hizo todo lo que estuvo en su mano por quitárselo de encima.
La Guerra de los Ochenta Años supuso el desprestigio de la Corona Española tras perder el territorio, suponía además la quiebra de la Hacienda de la Monarquía Hispánica – por las enormes cantidades de dinero invertidas durante el conflicto – y sucesivas bancarrotas entre los siglos XVI y XVII. Por último, contribuía a lo que se conoce como “la decadencia de la Monarquía Hispánica” cuyos inicios podemos situarlos con el inicio también del reinado de Felipe IV, al que se le unirían conflictos como la Guerra dels Segados o la Guerra de Restauración Portuguesa, ambos en el año 1640.
La Guerra de Sucesión de Juliers.
Se trata de un conflicto que se produjo tras la muerte sin herederos del duque Juan Guillermo de Clèveris, gobernante del Ducado Unido de Juliers-Clèveris-Berg, un territorio localizado entre los Países Bajos Republuicanos o Provincias Unidas, los Países Bajos Españoles o Países Bajos de los Habsburgo y Francia y que se produjo entre los años 1609 y 1614 y en el que Spínola intervino en el año 1614.
La Guerra de los Treinta Años.
Se trata de una guerra librada en la Europa Central (principalmente Alemania) entre los años 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época y que marcaría el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores. En este conflicto, Spínola lideró la campaña por el Bajo Palatinado[5], conquistando parte del territorio, hecho que le valió el grado de Gran Capitán.
Guerra de Sucesión de Mantua.
Se trata éste de un conflicto dentro de la Guerra de los Treinta Años que tuvo lugar entre 1628 y 1631. En el año 1627 se producía la extinción de la línea hereditaria de la casa gobernante de Mantua, la Casa de los Gonzaga y ello producía a su vez el enfrenamiento entre Francia y los Habsburgo por el control del Norte de Italia.
Spínola era enviado en 1629 a Mantua para luchar por los intereses de los Habsburgo, pero fallecía el 25 de septiembre de 1630 arruinado, enfermo y parcialmente abandonado y desamparado por la Monarquía Hispánica de Felipe IV y Olivares.
El asedio de la plaza de Breda se produjo entre agosto del año 1624 y junio del año 1625 en medio de la Guerra de los Ochenta Años y de La Guerra de los Treinta Años. Los Países Bajos, con Guillermo de Orange-Nassau a la cabeza como estatúder[6] de las Provincias Unidas, buscaban la independencia de la Monarquía Hispánica; en ese contexto Mauricio de Nassau tomaba la plaza de Breda en el año 1590 y, con el fin de la Tregua de los Doce Años, Felipe IV quería recuperar de nuevo el lugar.
En agosto de 1624 se sitia – contra los deseos del Conde Duque de Olivares – la Ciudad Fortaleza de Breda, gobernada por Justino de Nassau – hijo ilegítimo pero reconocido de Guillermo de Orange-Nassau, participante en el año 1588 en combate contra la Armada Invencible y gobernante de Breda entre 1601 y 1625 – y defendida por más de 14.000 soldados.
La táctica de Spínola era la de atacar el ejército de Mauricio de Nassau, hijo legítimo de Guillermo de Orange-Nassau, ahora estatúder de las Provincias Unidas, con el objeto de cortar la comunicación y el suministro de armamentos, refuerzos y víveres. Para ello, se construyeron trincheras, barricadas, fortificaciones, túneles e incluso se anegaron terrenos inmediatos. Breda resistió asombrosamente, pero fue conquistada finalmente meses después, el 5 de junio del 1625, por los ejércitos de los Tercios de Flandes bajo el mando de Ambrosio Spínola.
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¿Por qué pintar un cuadro de ello?
Diego de Velázquez pintó Las Lanzas o La Rendición de Breda bajo encargo por parte del Conde Duque de Olivares en el año 1634. Se trata de un óleo sobre lienzo de estilo barroco con unas dimensiones de 307cm x 367cm que actualmente se encuentra en el Museo del Prado, Madrid, España.
El encargo se le hizo al pintor de la Corte dentro del plan de decoración ideado por Olivares para El Salón de Reinos de El Palacio del Buen Retiro. Éste es un conjunto arquitectónico que se construyó en Madrid entre 1629 y 1640 bajo la batuta del arquitecto Alonso Carbonell a petición de Felipe IV y, en especial, de su valido el Conde Duque de Olivares. Comenzó como una ampliación de unas estancias del convento de San Jerónimo “el Real” y terminó por convertirse en un conjunto de más de veinte edificaciones, plazas abiertas y jardín en el límite oriental de Madrid. Pese que no fue le residencia oficial del monarca hispano, se construyó y se decoró con todo lujo, al mismo nivel que el Alcázar.
La campaña de decoración del palacio resultó importantísima, llevándose a cabo enromes esfuerzos diplomáticos y grandes gestiones con embajadores de Cortes extranjeras por parte de Felipe IV y, en especial, del Conde Duque. Las pinturas y cuadros se encargaron principalmente ex profeso para la ocasión a numeroso artistas de dentro fuera la Corte española y se concibieron para decorar una de las estancias más importantes y más simbólicas del Palacio del Buen Retiro, el Salón de Reinos. Éste se construyó entre 1630 y 1635 y su nombre se debe a que, casi a la altura del techo y entre las ventanas superiores, se encontraban representados los veinticuatro escudos de la Monarquía Hispánica. En un principio, esta instancia se concibió como lugar en el que la familia real asistiría a la representación de funciones teatrales y eventos lúdicos varios, sin embargo, en seguida adquirió un simbolismo mucho más amplio; no se dejaron de llevar a cabo representaciones ociosas pero se le agregó una importante función ceremonial y política. Se colocó el trono del monarca y fue el lugar donde éste recibía a sus visitas – de la Corte o extranjeras – cuando se encontraba en el Palacio del Buen Retiro. Se convirtió en el Salón del Trono del Buen Retiro y su función era la de impresionar a sus visitantes, fuesen vasallos o foráneos. Para ello, la decoración jugó un importantísimo papel al adquirir un simbolismo sustancialmente más amplio que el del simple embellecimiento del lugar. La decoración pictórica ganó un importante valor político, como se puede uno imaginar.
Y para ello había que escoger momentos históricos relevantes, que contasen la historia de la grandeza de la Monarquía Hispánica – en franco declive – e impresionasen a los visitantes, incluso si para ello había que escoger a figuras como Spínola, quien no había sido en absoluto del agrado del Conde Duque. Y es que, aunque a Olivares no le gustase mucho su artífice, la toma de Breda fue un hecho importante cargado de simbolismo y magnanimidad. No sólo fue una gran victoria española – aún dentro de una guerra que se perdió –, sino que el sitio de Breda fue una lección magistral de estrategia militar por parte de Spínola. Además de ello, la actitud de éste para con los vencidos fue un enorme gesto de caballerosidad y dignidad; Spínola pactó una capitulación honrosa que reconocía la enorme valentía del enemigo, al que otorgaba el permiso de que la guarnición abandonase la plaza en formación de orden militar, con las banderas al frente. Mostró un gran respeto y trato digno al enemigo y llevó a cabo una entrevista de cortesía al esperar personalmente fuera de la plaza al general Nassau.
Y este preciso instante es el que capta Velázquez; los protagonistas en el centro del cuadro son Spínola y Nassau, quien entrega las llaves de la ciudad en símbolo de rendición y está en una postura a medio camino de arrodillarse, algo que parece estar evitando Spínola con el gesto de su brazo, siendo esto todo un gesto de deferencia que muestra la no intención de humillar al enemigo. No se trata de la clásica imagen en la que vemos al vencedor sobre el vencido, el clara posición humillante o triunfante. En el arte del Renacimiento abundan las escenas de rendiciones militares, y su finalidad es casi siempre la de subrayas la capacidad del rey de aplastar a sus enemigos; el vencedor se eleva por encima del vencido, que se aproxima al conquistador despojado de armas y de hombres, en la postura propia del que suplica humillado. El cuadro de Velázquez se aparta claramente de esta convención. En primer lugar, vencedor y vencido confluyen en un encuentro de sorprendente benevolencia. En segundo lugar, Justino de Nassau aparece acompañado de una escolta de sus propios hombres, situados a la izquierda con sus picas y alabardas de enseña anaranjada. Las fuentes de tan insólita representación de una rendición se encuentran en parte en la esfera de los hechos y en parte en la de la ficción. Tras la capitulación, se redactaron unas condiciones de rendición considerablemente generosas para los vencidos, a los que se les permitió abandonar la ciudad tres días después y de manera ordenada, entre el tronar de los tambores y el ondear de las banderas. En el año 1627, Jaques Callot representó la retirada tal y como se había producido en realidad; Spínola sentado en el caballo y flanqueado por sus tropas, observa a la columna holandesa que se retira encabezada por una carreta en la que van el comandante holandés y su familia.
La clemencia que Velázquez recoge en su cuadro tuvo así su origen en los datos históricos, pero el punto central de la ceremonia – la entrega de llaves en la plaza – introduce una variación con respecto a los hechos reales. La entrega de llaves como símbolo de rendición era un motivo frecuente en pinturas y estampas, y Velázquez pudo haberlo tomado de una de ellas. No obstante, la idea empezó a circular de inmediato por la corte gracias a una obra de Pedro Calderón de la Barca, que se representó en 1625 para conmemorar la victoria. En el clímax del drama, titulado El Sitio de Breda, Nassau entrega las llaves de la ciudad a Spínola, quien las recibe con las palabras que están materializadas en el cuadro de Velázquez:
“Justino yo las recibo
y conozco que valiente
sois; que el valor del vencido
hace famoso al que vence.”
Velázquez hace de la rendición de Breda algo más que una victoria militar; el triunfo de las ramas está presente en el lienzo, desde luego, mediante el célebre motivo de enhiestas picas españolas, cuyo número y destacada presencia contrastan con las arruinadas tropas holandesas de la izquierda. Pero, en el centro del cuadro, Spínola coloca una mano amable sobre el hombro de Nassau y de esa manera le impide que se arrodille para hacerle entrega de las llaves. Tras el general español se encuentra su caballo, cuyos cuartos traseros ocupan de forma llamativa la parte derecha del lienzo. El caballo sin montura adquiere en este contexto una importante significación, pues lo normal habría sido mostrar a Spínola sentado a horcajadas sobre él mientras mira desde esa altura al enemigo vencido, tal y como vemos en La rendición de Jülich o Juliers de Jusepe Leonardo. En La Rendición de Breda, en cambio, los dos hombres se encuentran en condiciones de igualdad; ya no es un cuadro del poder militar español, sino una metáfora de la superioridad moral española, que refleja la gloria del monarca en cuyo nombre Spínola manda a sus tropas y que glorifica la fe en que él y sus antepasados han jurado defender[7].
Se trata de una obra fascinante no sólo debido a su originalidad en la interpretación d ela historia y la tradición, sino también por el modo en que Velázquez ha sabido captar las reacciones de unos hombres corrientes ante lo que parecía uno de los hechos decisivos de la guerra con los holandeses. Algunos de los soldados y oficiales observan la ceremonia con profunda atención, pero otros parecen distraídos bien por cosas que ocurren fuera del cuadro, bien por sus propios pensamientos y emociones. La orquestación de este complejo conjunto está perfectamente sintonizada en su significado; todas las cosas y todas las personas están situadas en el lugar adecuado. Pero por debajo de esa superficie – gracias a las radiografías del cuadro – podemos entrever un notable proceso de ensayos y enmiendas.
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[1] La Insigne Orden del Toisón de Oro es una orden de caballería fundada en 1429 por el duque de Borgoña y conde de Flandes, Felipe III de Borgoña. Es una de las órdenes de caballería más prestigiosas y antiguas de Europa, y está muy ligada a la dinastía de los Habsburgo y a las coronas de Austria y España.
[2] Estado italiano independiente entre los siglos XI y XVIII, en el siglo XVII era prácticamente un protectorado de la Monarquía Hispánica, además de ser los genoveses los banqueros de la reino español.
[3] Los condotieros (en italiano: condottieri; singular condottiero) eran mercenarios al servicio de las ciudades-estado italianas desde finales de la Edad Media hasta mediados del siglo XVI. La palabra condottiero deriva de condotta, término que designaba al contrato entre el capitán de mercenarios y el gobierno que alquilaba sus servicios.
[4] De iure o de jure, es una locución latina, pronunciada [ deːˈjuːɾeː ], que significa literalmente «de derecho», esto es, con reconocimiento jurídico, legalmente. Se opone a de facto, que significa «de hecho»
[5] Un territorio histórico situado al oeste del río Rín.
[6] Estatúder (en holandés, stadhouder, que significa literalmente ‘lugarteniente’) fue un cargo político de las antiguas provincias del norte de los Países Bajos, que conllevaba funciones ejecutivas. Al unificarse dichas provincias en la Unión de Utrecht, se creó un cargo supremo: el de Estatúder y Capitán General de las Provincias Unidas de los Países Bajos, controlado de continuo por los Estados Generales. Su función era dirigir la política y las actividades militares de las provincias neerlandesas. En 1747, tras una revuelta, el cargo se convirtió en hereditario.
[7] BROWN, Jonathan. Velázquez. Pintor y cortesano, pp. 117 y ss.
BIBLIOGRAFÍA.
Por Xavier Gil Jorba.
La palabra Maqui viene del vocablo francés maquis que a su vez deriva del italiano/corso macchia que significa matorrales/pasaje de arbustos. Finalmente, estos combatientes recibirían el nombre de maquisards, este nombre se convertiría en honorífico pasando a significar “combatiente de la resistencia armanda”.Los Maquis: El grupo de guerrilleros antifascistas en España, y parte de la resistencia francesa durante la segunda guerra mundial, tienen apariciones pequeñas pero importantes en este capítulo del Ministerio del Tiempo. Además de ser miembros de la guerrilla, también son empleados del ministerio, hecho que se nos da a conocer mediante una broma junto a otros empleados del ministerio vestidos de guardias civiles.
Después aparecen aun con los protagonistas para proporcionar ropa de la época: Dos uniformes de guardia civil para Julián y Alonso y un hábito de monje para Amelia, además de eso también les dan explosivos para volar la puerta del tiempo y finalmente llevarles a Montserrat.
“Maqui: Ver la cara de un alemán perdiendo… ¡Que Placer!
Julián: Pues que se acostumbren los alemanes a perder porque cuando llegue Luís Aragonés se van a enterar.
Alonso: ¿Ese tal Luís Aragonés es otro grande de España como Spínola?
Julián: Eso es… Otro grande…”
Pero el papel mas importante que tienen los Maquis junto a los otros empleados del ministerio vestidos como guardias civiles en el capítulo es el apresamiento de Himmler (previa preparación en el claustro de la abadía y bronca del Padre Ripoll incluida) en Montserrat evitando así que este atraviese la puerta del tiempo hacia el ministerio por su propio pie para hacerse con el control del mismo. Finalmente después de liberar al ministerio de las tropas de Himmler, éste será devuelto a 1940 y una vez allí se le tomará una foto junto a los empleados del ministerio (tanto los que van vestidos de Maquis como de guardias civiles).
¿Pero que hicieron los Maquis? Sus acciones se centraron en dos focos:
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Los maquis en España.
El movimiento de resistencia antifranquista comenzó aproximadamente entre el final de la Guerra Civil española y los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Este último hecho sorprendió a gran cantidad de excombatientes republicanos españoles en suelo francés.
Al principio las guerrillas no eran tales, sino que eran pequeñas agrupaciones de gente de izquierdas que huía a las montañas con tal de no entregarse, se echaban al monte pasando a ser lo que se conoce como huidos. Poco después los republicanos comprendieron las ventajas que les podía proporcionar una guerra de guerrillas. Después establecieron enlaces, mediante los enlaces, sectores de población civil en los pueblos, se aseguraban sustento, cobijo así como información y si era necesario se empleaban como mensajeros y para otras funciones que pudieran ser necesarias. Estos enlaces o guerrilleros del llano estaban mucho mas expuestos a la represión franquista, el número de enlaces fue siempre superior al de los guerrilleros que estaban en las montañas por lo que en última instancia los enlaces servían como “cantera” ya que cuando estos estaban en peligro se retiraban a las montañas junto a los guerrilleros del monte pasando a formar parte de estos.
El apogeo de las guerrillas armadas en España comenzó en 1945, pese al fracaso de la invasión del Valle de Arán en 1944, algunos grupos consiguieron pasar y enlazar con los grupos que habían permanecido en España durante la Segunda Guerra Mundial con lo que el número de efectivos aumenta pudiendo llevar a cabo mas acciones de forma mas frecuente y efectiva.
En 1948 Iósif Stalin, líder de la URSS declaró que había que desmantelar la guerrilla comunista de España, por lo que la represión franquista aumentó de forma considerable acabando cada vez con mas grupos, mas la disolución no se produjo solo por la ofensiva de la Guardia Civil si no que también influyeron los enlaces ya que estos cada vez estos acababan perjudicados por sus acciones: Primero de forma indirecta por las acciones de la Guardia Civil y después de forma directa ya que en algunos casos los guerrilleros recurrieron a las amenazas y al robo para conseguir mas sustento y/o mantener el que ya tenían.
Fue en 1952 cuando se produjo la evacuación de los últimos grupos de importancia. Desde entonces, todos aquellos que prefirieron mantenerse en el monte en lugar de elegir el exilio o la muerte luchaban tan solo por su propia supervivencia. El fin total de los Maquis lo marcan las muertes de Ramón Vila “Caracremada” (1963) y de José Castro Veiga “El Piloto” (1965).
En 1991 se erigió un monumento a los Maquis en Santa Cruz de Moya en Cuenca. El único existente en España.
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Los maquis en Francia.
En Francia, los Maquis eran originalmente los republicanos (fueran excombatientes o no) que habían optado por el exilio ante el avance franquista en Cataluña. Estos republicanos fueron recluidos en campos de concentración por las autoridades francesas. Es en estos campos donde se gestarán los primeros grupos de resistencia tanto antifranquista como en contra del Tercer Reich. Los grupos antifranquistas serian los que tarde o temprano regresarían a España, intentándolo incluso mediante la invasión fallida del Valle de Arán. También se fundaría la AGE (Agrupación Guerrillera Española) que participaría tanto en España como en Francia.
Por su parte los grupos de resistencia francesa comenzarían a actuar en 1940, después de que el gobierno colaboracionista de Vichy instaurara el STO (Servicio de Trabajo Obligatorio) con tal de proporcionar mano de obra a las fábricas de armamento y a las obras de construcción del muro del atlántico. Los jóvenes huirían del STO escondiéndose principalmente en bosques y montañas de Bretaña y del sur de Francia.
Los Maquis de Francia principalmente se dedicaban a ayudar en las fugas de pilotos aliados de la Fuerza Aérea así como a judíos y a enemigos del gobierno de Vichy y del Tercer Reich en general, mas algunos de ellos cometían saqueos y atrocidades en las villas aprovechándose de su posición.
En 1944 el ejército alemán inició una campaña de terror por toda Francia con tal de dar caza a los grupos de maquis y de resistencia en general. Esto incluyó represalias a civiles residentes en las zonas activas de resistencia.
Sería en el marco de esta campaña de terror cuando los Maquis actuarían de forma decisiva pues se acercaba el día D. Con tal de retrasar los preparativos del ejército alemán para protegerse del desembarco de las tropas de los Estados Unidos, los Maquis y los grupos de resistencia llevarían a cabo acciones de sabotaje tales como volar puentes, saquear trenes, volar camiones, etc.
Los miembros de la resistencia se enteraban de las acciones que debían llevar a cabo y cuando mediante unos mensajes codificados que eran emitidos por la BBC desde Londres. Dichos mensajes no tenían sentido para quien no iban dirigidos pues eran mensajes tales como: “El cuervo cantará tres veces en la mañana” o “John tiene largo el bigote”. Con el avance de las tropas aliadas, los Maquis y la resistencia se alzaron contra las fuerzas de ocupación del ejército alemán: Llegando en algunos casos a librar auténticas batallas por su propio pie como por ejemplo cuando el grupo de Maquis de la meseta de Vercors después de un altibajo en la ofensiva aliada, los Maquis se alzaron contra 8.000 soldados alemanes liderados por el general Karl Pflaum quien fue derrotado con 600 bajas.
Finalmente, tras la liberación de París, el general francés Charles De Gaulle despidió a las fuerzas de resistencia tras lo cual muchos de sus miembros regresaron a sus hogares, pero los que no lo hicieron se unieron al nuevo ejército francés para continuar luchando por el bien de la patria.
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BIBLIOGRAFÍA
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