Un martes más, llegan nuestras Cápsulas Históricas y, en esta ocasión, os traemos un personaje mitológico de lo más interesante.
En la mitología mesopotámica el lamassu (femenino) o shedu (masculino), es una divinidad protectora, un ser híbrido legendario, principalmente de la mitología asiria, que posee cuerpo de toro o león, alas de águila y cabeza de hombre.
En la iconografía y la arquitectura de Mesopotamia aparecen los genios y, en general, varias figuras con función apotropaica (es el mecanismo de defensa que la superstición o las pseudociencias atribuyen a determinados actos, rituales, objetos o frases formularias, consistente en alejar el mal o proteger de él o de los malos espíritus o de una acción mágica maligna).
Los genios, seres generalmente híbridos, que según los textos participan en los rituales y las ofrendas al dios mayor. A ellos se suman unos dioses menores cuya función también está relacionada con la adoración religiosa. Pero en otros casos estas figuras hibridas guardan una relación aparente en la protección del ser humano y su esfera.
Los llamados lamassu, toros androcéfalos alados colocados a la entrada de los complejos arquitectónicos monumentales de Asiria, tienen como única misión proteger el edificio e infundir cierta sensación de respeto y temor al visitante que se dispone a entrar en el complejo monumental. Se han encontrado numerosos toros alados de cabeza humana en los palacios del periodo comprendido entre Asurnasirpal II y Esarhaddon, y mas tarde, después de un vacio documental que puede atribuirse a las lagunas arqueológicas, reaparecen con fuerza en la tradición arquitectónica persa que, con algunas variantes características, se colocaron a la entrada de los palacios de Persépolis.
El lamasu o shedu es un genio celestial de la mitología mesopotámica. Humano por encima de la cintura y toro por debajo de la misma, pero también tiene los cuernos y las orejas de un toro y con frecuencia alas. Los toros, en Mesopotamia, se asocian sobre todo a las corrientes de agua que llevan a la fertilidad, al poder, al estar sobre la tierra, como se aprecia en sus recias pezuñas. Por otra parte la cabeza humana les dota de inteligencia y tienen larga barba historiada, lo que les liga a las divinidades. La cara esculpida representaba al rey que gobernaba en el momento de levantarse la escultura. Además lleva una tiara con cuernos (también ligada a la divinidad), cabellera espesa y cinturón (que representa el poder). Por el bajo vientre asoman escamas de pez y las alas de águila suponen relación con el sol (al igual que los antiguos egipcios, inspirado por la divinidad solar).
Son seres que recrean el equilibrio entre el cielo, la tierra y el agua, y permiten intermediar entre los hombres y las divinidades. Como espíritus del hogar protegían al pueblo común. Más tarde, durante el período babilónico se convirtieron en protectores de los reyes y se colocaban en las entradas de ciudades o palacios. Los acadios asociaban al dios Papsukkal con Lamassu (vertiente femenina) y al dios Isum con Shedu (vertiente masculina).
Para proteger las casas, los Lamasus eran grabados en tablillas de arcilla, que luego eran enterradas bajo el umbral de la puerta. Se colocaban a menudo en pares a la entrada de los palacios y las ciudades, en tamaño colosal. Las entradas solían mirar cada una hacia uno de los puntos cardinales. A veces, también eran motivo de decoración parietal en los palacios neoasirios entre los siglos IX a. C. y VII a. C. Esta herencia neoasiría sería recogida posteriormente por el arte persa, donde con algunas variantes se representaron en las entradas monumentales del centro ceremonial de Persépolis.
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