La magia. Ese arte que siempre consigue sacarnos una sonrisa o dejarnos con la boca abierta. Ya sea un simple truco de cartas o hacer desaparecer a una bella ayudante. Pero, si nos paramos a pensar por un momento en un mago, quizá se nos venga a la mente alguien como Gandalf el Gris o, muchos lo habrán hecho, Merlín o la bruja Morgana.
Estos estereotipos del mago tocado con una capa y un sombrero puntiagudo, tienen su origen en el medievo y —al igual que sucedía con la imagen de la Muerte— se han perpetuado hasta nuestros días.
Merlín, el tutor, maestro y consejero del rey Arturo es una figura clave de la literatura medieval y, como suele pasar, no era nada más que un reflejo de la sociedad del momento en los que la magia, y perdonadme la expresión, estaba en el aire.
El origen de la magia es tan antiguo como el hombre. Conocemos fórmulas y rituales mágicos desde el antiguo Egipto. Las prácticas mágicas se extendieron en el tiempo y en el espacio pasando por Grecia y Roma, hasta llegar a la Edad Media. En las zonas rurales, alejadas de los centros intelectuales y religiosos, se perpetuaron las prácticas animistas y los antiguos rituales mágicos. La Iglesia, en un principio, no perseguirá estas prácticas pues las irá asimilando poco a poco.
Pese a que tengamos la idea preconcebida que magos y brujas fueron quemados de manera inmisericorde por la Iglesia durante «los oscuros años medievales», no siempre y no todas las prácticas mágicas fueron perseguidas.
Cabe decir que hasta el siglo XIII, teólogos e intelectuales consideraban las prácticas mágicas pura superchería y superstición, propia de labriegos y siervos. Fue solo a partir de la irrupción de las traducciones de algunos documentos de la Antigüedad a través del mundo árabe —donde la de traductores de Toledo tuvo un papel destacado— cuando se experimentó un incremento entre las élites por lo oculto y una preocupación excesiva por la presencia del demonio desde los fieles más humildes a la alta jerarquía eclesiástica.
Hasta ahora hemos hablado de magia sin parar, pero ¿qué se entendía por magia durante este periodo de la Edad Media? A buen seguro nada que ver con sacar un conejo de una chistera.
Para Franco Cardini (catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Florencia y autor de Magia, stregoneria, superstizioni nell’Occidente medievale), la magia, en el ideario medieval, se basaba en el principio por el cual existe una relación entre todas las cosas que vemos y aquellas que no podemos ver. Estas cosas que no vemos están animadas por fuerzas espirituales con las que podemos entrar en contacto. Dichas fuerzas nos pueden ayudar a modificar la realidad.
Esto suponía un conflicto de intereses no solo para el cristianismo, también para el judaísmo y el islam, pues para estas religiones el único ser capaz de modificar la realidad es Dios, llámese Alá o Yahvé. Pese a todo, al igual que entre los cristianos, entre judíos y musulmanes también había grupos que se apartaban de la ortodoxia religiosa. Conocemos numerosos tratados mágicos de origen hebraico y musulmán que llegaron a Europa en el siglo XIII junto con las traducciones de la Antigüedad.
El debate llegó a tal punto que se coló en las universidades. En concreto en la Universidad de París se creó un intenso debate al respecto en el que figuras tan importantes como Alberto Magno o Tomás de Aquino tomaron partido respecto al uso de la magia, para este último podemos distinguir dos tipos:
No debemos confundir la nigromancia con la brujería una idea que surgirá a finales del siglo XIV y que, en la mente de teólogos y creyentes, era considerada una especie de «antirreligión». Sobre brujería y persecución volveremos más adelante.
Entonces, ¿qué practicas mágicas se consideraban lícitas y cuáles prohibidas? A lo largo de los siguientes párrafos intentaremos dilucidar, de manera muy resumida las diferentes opiniones que existieron al respecto durante la Baja Edad Media, que ya adelanto no fueron homogéneas.
La magia natural se fundamenta en las características o propiedades ocultas que existen en la naturaleza y que, en teoría, tenían una incidencia extraordinaria en la vida de las personas. Especial importancia tendrá en este sentido la astrología, pues se consideraba que las alineaciones de astros o planetas tenían un papel importantísimo, por ejemplo, en la creación de objetos o amuletos. Otro tanto sucedería con la concepción de las personas que estarían sometidas al influjo de los astros. Esta idea de la predestinación de la vida del hombre entraría algunos decenios más tarde en conflicto con la idea de libre albedrío que propugnaba la Iglesia Católica.
La astrología o la magia trató de ser encauzada por algunos intelectuales, revistiéndola de ciencia. Tal fue el caso del médico Pietro d’Abano (1250-1318). Fue un prestigioso médico y profesor de la universidad de Padova, que llevó a cabo una labor de sincretismo de la medicina árabe con la filosofía especulativa griega. Estudió en París y viajo hasta Constantinopla antes de establecerse definitivamente en la universidad italiana.
Gracias a los conocimientos adquiridos en sus viajes intenta sintetizar la astrología con la medicina:
La astrología es necesaria para utilizar los medicamentos en el instante más adecuado, cuando la Luna esté atemperada por planetas positivos, en caso contrario es mejor no intervenir quirúrgicamente.
Pietro llegó a tener serios problemas por sus ideas. De hecho, llegó a ser juzgado en dos ocasiones por la Inquisición. En el primer juicio, en el que fue acusado de herejía resultó absuelto, no obstante, la segunda acusación por nigromancia le llevó al presidio mientras se resolvía su caso. Desgraciadamente murió antes de que se declarara esta vez su culpabilidad. Sus fieles alumnos y seguidores ocultaron el cuerpo para evitar que fuera quemado.
Contemporáneo de Pietro fue el también médico Arnau de Vilanova (1240-1311) —sobre cuyo controvertido origen hablaremos en otra ocasión—, que también habló de las «cualidades ocultas de los elementos» en una obra denominada De parte operativa que quedó inconclusa ya que en 1311 le sorprendía la muerte. En dicha obra, dice:
…las cualidades primarias y secundarias de los compuestos farmacológicos son accesibles por medio de la razón. No obstante, todas las cosas creadas bajo el cielo reciben una influencia de los astros que a veces son conocidas y otras no, por lo que su conocimiento solo es accesible por medio de la experiencia.
Para Arnau, las cualidades ocultas pueden ser activas, cuando actúan sobre otro ser (el ejemplo más claro es el imán) o pasivas cuando son susceptibles de actuar o reaccionar bajo el influjo de otro ser. El médico ilerdense nos ilustrará con otros ejemplos como cuando habla de que, bajo el símbolo astrológico de Leo, el paciente no puede padecer los dolores de un cálculo renal o que determinadas plantas o minerales cosidos a la ropa pueden impedir las relaciones sexuales.
Pero para Tomás de Aquino, estas cualidades se considerarían ocultas o secundarias, aunque reconoce su existencia. A diferencia de su maestro Alberto Magno, no era muy partidario de dar cabida entre las ciencias a la magia natural. Para el santo italiano, es fundamental distinguir entre aquellas propiedades ocultas que son de origen natural, y por tanto legítimas, de aquellas con origen sobrenatural. Sea diabólico o milagroso.
Como apuntábamos más arriba, desde el siglo XIII encontramos en los scriptoria de media Europa textos ocultistas o de temática mágica procedentes de Oriente. Algunos de ellos de origen judío. Tal es el caso de los libros asociados a Raziel —el arcángel guardián de los secretos—, por ejemplo el Secreta secretorum, que atribuía a este ser angelical, cuyo contenido versaba en torno a la invocación de determinados ángeles como parte del ritual alquímico.
Uno de los casos más llamativos es el del Liber Razielis cuyo prólogo parece haber sido escrito por el propio rey castellano Alfonso X el Sabio. Se trataba de una recopilación de magia astral judía en el que las invocaciones a los ángeles cumplen un papel primordial. Según Alejandro García Avilés, de la Universidad de Murcia, la tesis de la participación del monarca en la obra astromágica queda refrendada al aparecer fragmentos y referencias a ella en obras de probada autoría alfonsí como son el Libro de astromagia y el Libro de las formas et de las imágenes.
El rey Alfonso X, también cultivó la magia talismática con obras poco conocidas como el Lapidario. Los conjuros de este tipo de magia van dirigidos a atraer el poder de los cuerpos celestes por medio de imágenes que eran grabadas en anillos, piedras preciosas u otros objetos. De hecho, esta afición del Rey Sabio es el tema principal de la novela histórica La Ciudad de Luis Zueco. La gran diferencia entre este tipo de magia y la nigromancia, recordemos que se basaba en la utilización de espíritus para la obtención de un fin, es que la naturaleza de estos seres no era demoníaca, sino divina.
A finales del siglo XIII se observa un cambio de actitud respecto a la magia. De la admiración y curiosidad por parte de las élites, se pasó al miedo y al odio por parte de gran parte del pueblo llano.
Dicho cambio se produjo por los recelos de la Iglesia, pues empezaron a ver en la magia y sus prácticas un serio rival por el control de las almas, y de las voluntades, de sus miles de fieles. También se planteaba un conflicto teológico, pues como ya habíamos apuntado, la astrología suponía creer en la predestinación de la existencia humana, mientras que la ortodoxia cristiana afirmaba la existencia del libre albedrío.
Es por ello que en el último cuarto del siglo XIII abundan los predicadores que empiezan a asociar la magia con las prácticas demoníacas. Para muchos entonces, la presencia del maligno sobre la faz de la Tierra era tan real como que el sol se alzaba cada mañana o la sucesión de las estaciones. Este miedo fue usado por la Iglesia para aumentar su poder temporal, pues si hasta entonces los tribunales inquisitoriales se limitaban a juzgar la ortodoxia o heterodoxia del condenado, ahora decidirían sobre sus vidas. En este punto, los inquisidores hasta entonces dependientes de su sede catedralicia, comenzarán a depender directamente del papado.
Si atendemos a las crónicas del siglo XIV y al analizar el conjunto de personas procesadas por brujería y hechicería, nos damos cuenta de que el protagonismo de las mujeres es casi absoluto. Eran en su mayoría de mujeres vinculadas al mundo de la salud, la adivinación y la magia sexual o amorosa. Sus saberes y prácticas, serían entonces vinculados al de pacto diabólico, señalados como el origen de los males que acechaban a la sociedad cristiana. Se les acusó, en un número incontable de casos, de acabar con la vida de bebés, para utilizar sus vísceras en sus rituales.
El recrudecimiento de las persecuciones durante el final de la Edad Media y durante la Edad Moderna acarreó el fin de la magia en nuestro continente. El Humanismo y el Racionalismo acabarían con los últimos subterfugios de lo que durante buena parte de la Historia de la Humanidad fue una práctica común.
Aunque no está de más recordar estas palabras:
«Un mago nunca llega tarde, Frodo Bolsón; ni pronto: llega exactamente cuando se lo propone.»
Gandalf el Gris (El Señor de los Anillos)
BOSCÁ CODINA, José Vicente. «Sortílegas, adivinas y conjuradoras: indicios de una religiosidad prohibida.» en Revista d’historia medieval, Valencia, nº 2, 1991, págs. 63-75.
CASTELL GRANADOS, Pau. «La demonización de las prácticas mágico-medicinales femeninas (siglos XIV-XVI)» en Studia Historica. Historia Medieval, Salamanca, nº 31, 2013, págs. 233-244.
FRANCO, Cardini. Magia, Stregoneria, Superstizioni nell’Occidente Medievale. Firenze. La Nuova Italia. 1992.
GARCÍA AVILÉS, Alejandro «Alfonso X y el Liber Razielis: imágenes de la magia astral judía en el scriptorium alfonsí.» en Bulletin of Hispanic studies, Madrid, vol. 74, nº 1, 1997, págs. 21-40.
GIRALT, Sebastià. «Magia y ciencia en la Baja Edad Media: la construcción de los límites entre la magia natural y la nigromancia, c. 1230 – c. 1310.» en Magia, superstición y brujería en la Edad Media. Clío y Crimen, Bilabao, nº 8, 2011, págs. 14-72.
Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:
FERNÁNDEZ-MONTES Y CORRALES, Luis Miguel. Magia en la Edad Media. en: Artículos (18 de enero de 2018) en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/magia-edad-media/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
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