Rasputín fue uno de los personajes más enigmáticos del siglo XX y fuente de varias leyendas urbanas, entre ellas la de su famoso pene. Según decían, era “como el de un caballo”, de más de 30 cm, y además le daba mucho uso tanto entre las damas de la nobleza como entre las prostitutas —aunque varias teorías aseguran que, en realidad, su promiscuidad no era tanta como dice la leyenda, pero ese es otro tema—.

¿Pero era su miembro lo único que le veían las mujeres? Lo cierto es que no. Desde la perspectiva actual, un tipo analfabeto, sucio y grosero, de pelo grasiento y mirada de loco, quizá no sea lo más atractivo, pero su encanto debe entenderse en un contexto de fascinación por lo puramente ruso. A diferencia de la aristocracia, que debido a los enlaces matrimoniales era más europea que otra cosa, Rasputín era un campesino de la Siberia profunda. Vamos, que era “muy ruso y mucho ruso”, y eso de por sí gustaba a las aristócratas.

Si además añadimos que muchas realmente creían que ese hombre tenía poderes místicos, tenemos un caldo de cultivo perfecto para leyendas urbanas y enemigos poderosos. Uno de ellos, Félix Yusúpov —quien lideró la conjura para matarlo— dijo que el secreto de su éxito era una verruga estratégicamente colocada. Pero eso nunca lo sabremos, porque los penes de Rasputín que se han exhibido son falsos. La autopsia que se le hizo al cadáver cuando lo hallaron decía que no le habían amputado los genitales, como se había rumoreado.

El presunto miembro de Rasputín

Pero eso no impidió que la leyenda continuara y creciera aún más. Ésta dice que una criada lo encontró en el lugar donde fue asesinado y lo guardó hasta los años 20, cuando el miembro reaparece en París siendo propiedad de un grupo de rusos expatriados que lo tenían en un ataúd de madera y lo adoraban como una reliquia. La hija de Rasputín, que vivía en California, oyó esta historia y pidió que se lo devolvieran. Ella lo conservó hasta que murió en 1977. Después desapareció un tiempo y volvió a la escena pública tras ser adquirido en una tienda de segunda mano junto a manuscritos de la propia hija de Rasputín. De ahí fue a parar a la casa de subastas Bonham, que descubrió que no era un pene, sino un pepino de mar desecado.

La historia debería terminar aquí, pero en 2004, el doctor Igor Knyazkin, médico jefe del Centro de Próstata de la Academia rusa de las Ciencias, compró a un anticuario francés por 8.000 dólares el que supuestamente es el auténtico miembro de Rasputín, y que hoy es la pieza estrella del Museo Nacional de Arte Erótico. ¿De quién o de qué es en realidad? De eso ya no tenemos ni idea.

 


Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:

Elías Viana, Marta: El pene de Rasputín (9 de noviembre de 2017), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/pene-rasputin/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

Marta Elías

Barcelonesa residente en Vigo. Inició la licenciatura de Historia en la UB, que ahora continúa en la UNED tras unos años de parón. Es también escritora de novelas de ficción y co-fundadora y administradora de «Por la Grecia de Zeus».

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