El 20 de julio de 1969 la ya indiscutible vencedora EE. UU. ponía punto y final a la carrera espacial contra la URSS al conseguir llevar a dos seres humanos a la superficie de la Luna. Aquel objetivo, que Kennedy plantease allá por 1962[1], se cumplía incluso antes de dar por terminada la década que éste había fijado como fecha tope.
Pero pongámonos en contexto. Los grandes logros de la URSS en el campo de la astronáutica[2] al conseguir poner en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik, en octubre de 1957 —a lo que siguió un mes después el primer ser vivo en el espacio (la perra Laika, a bordo del Sputnik 2)— desencadenaron que EE. UU., por medio de su entonces presidente Dwight Eisenhower, fundase en 1958 la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, conocida por sus siglas en lengua inglesa como NASA.
Su primer objetivo sería replicar los éxitos soviéticos, con la puesta en órbita de un satélite propio (el Explorer 1, el 31 de enero de 1958) y, también, de un ser vivo (en este caso un chimpancé, Ham, el 31 de enero de 1961), a la vez que intentaban coger carrerilla y superar a la potencia comunista en poner al primer ser humano en órbita.
Pero no pudo ser. Los soviéticos, una vez más, se volvieron a adelantar. Como sabemos, el primer ser humano en salir al espacio fue el ruso Yuri Gagarin, que el 12 de abril de 1961 consiguió tal hazaña a bordo de la Vostok 1. Tan solo tres semanas después (concretamente el 5 de mayo) el estadounidense Alan Shepard lograba hacer un vuelo suborbital a bordo de la Mercury Redstone 3, un inmenso logro para la administración estadounidense que, sin embargo, quedó empequeñecido al lado del de Gagarin.
Comenzaría entonces el Programa Géminis, cuyo objetivo principal era ganar experiencia de vuelo y practicar las operaciones en órbita que, en el futuro, servirían para poner a un hombre en la Luna. Fueron un total de 12 misiones, y más de 1.000 horas de vuelo espacial, en las que los astronautas aprenderían las maniobras de encuentro y acoplamiento, o realizarían las primeras actividades extravehiculares (lo que vulgarmente se conoce como paseos espaciales). También servirían para estudiar los cambios fisiológicos que experimentan los astronautas en estados prolongados de ingravidez y, así, comprobar la viabilidad de un viaje a larga distancia.
Del Programa Géminis se pasaría al Programa Apolo, éste sí decididamente orientado a realizar vuelos tripulados a la Luna y, tras las distintas misiones, hacer finalmente posible un aterrizaje en suelo lunar.
Desgraciadamente el Programa Apolo empezó con muy mal pie, pues los tres miembros de la tripulación del Apolo 1 (Virgil I. «Gus» Grissom, Edward H. White y Roger B. Chaffee) sufrieron un terrible accidente durante una simulación. En medio de un entrenamiento rutinario se inició un incendio en la cabina y, para mayor desgracia, la escotilla que les hubiese permitido escapar se quedó bloqueada, haciendo imposible su rescate. Fueron las tres primeras víctimas mortales del programa espacial estadounidense.
Esta gran tragedia llevó a la NASA a enfocarse —más si cabe— en la seguridad de las futuras misiones, retrasando los vuelos tripulados. Estos no volverían a programarse hasta la misión Apolo 7, en la que se pondrían a prueba la nueva cápsula espacial, los sistemas de comunicaciones y los trajes espaciales en órbita.
Sería, por fin, en la siguiente misión cuando una nave tripulada se dirigiría hasta la Luna. La Apolo 8 consiguió entrar en la órbita lunar, llegando a realizar 10 vueltas completas a la Luna antes de regresar a la Tierra.
Las dos siguientes misiones tendrían como objetivo ultimar los preparativos antes del futuro alunizaje de la Apolo 11. La Apolo 9 probó en órbita terrestre las maniobras de atraque y acoplamiento del módulo lunar, necesarias para asegurar la viabilidad de la futura misión. La Apolo 10 ensayaría estas mismas maniobras, pero en órbita lunar. Los ensayos habían sido exitosos y el Programa Apolo ya estaba preparado para poner a un hombre en la Luna.
16 de julio de 1969, plataforma 39 A del centro espacial John F. Kennedy (Cabo Cañaveral[3], Florida). La nave Apolo 11, compuesta de un módulo de mando (el Columbia), un módulo de servicio y el módulo lunar (Eagle), se prepara para salir de nuestra atmósfera propulsada por el potente cohete Saturno V, diseñado por el ingeniero alemán (y antiguo miembro de las SS) Wernher von Braun. A bordo de la nave: el comandante Neil Armstrong, el piloto del módulo de mando Michael Collins y el piloto del módulo lunar Buzz Aldrin.
A las 9:32, horario de la Costa Este, el Apolo 11 despega rumbo a la Luna. Once minutos después, y tras desprenderse sucesivamente de las dos primeras etapas del Saturno V, la nave entra en órbita terrestre y se prepara para el gran viaje.
Una vez completadas las debidas maniobras (entre las que se encuentra la separación de la tercera etapa del cohete, así como la extracción del modulo lunar y el acoplamiento de este al modulo de mando) la nave se coloca en posición e inicia el recorrido de los más de 380.000 km que nos separan de nuestro satélite. El tiempo estimado del viaje será de tres días completos.
Una vez la nave (que, recordemos, ahora solo consta del Columbia y el Eagle) se aproximó a la Luna, hubo de reducir la velocidad para poder ser atraída por la gravedad del satélite y así poder entrar en órbita lunar. La inserción en órbita se produjo en la cara oculta —imposibilitados por tanto de establecer toda comunicación con la Tierra— así que supuso uno de los momentos más delicados de la misión. La maniobra se llevó a cabo sin ningún tipo de contratiempo y, finalmente, la nave quedó orbitando a unos 100 km de distancia del suelo lunar.
La siguiente sería la más complicada de las maniobras, el alunizaje. Mientras Collins se quedó en el Columbia, Armstrong y Aldrin entraron en el Eagle y se separaron de la nave principal. Comenzó el descenso, lentamente, pues los dos astronautas del Eagle debían ir reduciendo paulatinamente la velocidad de la nave. En esa delicada maniobra saltó de repente una alarma y se produjo un pequeño instante de tensión, antes de que los miembros del puesto de mando en Houston confirmasen que solo se trataba de una sobrecarga del sistema. Sin embargo los sucesivos saltos de la misma alarma hicieron que se complicase la maniobra, ya que mientras tanto el módulo lunar empezó a dirigirse hacia el centro de un gran cráter lleno de rocas. Además existía otro inconveniente, pues el Eagle contaba con una muy limitada cantidad de combustible, que no podían malgastar en maniobras no programadas si es que los dos astronautas querían ser capaces de regresar posteriormente al Columbia y, por lo tanto, a la Tierra.
Por suerte, gracias a la pericia de Armstrong como piloto de élite, consiguieron aterrizar finalmente en el lugar previsto, el Mare Tranquillitatis, con tan solo 20 segundos restantes de combustible. El piloto informó del éxito del alunizaje al control de la misión:
Houston, aquí Base Tranquilidad. El Águila (The Eagle) ha aterrizado.[4]
Eran entonces las 16:17 del 20 de julio. Una nave tripulada, llegada desde la Tierra, se había posado en la Luna con éxito. Sin embargo, no era ni mucho menos el momento de descender y pisar la Luna, pues para asegurar el éxito de la misión se requería de muchos procedimientos previos. Primero se comprobaron los sistemas del módulo lunar para una eventual emergencia que les obligase a abandonar la Luna. Posteriormente el equipo médico tenía programado que ambos tripulantes durmiesen, pero la comprensible impaciencia de estos, estando tan cerca de su objetivo, hizo que finalmente les permitiesen adelantar la salida 5 horas antes de lo previsto.
Por fin llegó el momento, y tras vestirse con el traje espacial (tarea nada fácil, por cierto) el comandante Armstrong abrió la escotilla y salió de la cabina, previamente despresurizada. Antes de descender, lo primero que hizo fue desplegar un equipo de televisión, que permitiría seguir sus movimientos desde la Tierra. A continuación comenzó el lento descenso de los peldaños, una tarea que requirió nada más y nada menos que 15 minutos. Por fin, a las 22:56 del 20 de julio de 1969 (3:56 del día siguiente, hora española) Neil Armstrong pisaba la Luna, no sin antes pronunciar aquellas famosas palabras para la posteridad:
Es un pequeño paso para un hombre, un salto gigante para la humanidad[5]
Aldrin no saldría al exterior hasta 18 minutos después, y fue ya entonces cuando ambos astronautas realizaron las pertinentes pruebas de movimiento para habituarse a la diferente gravedad del astro. Era también momento de ceremonias, pues aparte de plantar la bandera de Estados Unidos y de hablar brevemente con el presidente Nixon, los astronautas descubrieron una placa en la que podía leerse:
Aquí, hombres del planeta Tierra pusieron pie por primera vez en la Luna, julio de 1969. Vinimos en son de paz en nombre de toda la humanidad.
A partir de entonces el resto de las actividades en suelo lunar tendrían un objetivo científico, desde recoger muestras hasta la instalación de tres aparatos que permitirían, respectivamente, medir los movimientos sísmicos del satélite, el viento solar y la distancia entre la Tierra y la Luna, esto último gracias a un reflector de láser.
Tras dos horas y media, Armstrong y Aldrin regresaron al Eagle y se prepararon para encontrarse de nuevo con Collins en el Columbia —que, recordemos, se encontraba durante todo este tiempo orbitando sobre la Luna—. La maniobra de despegue y posterior acoplamiento duró unas 3 horas. Tras esto, Armstrong y Aldrin cruzaron de una nave a otra y se produjo la separación del Eagle, que, ya inservible para el resto de la misión, se estrelló contra la superficie lunar.
Ya entonces solo quedaba cruzar el lado oculto de la Luna y aprovecharse del tirón gravitacional de ésta para, con un corto encendido de los motores, impulsarse en dirección a la Tierra[6]. Cuatro días después, tras deshacerse del módulo de servicio y realizar la siempre peligrosa maniobra de reentrada, el Columbia amerizaba en el Pacífico el día 24 de julio a las 12:50.
A partir de ese momento los tres astronautas, así como todo lo que habían traído consigo de la Luna, sufrirían una cuarentena protocolaria de 21 días antes de recibir las merecidas loas y desfiles triunfales. No es para menos, pues habían conseguido un éxito histórico sin parangón. Habían ido a la Luna… y pudieron volver para contárnoslo.
Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:
Cuesta Hernández, Alfonso: El Apolo 11 y la llegada a la Luna (20 de julio de 2019) en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/apolo-11/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
[1] «Elegimos ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer las demás cosas, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles.» John F. Kennedy (12/09/1962)
[2] O más bien cosmonáutica, término que prefirieron utilizar los soviéticos.
[3] Tras el asesinato de John F. Kennedy y hasta 1973, el Cabo Cañaveral pasó a llamarse Cabo Kennedy en su honor. Por lo tanto, en 1969 éste era aún el nombre oficial.
[4] «Houston, Tranquility Base here. The Eagle has landed.»
[5] «That’s one small step for [a] man, one giant leap for mankind.»
[6] Es lo que se conoce, en el mundo de la astronáutica, como asistencia gravitatoria o, de forma más informal, efecto honda.
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