Esta es la historia de Laika y de cómo un pequeño perro callejero sin hogar ni familia se convirtió en héroe espacial.
Corría el año 1957 y la antigua U.R.S.S. se encontraba inmersa en plena Guerra Fría contra los Estados Unidos. El entonces primer ministro soviético, Nikita Krushchev -Nikita Serguéievich Jruschov (en ruso: Ники́та Серге́евич Хрущёв)- quiso superar a su adversario en la llamada carrera espacial.
La oportunidad se presentó el 4 de octubre con el lanzamiento del primer artefacto al espacio exterior que orbitó la Tierra, el Sputnik-1 – en ruso, Спутник-1, que significa satélite-. Este éxito supuso un estupendo método propagandístico del poderío tecnológico de la Unión Soviética y Krushchev quiso aprovechar el tirón y el 40 aniversario de la Revolución bolchevique para alcanzar un nuevo hito en la historia: ser el primer país en poner en órbita a un ser vivo.
Sin embargo, el triunfo espacial del Sputnik-1 tuvo su cara B. Las prisas por hacer coincidir el segundo lanzamiento –Sputnik-2 -con la fecha señalada dejó al equipo de ingenieros con solo cuatro semanas para construir un nuevo y mejor satélite. Ante la falta de tiempo y la urgencia de Krushchev, los ingenieros rediseñaron una copia del anterior modelo, descartando otro mejorado.
El resultado fue un vehículo espacial preparado para salir al exterior y albergar vida en su interior, pero no para poder volver de nuevo a casa.
Entrenamiento y vuelo espacial.
Laika[1] – en ruso Лайка, «ladradora»- fue una perrita moscovita sin raza de unos tres años de edad que vagabundeaba sin rumbo y sin dueño. No se sabe si llegó a tener un hogar, si se había escapado de alguna casa o si simplemente nació a la intemperie. No es casualidad que fuese capturada en la calle: ser capaz de resistir el frío y la falta de comida de la capital rusa durante todo ese tiempo era un buen indicador de su resistencia canina ante la adversidad.
¿Por qué un animal y no un astronauta humano? Porque se desconocía qué efectos podrían tener los vuelos espaciales sobre los seres vivos y porque supieron desde un principio que se trataba de un viaje sin retorno.
Sin embargo, no fue el único perro destinado al proyecto aeronáutico. Desde 1951 se habían lanzado sin éxito al viaje espacial doce canes en vuelos balísticos. Los primeros de la lista del programa espacial soviético fueron otros dos vagabundos llamados Dezik y Tsygan.
Antes que ella, otros animales fueron objeto de lanzamientos espaciales sin éxito. En los Estados Unidos, un macaco llamado Albert ya realizaba viajes suborbitales antes de la década de los 50. Tras Laika se mandarían otras especies al universo: primates, conejos, moscas, tortugas, escarabajos, renacuajos, amebas, abejas, esporas…
Junto a Laika llegaron también Mushka y Albina, otras dos hembras callejeras. Las tres fueron sometidas a entrenamiento por los científicos soviéticos Vladimir Yazdovsky y Oleg Gazenko con el objetivo de acostumbrarlas al confinado espacio del Sputnik-2.
Para ello, fueron durante veinte días recluidas en compartimentos cada vez más pequeños, lo que provocó un deterioro general de su salud al dejar de orinar y defecar y debido también al estrés que les provocaba el encierro. Por si no fuese suficiente, se las introdujo en centrifugadoras que simulaban la aceleración y el ruido producidos en los despegues de un cohete y las enseñaron a alimentarse de una suerte de gel de alta nutrición que les serviría de comida en el espacio.
Tras las pruebas se decidió que Laika sería el sujeto que viajase en la nave, debido al carácter y la tranquilidad que había demostrado durante el entrenamiento. Mushka y Albina se quedaron en tierra como sujetos de control y como reserva de Laika respectivamente.
El 3 de noviembre de 1957 se dispuso el viaje de esta astronauta rusa de cuatro patas. El lanzamiento se produjo desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán. El plan era dejarla orbitar durante diez días alrededor de la Tierra para después practicarle la eutanasia, bien a través de comida envenenada, bien con una emisión de gas. En caso de haber entrado la nave en la atmósfera terrícola, el Sputnik-2 y Laika se habrían desintegrado provocando una muerte cruel al animal.
Al alcanzar la órbita, el Sputnik-2 se desprendió de la otra sección de la nave con tan mala suerte que con él se desprendió parte del aislamiento térmico. Esto provocó que la cápsula espacial alcanzara temperaturas interiores de hasta 40ºC. Tampoco el entrenamiento ni el carácter de Laika sirvieron de nada: entre cinco y siete horas después del despegue, los científicos dejaron de recibir datos vitales de Laika. El estrés -llegaron a registrar hasta 240 latidos por minuto- y las altas temperaturas pudieron con ella.
La causa de la muerte no se reveló hasta 2.002. El Sputnik-2 había estado orbitando la Tierra durante 163 días -unas 2.570 vueltas alrededor de nuestro planeta- antes de caer en nuestra atmósfera. Para entonces Laika llevaba más de cinco meses muerta.
Laika en la memoria popular.
Laika ocupa hoy su propio lugar en la historia y en las enciclopedias. No solo fue el primer ser vivo en orbitar nuestro planeta sino que, lamentablemente, también fue la primera en morir en el espacio. Tras ella, otros animales viajaron más allá de nuestro cielo, sirviendo de precursores al viaje que consiguió poner la primera huella humana en la luna.
Gracias a Laika, el resto de misiones espaciales con perros fueron diseñadas para recuperar a los animales sanos y salvo[2].
Se la considera una heroína en Rusia. Su sacrificio abrió las puertas a los viajes espaciales y por eso podemos encontrarla formando parte del Monumento a los Conquistadores del Espacio (1964). En Moscú, Laika y Lenin son los únicos personajes reconocibles por su nombre de entre todos los que aparecen esculpidos en otro monumento. Además, tiene su propia estatua en el centro de la capital, en el lugar donde hace cincuenta años se llevaron a cabo los experimentos científicos para preparar su hazaña.
«Si hacemos caso a la leyenda,entonces tendremos que pensar que en la tierra hay una perra menos y en el cielo una estrella más.» Laika, Mecano.
Dedicado a todos aquellos seres vivos que dieron su vida por el progreso humano.
[1] Originalmente llamada Kudryavka (Кудрявка, ‘pequeña de pelo rizado’). Recibió otros apodos como Zhuchka (bichito) o Limonchik (limoncito) aunque Laika fue el nombre que se popularizó.
[2] Dos años después, otras dos perras soviéticas, Belka y Strelka, viajaron al espacio, volviendo con éxito de su misión.
Bibliografía
CONCOSTRINA, Nieves. Menudas historias de la historia: Anécdotas, desporpósitos, algaradas y mamarrachadas de la humanidad. La esfera de los libros, 2009. ISBN: 9788497348287
Laika. (2015, 28 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 8 diciembre, 2015. Disponible en: <https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Laika&oldid=87353602>
LAVENDER, Gemma. Heroes os Space: the Space dog [en línea]. Space answers. 2015 [fecha de consulta: 17 noviembre 2015]. Disponible en: <http://www.spaceanswers.com/space-exploration/heroes-of-space-laika-the-space-dog/>
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Godino Cueto, Irene. «Laika, el primer ser vivo en órbita espacial» en: Cápsulas históricas. (8 de diciembre de 2015) Historia 2.0. [Blog] Recuperado en: http://historiadospuntocero.com/laika-el-primer-ser-vivo-en-orbita-espacial/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
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