Viajamos hasta la Grecia Helenística para descubrir la maravillosa escultura de la Victoria de Samotracia.
Posiblemente una de las esculturas más conocidas, la Victoria de Samotracia ha fascinado por igual a expertos y neófitos y, sin duda, es uno de los máximos exponentes del arte helenístico. Éste se desarrolla a partir de la muerte de Alejandro Magno, en un contexto en el que su imperio había quedado dividido en los reinos de sus generales, los diádocos, y las antiguas polis entraban en decadencia frente al auge de nuevas ciudades. Tras la unificación de Alejandro, el uso de una variante de la lengua griega llamada “común” (koiné) permitió la expansión de otros aspectos culturales, entre ellos el arte. Es un periodo de esplendor caracterizado por grandes obras en arquitectura y llenas de movimiento en la escultura.
La Victoria de Samotracia representa a una Niké, diosa de la Victoria, de mármol de 2,45 metros. Destaca la torsión del cuerpo y la forma en que su ropa se pega a éste en una técnica similar a la llamada “de paños mojados” del periodo clásico anterior. Se atribuye a la escuela rodana y data de los alrededores del 190 a.C. Se cree que pudo esculpirse para conmemorar las victorias sobre Antíoco III el Grande, soberano del imperio seléucida.
Estaba ubicada en el Santuario de los “Dioses cabiros”, también llamado de “los Grandes Dioses” en la isla de Samotracia, al norte del Egeo. Era uno de los santuarios panhelénicos más importantes, e independiente de la ciudad. Tenía fama ya en la época clásica por su culto mistérico y en él se veneraban varias divinidades ctónicas ―es decir terrestres o del inframundo―, muchas de origen anterior al griego. Es el caso de la figura principal; la Gran Madre, identificada por los griegos más tarde como Démeter.
En 1862, el francés Charles Champoiseau, escuchó las historias locales sobre las ruinas que existían en la isla de Samotracia mientras ejercía como cónsul en el Imperio Otomano. La visitó, quedando convencido de que podría encontrar allí algo de valor. Al año siguiente volvió con todo listo para una excavación en condiciones, y pronto encontraron los diferentes fragmentos de la escultura que pondría su nombre en la historia —se dice que al grito de «¡Señor, hemos encontrado a una mujer!»—. Sin embargo, nunca pudo hallar la cabeza y los brazos ni en aquella ni en otra expedición en 1891 destinada expresamente a ese propósito.
Su traslado al Museo del Louvre se produjo en 1864, un año después de encontrarla, y su restauración y exposición pasó por varias fases:
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Elías Viana, Marta: La Victoria de Samotracia (12 de abril de 2016), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/victoria-samotracia/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
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hola, me gusto bastante el articulo, tiene detalles muy interesantes...saludos y felicitaciones
Muchísimas gracias, Juliana. ¡Un saludo!