Tiempo de pícaros: el Lazarillo de Tormes.

Por Irene Godino Cueto

Un capítulo más y los creadores de El ministerio del Tiempo se centran de nuevo en un personaje literario, por lo que no podemos estar más encantados al mezclar Historia y Literatura.

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Portada de El Lazarillo de Tormes, edición de Burgos de 1554.

Esta vez es el famoso Lazarillo de Tormes quien ayuda a los protagonistas en su aventura y para ello se desplazan temporalmente hasta la Salamanca de 1520.

¿Qué sabemos sobre el Lazarillo? Algunos habréis leído la novela, a otros, si no lo habéis hecho, os debería sonar mucho: obra literaria anónima perteneciente al género de la picaresca, a muy, muy grandes rasgos.

En Historia 2.0 os vamos a desvelar un poquito más.

Para comenzar, hay que puntualizar que La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y desventuras no pertenece estrictamente al género de la picaresca[1] como ha sido admitido generalmente hasta ahora (MORROS, 2010). De hecho, si analizamos bien la obra, encontraremos que ni siquiera se utiliza el término pícaro para referirse al lazarillo ni una sola vez en todo el texto. Mas sin embargo, sí hallaremos otros elementos que la sitúan en rigor como novela epistolar.

En el mismo prólogo ya se indica de esta forma: “Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso”. Es decir, alguien, a quien llamaremos “Vuestra Merced” para designar a esta enigmática figura a quien va dirigida la carta, ha exigido que se le escriba, inquiriendo noticias sobre un acontecimiento –el caso- acaecido.

Este caso, o razón por la que se escribe la carta autobiográficacartas-coloquios-, aparece al final de la obra: Lázaro, nuestro Lazarillo, ha conseguido un empleo en Toledo, el de pregonero, y una esposa, criada del arcipreste de San Salvador, quien incluso les alquila una casita junto a la suya. ¿Cuál es por lo tanto el problema o caso? Su esposa se amanceba –es decir, es la querida- con el arcipreste e incluso existen rumores de que ésta ha tenido tres hijos suyos antes de casarse con Lázaro. Nuestro protagonista no quiere que esas habladurías perturben la paz de un hogar y posición que por fin ha conseguido tras años malviviendo y pasando hambre y por este motivo decide escribir a “Vuestra Merced” y ventilar así el asunto para reivindicar la honradez de su mujer, deshaciéndose de la imagen de marido cornudo y consentidor. Es por eso que el Lazarillo, en lugar de contestar directamente a su destinatario, opta por narrar retrospectivamente la historia de su vida, haciendo hincapié en los acontecimientos que marcaron su vida para justificar así el comportamiento que adopta ante el caso final[2].

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Portada de una edición del Lazarillo de Tormes del s. XVI, encabezada por un grabado en que aparecen representados el ciego, Lazarillo y la madre del mozo. MORROS (2010)

Desde que se publicara allá por 1554 no se conoce a su autor. Muchos investigadores coinciden en que la obra debió componerse hacia 1552 y desde 1605 comienzan a aflorar atribuciones a distintos personajes, vinculando incluso a su autor con el erasmismo: Lope de Rueda, Alfonso Valdés –secretario de Carlos V-, Diego Hurtado de Mendoza, Sebastián de Horozco, Hernán Núñez, Bartolomé Torres Naharro, Luis Vives o Cervantes de Salazar son algunos. A falta de datos y documentos que lo corroboren, estas atribuciones se quedan en meras suposiciones.

En cuanto a su argumento y estructura, El Lazarillo de Tormes es una obra realista que se divide en un prólogo y siete tratados diferenciados claramente en dos partes –tres primeros tratados que se centran en el tema del hambre y cuatro últimos tratados que se suceden de una forma más rápida que los tres anteriores- y en el que se nos relata la historia de Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González –tal vez morisco, que trabaja en un molino y que muere en la batalla de los Gelves, de posiblemente 1510, al ser enviado allí por ladrón- y Antona Pérez, ambos de Tejares, una aldea de Salamanca. ¿Por qué entonces ese “de Tormes” si realmente debiera llamarse Lázaro González Pérez? Cuenta la novela que su madre lo tuvo dentro del río y de ahí el sobrenombre –quizá en contraposición al héroe de las novelas de caballerías, Amadís de Gaula, quien siendo bebé es recogido de las aguas aunque venga de cuna más noble que la del lazarillo, quien se presentaría aquí como un antihéroe-. Cuando su padre muere, su madre decide trasladarse a la ciudad para trabajar «guisando y lavando ropa» -entrecomillado porque en el texto se da a entender que quizá se dedique a acostarse con hombres por dinero- y termina amancebada con un hombre negro con el que tiene un hijo y por lo que será castigada con cien azotes[3]. Un día aparece un ciego que pide a Lázaro a su madre para que le sirva a cambio de su manutención y será a partir de entonces cuando Lázaro comience a aprender, aún más si cabe, lo dura que es la vida puesto que cada amo le hace sufrir hambre y pobreza en su intento de ascender en la escala jerárquica social. Veremos por lo tanto una evolución psicológica del personaje al pasar de niño a hombre ya que Lázaro dejará pronto la infancia para poder sobrevivir.

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Joven mendigo, Murillo (1645-1650), museo del Louvre, Paris. El autor del Lazarillo habría visto en multitud de ocasiones en las calles de Salamanca a niños acompañando a ciegos, e incluso existen aún hoy en día contratos entre ciegos y criados. Su anónimo autor tomó a los personajes y las situaciones de la realidad en la que vivía.

Cada tratado corresponderá a un amo distinto –el ciego, el clérigo de Maqueda, el escudero , el buldero, el arcipreste de San Salvador, el fraile de la Merced o el capellán que aparece apenas esbozado-. Se podrían apuntar el hambre, el honor y el anticlericalismo como temas centrales, mientras que los personajes pertenecen a la tradición y a la realidad que se vivía entonces. Podremos encontrar tanto crítica social como crítica a la Iglesia, de hecho, la mayor parte de los amos de Lázaro son religiosos cuyo comportamiento dista mucho de ser ejemplar.

En cuanto a su lengua, la obra responde a los usos de Toledo y a los ideales lingüísticos que desde Alfonso X se consideraban como mejor modelo para el castellano. El autor se sirve de recursos como la ironía, los dobles sentidos, antífrasis, paradojas, juegos lingüísticos y una lengua coloquial en la que se permiten palabras bajas, refranes y frases populares. La narración alterna con el diálogo y apenas se encuentran descripciones – éstas se concentran en el tercer tratado-.

El Lazarillo debe gran parte de sus elementos tanto de estructura como de argumento al Asno de Oro de Apuleyo –donde los paralelismos entre ambos son evidentes- y al Satiricón de Petronio, y como precedentes encontramos El Baldo (Sevilla, 1542) o el Amadís de Gaula, de la que se cree que se hace una sátira en el Lazarillo.  Aunque no sea estrictamente picaresca -precursora quizás-, sí es cierto que ésta contribuyó a perfilar la figura del pícaro como mozo de muchos amos, de ascendencia indigna y deshonrosa y con una clara aspiración a ganar honor. Además, está considerada como una de las obras clave en la formación de lo que conocemos como novela moderna.

Su mayor mérito consistió en iniciar una nueva vía narrativa que acabarían aprovechando entre otros Mateo Alemán con su Guzmán de Alfarache -publicada en dos partes, 1599 y 1604, en esta novela se acuña por primera vez el termino pícaro– y Cervantes con su Quijote. Influyó en todo tipo de obras posteriores, llegándose incluso a recrear alguno de sus episodios. Tuvo un rápido éxito editorial, sin embargo, fue incluido en el Índice de los libros prohibidos de la Inquisición, cuya censura eliminó partes de la obra.

Del Lazarillo se hizo una segunda parte, también de autor anónimo, publicada en 1555 que relata cómo el protagonista, tras naufragar en el barco en el que viajaba a Argel, se convierte en atún.

Nota 1.-: en el capítulo hacen alusión a una ordenanza para pobres; se trata de las medidas que el ayuntamiento de Toledo tomó con respecto a la mendicidad en 1546 -duro año para la agricultura por la sequía que asoló toda la comarca- por la que se prohibía ejercerla a todos aquellos que no habían nacido en la ciudad. Pretendían así echarlos de las calles y obligarles a buscar un trabajo.

Nota 2.-: al final se ve cómo Lázaro y un monje comentan acerca de escribir la vida del primero. El religioso prefiere mantener el anonimato (se alude así a la teoría de los investigadores que creen que el autor no reveló su identidad debido al patente anticlericalismo) y adelanta que no será del agrado de la Inquisición pues la vida de Lázaro es completamente contraria a las grandes hazañas de Amadís de Gaula.


[1] La novela picaresca por antonomasia es el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán –escrita en dos partes y publicada en 1599 y 1604, por lo que hay quien ve El Lazarillo como una posible precursora del género-. Este género es problemático ya que los críticos no se ponen de acuerdo a la hora de fijar sus límites ni tampoco a la hora de interpretarla.

[2] De reconocer la existencia del amancebamiento, Lázaro podría ser condenado, según las leyes de entonces, a remar durante años en las galeras del Emperador –Carlos V- y su amo podría ser destituido como arcipreste.

[3] Era la pena que se imponía a las mujeres que mantenían relaciones con hombres de otra ley, ya que se consideraba herejía e incesto.

Aquí puedes leer la obra completa de La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y desventuras.

BIBLIOGRAFÍA

 

  • CALERO, Francisco. Juan Vives, autor del Lazarillo de Tormes. Valencia: Oficina de Publicaciones, Ajuntament de Valencia, Colección Minor, 2006.
  • LÁZARO CARRETER, F. Lazarillo de Tormes en la picaresca. Barcelona: Ariel, 1972.
  • La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Joseph V. Ricapito (ed.). Madrid: Cátedra, 1981.
  • Lazarillo de Tormes. Bienvenido Morros (ed.). Barcelona: Vicens Vives, Clásicos Hispánicos, 2010.
  • REY HAZAS, Antonio. La novela picaresca. Madrid: Anaya, Biblioteca Básica de Literatura, 1990.
  • RICO, Francisco. La novela picaresca y el punto de vista. Barcelona: Seix Barral, 1982.
La revuelta de los comuneros.

Por Aroa Velasco

¿Quiénes fueron los comuneros?

Seguro que más de alguna vez habéis oído hablar de los comuneros, pero muchos no sabéis muy bien qué es o quiénes son. Además, en este capítulo Amelia los nombra con un poco de alarma en la voz.

Pero ¿quiénes fueron los comuneros? Pues los comuneros fueron todos aquellos que participaron en las revueltas de la Comunidades de Castilla (de ahí su nombre) entre los años 1520 y 1521[1]. Y ¿cómo surgieron estas revueltas? ¿qué pretendían? Vamos a verlo detenidamente 😉

 

¿Qué fueron las revueltas comuneras?

Fue un movimiento revolucionario que fue organizado detrás de un frente de clase, y a donde entró todo el mundo, salvo los corregidores nombrados y los miembros del Regimiento que ostentaban sus cargos por el prestigio de la herencia. La Comunidad fue muy heterogénea en ese sentido, y su revuelta tuvo una profunda influencia en el destino posterior de España

La rebelión era comunitaria y se erigía en comunidad. Comenzó en  Toledo, en Abril de 1520 y a ella se unieron 12 ciudades españolas: Burgos, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid, León, Salamanca, Zamora, Toro, Cuenca, Guadalajara y Madrid[2].

La revuelta terminó en el campo de batalla de Villalar en Abril de 1521, aunque prosiguió hasta febrero de 1522 en Toledo.

 

¿Cuáles fueron las causas de esta revuelta?

Como toda revolución, hemos de buscar sus orígenes en los años previos a su llegada, en donde la sociedad prerrevolucionaria y los cambios estructurales de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI en Castilla tuvieron mucho que ver.

El crecimiento económico a lo largo del siglo XV dio lugar a nuevas industrias urbanas y a la construcción de una densa red de comunicaciones que ponía en contacto a productores y consumidores. Además, el crecimiento de las ciudades trajo consigo la creación y expansión de grupos sociales que no estaban vinculados a las grandes familias aristocráticas. Este desarrollo económico, la urbanización y el nacimiento del estado ponían en entredicho el estatus y la posición de élites tan bien instaladas como los grandes terratenientes y el clero[3].

 

Además de estos cambios, hemos de destacar la mala racha de cosechas, que unido a los altos impuestos y al monopolio de ciertos mercados (como el de la lana) por ciertos mercaderes, hizo que se caldeara el ambiente en núcleos gremiales como Segovia o Toledo.

La primera opción fue pedir ayuda al Estado, pero éste no podía hacer nada ya que se encontraba a su vez, en una profunda crisis, que duró (y perduró) hasta la llegada a España de Carlos I a finales de 1517.

La llegada del nuevo monarca no fue recibida con entusiasmo en España, y menos cuando Carlos I empezó a nombrar cargos públicos importantes a su corte flamenca, desplazando a los castellanos del poder.

Carlos I retratado por Tiziano
Carlos I retratado por Tiziano

Por si esto fuera poco, Carlos I fue elegido como nuevo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (y se le comenzó a llamar Carlos V)  y las ciudades, alarmadas por los costes económicos que este tipo de nombramientos pudiera acarrear, protestaron contra esta elección imperial y exigían explicaciones a Carlos I, quien se marchó a Alemania para su nombramiento, a pesar de la creciente oposición de las ciudades castellanas[4].

Juan de Padilla
Juan de Padilla

 

Este será el pistoletazo de salida para la revuelta, con la ciudad de Toledo como la primera en negarse a acatar el poder real, organizando las Comunidades, con Juan de Padilla como líder. Los toledanos ocuparon todos los poderes locales y difundieron los disturbios por las ciudades de la Meseta, siendo Segovia la ciudad que presenció los enfrentamientos más violentos.

Juana I de Castilla
Juana I de Castilla

 

 

El éxito de la expansión de la revolución se debe a que las reivindicaciones de los comuneros como prohibir la salida de dinero al Imperio, o reservar los cargos públicos a los castellanos, entre otros,  calaron en el resto de ciudades de la Meseta, llegando incluso a la idea de destronar al actual rey, Carlos I por Juana la loca, recluida entonces en Tordesillas.

Así es como la insurrección popular que exigía unas mejoras económicas en origen, se convirtió en una revuelta que amenazaba el poder real de Carlos I.

 

 

-El debate historiográfico

En Toledo en el año 1522, finalizó definitivamente la que se ha llamado la primera revolución española de la época moderna, y comenzó un debate historiográfico que ha continuado hasta nuestros días.

El debate en torno al significado y a la repercusión de esta revolución ha originado dos tipos opuestos de interpretaciones[5]:

-Desarrollada por los liberales del siglo XIX, quienes consideraban a los comuneros sus predecesores en la lucha por la libertad política y personal. Este pensamiento idealizó a los comuneros y surgió la otra interpretación.

-Durante la Restauración de los Borbones, se veía el estado centralizado como un signo de modernidad y de progreso y cualquier intento por obstruir este desarrollo, como serían las revueltas comuneras, se convertía en un hecho reaccionario.

A partir de estas dos posturas y hasta la actualidad, las teorías de uno y otro bando se han multiplicado.

[1] Pérez, 2005: 452-473.

[2] Chaunu 2005: 172-175.

[3] Chaunu, 2005: 159-170; Haliczer, 1987: 25-46.

[4] Lacarta, 1998: 79-91.

[5] Del Río, 2007: XIII-XXXIV.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Chaunu, P., La España de Carlos V. Biblioteca Historia de España, Barcelona, 2005.
  • del Río, F., Historia del levantamiento de las comunidades de Castilla 1520-1521. Urgoiti editores, Navarra, 2007.
  • Haliczer, S., Los comuneros de Castilla. La forja de una revolución (1475-1521). Universidad de Valladolid, 1987
  • Lacarta, M., Carlos V. Sílex, Madrid, 1998.
  • Pérez, J., Los comuneros. Biblioteca Historia de España, Barcelona, 2005.

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