Una semana más la serie de El Ministerio del Tiempo nos transporta a tiempos pasados de nuestra historia. Nadie sabe dónde está Julián ni si el nuevo personaje llega para quedarse indefinidamente. Intuimos, eso sí, que algo está a punto de suceder. ¿Lo sentís en el aire? ¿Se estará mascando la tragedia?

Pacino –Hugo Silva- se nos presenta como un policía del Madrid de los años 80 –en la primera temporada ya hablamos de la música de la Transición-. Es un agente experto en infiltrarse en bandas callejeras y en el mercado de la droga; hijo y nieto de policías que vive en la época de la movida, una época de cambios políticos y golpes de Estado que, de momento, no analizaremos aquí y una época también de cambios sociales, algunos para bien y otros, no tanto.

El argumento parece simple a primera vista: la patrulla debe atrapar a un asesino que ha logrado atravesar la puerta del tiempo. Sin embargo, el capítulo nos lleva a un pasaje de la historia del Madrid más macabro. Sucesos que aunque parecen salidos de un programa de misterios -y no, nosotros no vamos a hablaros de paradojas temporales- o una novela criminológica, fueron reales y ocurrieron en una calle y en una vivienda como la tuya.

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La casa de los crímenes. Calle de Antonio Grilo, número tres: historia trágica de Madrid

Por Irene Godino Cueto

Es en el número tres y no diez –como indican en la serie- de la calle de Antonio Grilo donde encontramos uno de los puntos más negros de la capital. Un lugar señalado por lo triste y trágico de los sucesos que ocurrieron tanto en su edificio más conocido como a pie de calle.

Contexto histórico y geográfico.

Una calle en principio conocida como de las Beatas por estar allí históricamente emplazado el que fuera el convento de Santa Catalina de Sena[1], actualmente Plaza de los Mostenses. El cambio de nombre se produjo a finales del siglo XIX cuando decidieron dedicar esta angosta calle -perpendicular a la de San Bernardo y a pocos metros de Gran Vía y Plaza de España- a la memoria del poeta y periodista cordobés Antonio Fernández Grilo, nacido en 1845 y conocido, entre otras cosas, por escribir una Oda al mar sin haberlo conocido nunca[2].

En esta misma época de la calle de las Beatas, haciendo esquina con San Bernardo, existió también y desde la Edad Media el Hospital de Convalecientes. Un hospital, primero de su género en toda España, regentado por sacerdotes de la hermandad de Santa Ana que se dedicaron a recoger a todos aquellos pacientes de hospitales y cárceles que, aunque ya tratados de la enfermedad y heridas que les aquejaran, aún necesitaban reposo y cuidados.

Sin embargo, lo que parecía un lugar de paz y recogimiento, de oración y ayuda al necesitado se fue tornando oscuro con el paso de los siglos y sin explicación alguna ante tanta casualidad macabra, puesto que a pesar de ser una de las calles más cortas de Madrid se trata también de uno de los lugares donde se han concentrado más crímenes a lo largo de los años.

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RTVE

Los crímenes de la calle de Antonio Grilo

Fue en 1776 cuando se inició el trágico historial de este lugar. Un día de verano de aquel año apareció de la nada el cuerpo de un hombre apuñalado cubierto de sangre. Reconocieron en él a Diego, un hortelano vecino de la zona con fama de honrado y padre de dos hijos pequeños que dejaba una viuda embarazada.

El cuerpo había dejado rastros de sangre que iban desde su cadáver tirado en plena calle de las Beatas hasta la parroquia de San Sebastián. ¿Por qué las pistas llevaron a esta iglesia? Hay que recordar que en aquel entonces cualquier persona perseguida por la justicia podía buscar asilo acogiéndose “a sagrado”.

El alcalde mayor tuvo por lo tanto que pedir permisos para interrogar a quien fuera que estaba allí escondido y de esta forma acabaron descubriendo que el asesino de aquel hombre había sido el cura de San Martín de Tours, quien se había prendado de Manuela, la joven costurera que le remendaba las sotanas y que vivía, precisamente, en nuestra famosa calle. Al parecer, la víctima había acabado harta de las serenatas que el sacerdote le dedicaba y había osado días antes del homicidio recriminar en público al enamorado, quien se tomó la justicia divina por su propia mano[3].

Haciendo un rápido recorrido por el tiempo, la zona parece atraer la desgracia desde antaño: en 1910 un vecino de esta calle, en un acceso de locura o depresión, se tiró por la ventana de un quinto piso muriendo en el acto. En 1911 dos niños, de diez y seis años, fueron atacados por un hombre que empleó un pañuelo con cloroformo para robarles la ropa. En 1913 un niño que iba montado en burro fue arrollado por un carro. En 1915 paseaba una pareja por Antonio Grilo cuando se toparon con un individuo que, sin mediar palabra y sin motivo aparente, se acercó al hombre y le degolló de un navajazo. En 1927 otro niño era atropellado también, esta vez por un coche. En 1958 paseó por allí uno de los más célebres asesinos que ha tenido este país. Jarabo, quien fuera el último ajusticiado por garrote vil en la capital, fue visto en el bar Nápoli –esquina con San Bernardo- tomando una cerveza con coñac la misma noche que cometió su famoso asesinato.

Aunque hubo más casos en los que no nos detendremos para no ahondar más de la cuenta en lo morboso, sí nos fijaremos en el número tres de la calle de Antonio Grilo. En un viejo edificio de más de ciento treinta años y apenas tres plantas sin ascensor que casi se ha convertido en personaje secundario de este capítulo debido a todos aquellos que fallecieron siniestramente en su interior.

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Se cuentan hasta ocho asesinatos desde hace poco más de setenta años a nuestros días, aunque los más conocidos y los que más páginas y portadas de crónica negra han llenado son los relacionados con el camisero hallado muerto en su cama, la familia asesinada por el propio padre y la madre que se deshizo de su hijo recién nacido.

El primero de ellos fue el ocho de mayo de 1945, el día en que se descubrió el cuerpo de Felipe de la Braña Marcos, un camisero de cuarenta y ocho años que vivía en el primer piso y al cual hallaron muerto en su cama con la cabeza ensangrentada apoyada sobre la pared, presentando signos de descomposición. Al parecer habían golpeado su cabeza con un objeto contundente, probablemente un martillo, una porra o un candelabro, barajándose el robo como uno de los móviles del asesinato.  Aunque los cajones y muebles de la casa se hallaron desordenados y todo apuntaba a un robo, se llegó también a comentar como motivo del asesinato una posible pelea de enamorados entre la víctima y su novio. En una de las manos del fallecido encontraron sujeto un mechón de pelo que Felipe debió arrancar a su agresor en pleno forcejeo. En cualquier caso, el crimen nunca fue resuelto puesto que las técnicas de identificación de ADN no permitían llegar más lejos en ese momento.

foto-portada-del-periodico-el-casoCasi dos décadas después, fue un parricidio cometido en la tercera planta el que consternó en mayo de 1962 a todos los españoles. Y no era para menos, ya que José María Ruiz Martínez, granadino de cuarenta y dos años, sastre de profesión y, como curiosamente suele suceder en estos casos, hombre de conducta intachable y de buena educación según sus vecinos, se levantaba un buen día antes de las ocho de la mañana y mataba sin venir a cuento a su mujer Dolores y a sus cinco hijos a tiros, martillazos y cuchilladas. No contento con la proeza y siempre bajo enajenación mental[4], fue mostrando por el balcón a sus hijos mutilados a un público que se había ido congregando horrorizado ante los gritos que se escuchaban desde la calle.

Aquí llegamos a distintas versiones de los hechos: unos aseguran que Ruíz Martínez gritaba a la gente que los había matado a todos “para no matar a otros canallas”, otros que aseguraba quererlos mucho pero “le habían dicho que tenía que matarlos”. Finalmente pedía que acudiese un sacerdote carmelita para recibir la extremaunción “ya que todos los de su familia descansaban felices”.

antonio_griloEl padre Celestino, del Templo Nacional de Santa Teresa, fue llevado hasta el lugar y entabló conversación por teléfono y desde el balcón del edificio de enfrente para convencerle de entregarse a la policía. El religioso se negó a darle los santos sacramentos porque el asesino pretendía suicidarse después. No pudo hacerse nada, el asesino se pegaba finalmente un tiro con su propia pistola.

El último de estos tres casos sucedió en 1964. Pilar Agustín Jimeno, de veinte años, dio a luz sin estar casada y para ocultar lo que la sociedad de entonces consideraba una deshonra –ser madre soltera-, ahogó a su hijo recién nacido, ocultándolo después en el cajón de una cómoda. De nuevo hay varias versiones: no se sabe si fue la pareja o la hermana de Pilar quien descubrió días después el cuerpo del bebé envuelto entre telas en el fondo del cajón.

Pilar no sería la única mujer que en la calle de Antonio Grilo necesitase deshacerse de sus hijos. En unas cuevas abandonadas que existen o existían bajo el número nueve aparecieron acumulados los restos de gran cantidad de fetos humanos, debido al parecer a que en la España de posguerra se utilizó el lugar para practicar abortos clandestinos.

Hoy esta calle no parece ser la puerta al infierno que os hemos descrito y los vecinos que habitan el número tres aseguran vivir con total tranquilidad. Si decidís pasear por ella encontraréis tiendas y pequeños negocios, además de un huerto vecinal y una librería. Nada que recuerde su negra historia.

Timeline-Hemeroteca con los sucesos de la calle Grilo:

Fuente: RTVE – Ministerio del Tiempo

[1] Fue doña Catalina Téllez, camarera de la reina Isabel la Católica, quien en 1510 fundó una Casa de Recogimiento, inicio del convento de Santa Catalina de Sena o Siena: https://artedemadrid.wordpress.com/2015/01/06/huellas-del-convento-de-santa-catalina-de-sena-en-lavapies/

[2] A pesar de ser considerado por muchos como un autor menor, además de convertirse en el poeta favorito de Alfonso XII, fue también académico de la Real Academia Española y trabajó como periodista y redactor en El Contemporáneo, El Tiempo, La Libertad y El Debate, consiguiendo que la propia Isabel II le costeara la edición de Ideales en París.

[3] El caso tuvo cierta importancia porque se trató de la primera vez en que un cura fue juzgado en Madrid por la justicia ordinaria. De común, la Iglesia enviaba a los sacerdotes a otra parroquia y dejaba olvidar el asunto. Aún así el cura, que fue condenado a muerte, recibió finalmente el perdón de Carlos III (Cruz, 2011).

[4] Un año antes del homicidio, Ruíz Martínez había acudido a la consulta psiquiátrica del Jefe del Servicio de Neuropsiquiatría del Instituto Nacional de Medicina, Higiene y Seguridad en el Trabajo, el doctor Fernández Armayor. En palabras del propio médico, el paciente sufría una grave depresión vital, tratándose de un auténtico ciclotímico en una fase depresiva endógena. En cristiano: Ruíz Martínez sufrió una psicosis maniaco-depresiva, que era y es una forma de perturbación mental caracterizada por brotes tanto de excitación como de depresión del ánimo.

El Diario de las Porteras y la España del morbo

Por Laia San José Beltrán

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Y es que con este peculiar sobrenombre se conocía el periódico El Caso, apodo que, por supuesto, le dieron sus detractores más acérrimos. Un periódico que se publicó durante más de 40 años y que marcó un antes y un después en el mundo del periodismo español en una época tan complicada para el mundo editorial como lo fue el Franquismo.

La historia tras el periódico

El domingo 11 de mayo del año 1952 se publicaba por primera vez El Caso, el semanario de sucesos de mayor éxito de la España del siglo XX, constituyendo no sólo un fenómeno de comunicación y un fenómeno social, sino un hito en el periodismo especializado de nuestro país.

Su redacción inicial se encontraba en Madrid, en la Calle Jordán número 1, un pequeño piso de la capital, y los ejemplares se imprimían en los talleres del diario Informaciones.

Fue fundado por Eugenio Suárez, a quien debemos la creación de un estilo propio de información de sucesos que muchos otros pondrían en práctica después, marcando estilo y creando escuela, y que albergó tantísimos seguidores que llegó a convertirse en uno de los periódicos de mayor tirada nacional durante la segunda mitad del siglo XX. Fue un producto adelantado a su tiempo ya que, gracias a su rentabilidad económica, surgió un importante conglomerado de periódicos y revistas que conformó uno de los primeros grupos de prensa que se creó en España, liderado por su fundador, el mencionado Eugenio Suárez.

El equipo de redactores inicial lo cerraban los periodistas José María Vega, Enrique Rubio, José Quílez y Margarita Landi, los fotógrafos Isidoro Cortina, Manuel de Mora y el dibujante Josechu Pinédo.

¿Cuántos ejemplares imprimía El Caso? Su primer número, en 1952, tuvo una tirada de 13000 ejemplares, que pasó a los 150000 una década después, para llegar a los más de 200000 en la década de los años 70 del siglo XX. Por aquél entonces, sólo superaban en tirada a El Caso los «semanarios del corazón» como ¡Hola!, Diez Minutos o Pronto, lo que hoy en día llamaos «prensa rosa».

La andadura de El Caso estuvo marcada por dos etapas bien diferenciadas:

  • Primera Etapa: De 1952 hasta 1987.
    • Subetapa: Durante la Dictadura de Francisco Franco (1952-1975)
    • Subetapa: Durante la Transición y primeros años de la Democracia (1975-1987)
  • Segunda Etapa: De 1987 hasta su cierre, en 1997.

La primera etapa estuvo dirigida por Eugenio Suárez, el fundador y propietario del diario. La segunda estuvo dirigida por Joaquín Abad, periodista y empresario que compró la cabecera del periódico y la mantuvo hasta su cierre en septiembre de 1997.

El contenido

2014-09-25_08-54-34_envenenadora2De todas las etapas y subetapas de El Caso la de mayor importancia y mayor éxito fue, sin duda, la que tuvo lugar durante la Dictadura, entre 1952 y 1975, no tanto por el diario en sí, sino por lo que significaba. Como se ha señalado, marcó un antes y un después en la historia reciente del periodismo español ya que su cometido principal era el de divulgar noticias sobre crímenes y hechos delictivos que ningún otro medio hasta la fecha se atrevía a publicar en aquella época. El Caso, sorprendentemente, supo zafarse – más o menos – de la censura, curiosamente gracias a la ayuda de la Iglesia.

Recordemos que por aquél entonces España sufría severas restricciones informativas y las autoridades, más concretamente La Dirección General de Prensa, autorizó la creación del diario con la condición expresa de no publicar más de dos «noticias de sangre» a la semana, esto es, la noticia de dos asesinatos u homicidios a la semana. Sin embargo, el éxito que tuvo el periódico en sus cuatro primero números hizo que el límite permitido de asesinatos a mostrar descendiese de dos a uno sólo.

¿Por qué esta restricción? La imagen del país debía mostrar paz y tranquilidad y a los gobernantes no les interesaba que se difundiera en exceso la criminalidad. Y es que la imagen que el régimen pretendía mostrar en aquél momento era la de un país en paz en la que no sucedían este tipo de acontecimientos. Sin embargo, sucedían. Mucho más de lo que la gente creía.

El Caso divulgó los sucesos más escabrosos que se producían en un país prácticamente cerrado a la información y fue testigo de la España real y profunda, frente a la oficial que pretendía mostrar el régimen. El Caso ayudó a poner de manifiesto y mostrar una parte de la España muy poco conocida o, mejor dicho, muy poco mostrada. Muchos de los crímenes que se cometían en el país se llevaban a cabo en pequeños pueblos con altísimos índices de analfabetización y grandes condiciones de atraso, muchos cometidos por venganzas y rencillas familiares que coleaban de decenios atrás. Pobreza y analfabetismo que daban como lugar las más truculentas historias que, gracias a El Caso, España entera comenzaba a conocer.23233023

La información estaba racionada por el Ministerio de Información y Turismo, no sólo por las restricciones políticas, sino porque el semanario recibió quejas de algunas asociaciones de padres de familia, órdenes religiosas, cofradías seglares y colectivos puritanos que se sentían ofendidos por los contenidos del diario. Curiosamente, sabemos que el director del semanario terminó con estas críticas solicitando un asesor clerical del obispado madrileño, al que adjudicó un buen sueldo por su tarea, que consistía en no cargarse ni una cuartilla y llevarse muy bien con todo el equipo de El Caso, como declaró en su día uno de los redactores que formó parte de dicho equipo. Durante los años cincuenta el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, estuvo a punto de cerrar el periódico, cosa que evitó el Obispado de Madrid, aludiendo que eran ellos quienes tenían la competencia de la censura por la que debía pasar el semanario, y nadie más. El Caso se salvaba de nuevo, gracias a la Iglesia.

Durante los años sesenta, la aparición de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, conocida como «la Ley Fraga» suavizó en cierta medida la censura y a partir de los años 70 El Caso amplió sus contenidos informativos añadiendo noticias del corazón, crónicas sociales y todo tipo de hechos pintorescos.

Fue calificado por algunos sectores periodísticos y sociales – por supuesto, de forma despectiva, – como el «diario de las porteras». Sin embargo, la realidad de las cifras de tirada y ventas demostraron que no sólo lo leían los conserjes, sino personas de toda condición y estatus del país. Incluso la Policía y la Guardia Civil, quienes llegaron a tener una estrecha relación con Margarita Landi, quien acudía con asiduidad a los lugares de interés para sus artículos (lugares del crimen, dependencias policiales, tanatorios, morgues…) y a quien, incluso, la policía llegó a mandar coches que la recogiesen y la llevasen a dichos lugares.

Curiosamente, con la llegada de la Democracia y la apertura de la libertad de prensa y la desaparición de la censura, El Caso empezó a declinar hasta su quiebra en 1987, cuando fue comprado por Joaquín Abad. El Caso ofrecía noticias que interesaban en la España de Franco, porque eran transgresoras, porque desafiaban a lo permitido (aun estando dentro de la legalidad y la permisividad), pero no cuajó en la España democrática, en la que ya no había nada prohibido de publicar.

Se le llamó sensacionalista y – aunque es innegable que lo fue, sobre todo en sus aspectos formales y en el tratamiento gráfico de las imágenes que utilizaba, por ejemplo, en la portada – esto no significó que también fuese lo que actualmente conocemos como amarillista, puesto que no inventaba las noticias. No engañaba a sus lectores ni inducía a dudas; todo lo contrario, buscaba en exclusiva los sucesos que acontecían en la calle y sus redactores lo difundía con un estilo claro, curdo y directo.

Se trataba de un periodismo cercano a los lectores, popular, en el que adquiría gran importancia la figura del «reportero de calle» que utilizaba como reclamo el crimen, la delincuencia o los hechos curiosos y extraordinario que tenían lugar en la sociedad española de la época.

¿Por qué Franco lo permitió? Según algunos estudiosos del periodo Franco lo permitió porque los ciudadanos, al estar distraídos con las noticias de crímenes y otros sucesos delictivos que aparecían en El Caso, no pensaban en cuestiones políticas. Y es que éste era un periódico que informaba sobre temas absolutamente ajenos a la política y servía de medio para el entretenimiento y para saciar el morbo innato del ser humano.

El contenido principal de sus noticias estaba relacionado con el mundo de los delitos y los asesinatos eran los que ocupaban un lugar preferente en las portadas. Eran muy valorados también los sucesos curiosos y extraordinarios, hubiese sangre de por medio o no.

El continente

el-caso-portada-21En el éxito de El Caso jugaron un papel importantísimo tanto el contenido, como el continente. El primer número del semanario costaba dos pesetas, tenía dieciséis páginas, en formato tabloide y texto apretado. Los titulares de portada iban en color rojo, a un tamaño muy grande y acompañados de escabrosas fotografías e imágenes.

Uno de los signos distintivos de este diario fueron las portadas espectaculares con fotografías impactantes y la exageración intencionada de los titulares, pero sin mentir ni tergiversar la veracidad o autenticidad de la noticia. Además de en la portada, las fotografías e ilustraciones completaban la información también de los artículos,

Aunque seña de identidad, las portadas variaron con el tiempo, pudiendo distinguir las aparecidas entre 1952 y 1975 y entre 1975 y 1997. Durante la época franquista las portadas de El Caso eran visualmente llamativas, con grandes titulares en letras de color rojo y grandes fotografías e ilustraciones impactantes, pero mesuradas, para no herir sensibilidades. Estas primeras portadas tenían un diseño más cercano al folletín y a las publicaciones que aparecieron en España a principios del siglo XX, donde un determinado suceso ocupaba la primera página, representado mediante un elaborado dibujo y un título, a modo de cubierta de una novela, en la parte inferior. En las portadas de los años cincuenta era habitual que aparecieran ilustraciones del dibujante Pinédo que reconstruían gráficamente los hechos acontecidos.

A medida que avanzaron los años cincuenta las portadas evolucionaron, para modernizarse en los años sesenta, aunque sin dejar de lado los llamativos titulares y las grandes fotos ilustrativas. Tras la muerte de Franco, al producirse la apertura democrática, las portadas de El Caso se volvieron mucho más sensacionalistas y se generalizó la expresión de que las portadas de El Caso «chorreaban sangre».

Usera 1981, el barrio de Pacino en El ministerio del Tiempo

Por Heavy de Pelo Corto (Jorge García de Pablo)

Al principio del capítulo vemos aparecer por primera vez a Pacino, policía del Madrid de 1981. A ese tiempo y lugar ya viajaron en el quinto capítulo de la anterior temporada, donde conocimos Carabanchel, el barrio de Julián, acompañados de la música del concierto de Leño. Voy a analizar la primera escena de este nuevo capítulo, cargada de significado que nos sirve para conocer mejor al personaje de Pacino, donde la música es nuevamente vehículo que nos facilita el recorrido.

El boom inmobiliario de Usera

Esta vez nos trasladamos a Usera, un barrio de características muy similares a Carabanchel por su situación en la periferia sur madrileña. Madrid sufrió un enorme crecimiento entre los años 50 y 60 provocado por la gran cantidad de inmigrantes que viajaron del campo a la ciudad en aquellos años. El dato demoledor y prueba de este crecimiento es que la ciudad pasó de 1.471.000 habitantes en 1950 a 3.158.820 en 1981. Esta situación provocó un enorme problema de falta de vivienda en la capital, donde empezaron a aparecer barriadas y chabolas obreras en las periferias, especialmente zona sur, sin ningún tipo de servicio público y bastante mal comunicadas con el resto de la ciudad. Hacia los años 50 el Instituto Nacional de Vivienda pone en marcha planes de urgencia para construir bloques de pisos baratos donde realojar a toda esta gente y a la que continúa llegando cada día. Centrándonos en la zona de Usera, pasan de ser huertas a calles Orcasitas, Los Almendrales o San Fermín, ampliando en 1954 buena parte de la zona sur del distrito a costa de terrenos anteriormente pertenecientes a Villaverde, que por entonces era aún municipio independiente.

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Vista aérea de Orcasitas. De https://urbancidades.wordpress.com

Este crecimiento urbano rápido y, en ocasiones, desordenado dio lugar a la carencia de servicios municipales y un cierto aislamiento que se fueron supliendo con el paso de los años. La población también creció rápidamente, impulsada por los inmigrantes y por sus hijos, que dieron a estos barrios una media de edad joven. Fue un problema grave el paro juvenil y los dos años que pasaban desde que finalizaba la enseñanza obligatoria con 14 años hasta que, con 16, el Estatuto de los Trabajadores les permitía empezar a trabajar, ya que muchos de estos jóvenes de familias humildes no continuaban sus estudios por falta de recursos o por falta de escuelas de oficios en los nuevos barrios. Esta situación, la falta de recursos económicos y el mencionado aislamiento y “lejanía” de la zona central de Madrid dieron lugar a un caldo de cultivo perfecto para la delincuencia juvenil, agravada por el problema de drogadicción de los años 80. Sólo hay que darse un paseo por las hemerotecas de los periódicos nacionales para descubrir noticias de detenciones de jóvenes menores de edad y de los elevados niveles de delincuencia juvenil en Usera, San Blas o Vallecas.

En este entorno es en el que vemos en los primeros minutos del capítulo desenvolverse a Pacino, con una soltura que nos lo presenta como un policía curtido. Todo un fichaje como agente del Ministerio al que Irene presenta como “Jesús Méndez, detective de la policía en la brigada de estupefacientes del distrito de Usera en el Madrid de 1981, apodado por sus compañeros como ‘Pacino’”.

Mucha policía, poca diversión

“Mucha policía, poca diversión” es la frase que se puede leer en un grafiti en la primera escena y en la intro, una frase no casual y, a mi parecer, maravillosamente elegida. Se trata de una canción de Eskorbuto grabada en su primer sencillo en 1983, que resulta tremendamente adecuada al contexto de la escena. Eskorbuto es un grupo de punk vasco nacido en 1980 en una época en la que este género, junto al rock urbano y el heavy metal experimentó un auténtico boom en España. Sus fans e integrantes de los grupos se criaron, en buena medida, en barrios como Usera y demás periferia y zonas obreras de las principales ciudades. Sus letras, cargadas de contenido social y político, reflejaban muy bien la situación de estos jóvenes en la época, en un contexto de conflicto de clases por un lado y choque generacional en unos tiempos muy cambiantes por otro. Además, en la escena vemos a jóvenes consumiendo heroína, que fue un grave problema en España a partir de la transición y hasta principios de los 90, y motivo de conflicto con la policía en numerosas ocasiones. El mundo de la música se vio inmerso en este problema y, precisamente, Iosu Expósito, miembro de Eskorbuto, fue adicto a la heroína y murió de SIDA en 1992. Es sólo un caso visible entre los miles de jóvenes anónimos que murieron en estos años a causa de esta droga y las enfermedades derivadas de su consumo.

El rock duro por entonces congregaba en conciertos a miles de jóvenes de Madrid y Barcelona donde, además de los grupos nacionales que comenzaban a tomar gran relevancia, el fin de la dictadura abrió la puerta a consagrados grupos internacionales. Aunque la mayoría se desarrollaron sin incidentes, en Usera el 20 de junio de 1980 tiene lugar uno de los altercados más famosos durante un concierto. El conocido como “Motín del Mosca” tuvo lugar durante una vista de Lou Reed a la capital. Según periódicos y testimonios de protagonistas que se pueden encontrar en la red, el concierto comenzó con dos horas de retraso porque los miembros del grupo se vieron atrapados en el caos circulatorio que provocó una huelga de transportistas en Madrid. Al poco de empezar el concierto, alguien arrojó un objeto al escenario, lo que provocó que el grupo abandonase el escenario. Aunque se trató de calmar los ánimos, el público, ya caliente por el retraso, ante la evidencia de que el grupo no iba a volver se abalanzó contra el escenario y destruyó y arrampló con todo lo que pudo. Dicen las malas lenguas que muchos locales y grupos de la Movida se equiparon con los frutos de ese saqueo.

La radio del coche de Pacino

El Sonido Caño Roto
Portada de El Sonido Caño Roto de Los Chorbos.

Alguno se habrá dado cuenta de cómo, hábil y sutilmente, he traído este escrito hacia mi terreno, el del rock, cuando no se escucha rock en ningún momento del capítulo. Pero no quiero dejar de mencionar la que verdaderamente es la banda sonora de la primera escena, la música conocida como Caño Roto que lleva Pacino en el coche. El nombre y origen viene del disco de Los Chorbos de 1975 llamado Sonido de Caño Roto, en referencia a su barrio de origen, el madrileño Caño Roto. Este barrio es producto, enlazando con el principio del artículo, de los planes de construcción de vivienda de la capital de los años 50, los conocidos como poblados dirigidos. El disco, como no podía ser de otra manera con este nombre, alberga historias de barrio que sirven de banda sonora tremendamente adecuada a la primera escena del capítulo. Musicalmente, el estilo del Caño Roto es una evolución del flamenco fusionado con otros ritmos como la rumba o el soul y acompañado de órganos Hammond. Es un ejemplo de la reforma y evolución que sufrió el flamenco en los años 70, con músicos que dejaban de lado la escena más purista y componían influenciados por otros estilos como la rumba, el jazz, el soul o el rock. A lo mejor la música de Los Chorbos no resulta tan conocida, pero otros grandes nombres como Los Chichos, Camarón de La Isla o Paco de Lucía fueron exponentes clave de este aperturismo del flamenco hacia nuevos estilos.

Como veis, nada es casual en esta primera escena y es por ello que quiero aplaudir el principio del capítulo. Si os fijáis, he hablado de poco más que de la primera escena, apenas 5 minutos que me han dado para hablar bastante.

 

 

 

 


BIBLIOGRAFÍA

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Hidalgo, Carlos. “Los ocho asesinatos de la casa maldita” (3 de mayo de 2013) Madrid: ABC. Recuperado de: http://www.abc.es/madrid/20130503/abcp-ocho-asesinatos-casa-maldita-20130503.html (Consulta: 23 de febrero de 2016)

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Prestan declaración los familiares de las víctimas del suceso ocurrido en la calle de Antonio Grilo” (3 de mayo de 1962) Madrid: ABC, página 69. Recuperado en: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1962/05/03/069.html (Consulta: 26 de febrero de 2016)

Un demente mata a su esposa y a cinco hijos y se suicida” (2 de mayo de 1962) Madrid: ABC, página 57. Recuperado en: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1962/05/02/057.html (Consulta: 26 de febrero de 2016)

«El Caso. Aproximación histórico-periodística del semanario español de sucesos«. Rosa Rodríguez Cárcela. Universidad de Sevilla.

Desarrollo urbanístico de los barrios de Usera. Urban Idade https://urbancidades.wordpress.com/?s=usera

San Blas es el primer distrito de Madrid en delincuencia juvenil. Hemeroteca El País http://elpais.com/diario/1980/11/05/madrid/342275061_850215.html

Lou Reed en el Motín del Mosca. Solo-Rock http://www.solo-rock.com/2014/01/lou-reed-en-el-motin-del-mosca/

15.000 personas asistieron, al festival de «rock» duro de Usera (Madrid). Hemeroteca El País 7 de julio de 1981 http://elpais.com/diario/1981/07/07/cultura/363304814_850215.html

Heroína. Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Hero%C3%ADna#Consumo_y_.22boom.22

El Sonido del Caño Roto. La Fonoteca. http://lafonoteca.net/disco/el-sonido-cano-roto/

 

Si quieres utilizar este texto perteneciente a Historia 2.0, no olvides citarnos de la siquiente forma:

«El tiempo en sus manos» en: Analizando históricamente el Ministerio del Tiempo; Capítulo 10. (26 de febrero de 2016) Historia 2.0 [Blog]. Recuperado en:  http://historiadospuntocero.com/ministerio-del-tiempo-capitulo-10-el-tiempo-en-sus-manos/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

 

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