reto historico verano

RETO de Verano 2.0 : Dinos qué monumento, museo o sitio con historia has visitado este verano y cuéntanos qué es, algo de su historia y por qué lo has elegido.

Podéis mandarnos un museo, una exposición, un monumento, un yacimiento arqueológico… ¡Lo que más os guste!

¿Cómo tenéis que participar en este reto? Debéis mandarnos un correo a reto@historiadospuntocero.com con una explicación del lugar visitado y respondiendo al reto. Si podéis, mandadnos también una imagen del mismo. A medida que vayamos recibiendo las respuestas las iremos publicando en esta misma entrada y os mandaremos un diploma exclusivo por vuestra participación.

Si aún no sabéis qué es El Reto de Historia 2.0, pinchad aquí para saberlo. Asimismo, en el enlace que os facilitamos tenéis el banner del reto para descargalo y poder ponerlo en vuestras webs o allá donde queráis como participantes de El Reto Histórico.

¡¡Animaos a participar y que la historia os acompañe!!

 

Respuesta de los usuarios al Reto

[spoiler title=’Miquel Plana Murciano – «La Naveta des Tudons»‘ collapse_link=’true’]

La Naveta des Tudons es una construcción funeraria prehistórica situada en Ciutadella de Menorca, utilizada entre 1200 y 750 aC. El monumento mide unos 13,6m de largo por 6,4m de ancho. Su nombre viene dado porque su diseño recuerda a una nave invertida, y es la única con esta forma.
Se trata de una tumba colectiva, que fue restaurada en los años 50, donde aportó los restos de al menos 100 individuos y objetos de sus depósitos funerarios (pulseras de bronce, botones de hueso y cerámica).
La naveta, es una de las construcciones talayóticas mejor conservadas de Menorca, además es el monumento prehistórico más famoso de la isla y de las Baleares. Y se dice que es el edificio más antiguo de toda Europa.
Naveta

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[spoiler title=’Miquel Plana Murciano – «Torre den Gaumés (Alaior)» ‘ collapse_link=’true’]
Torre d’en Gaumés (o Galmés) es un poblado talayórico situado en Alaior, es uno de los yacimientos arqueológicos más grandes de las Baleares. Cronológicamente, perduró desde la época pretalayótica (antes del 1400 aC) hasta la época romana, aunque también se han encontrado algunos restos de época medieval. No obstante, la mayoría de las estructuras visibles en la actualidad corresponden a la edad del Hierro.

El poblado se encuentra situado sobre un pequeño cerro desde el que se puede avistar gran parte de la costa sur de Menorca. Debido a su situación elevada y por contar con tres talayotes, se cree que Torre d’en Gaumés ejercía una supremacía estratégica sobre otros poblados de la isla.

Además de los tres talayotes, encontramos una taula (monumento ceremonial único en Menorca, construido por dos enormes piedras lisas, una encima de la otra, en forma de T), varias viviendas, una sala hipóstila (sala con columna, donde pudo servir como almacén) y un sistema de recogida de agua que cuenta con cisternas en el suelo donde mediante piedras se filtraba el agua sucia.

Torre
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[spoiler title=’Raúl Rodrigo – Daroca (Zaragoza)’ style=’default’ collapse_link=’true’]

Este fin de semana hemos estado en Daroca (Zaragoza) donde además se celebraba un mercado medieval. Es un pueblo rodeado de muralla y que al contrario de la mayoría de poblaciones medievales en lugar de estar situado en altura, lo que facilitaba su defensa, está en el fondo de un barranco.

Dice la leyenda que sería la Jerusalén de Europa. Además hemos podido visitar los resultados de las excavaciones que sacaron a la luz la antigua entrada norte de la población y que se encuentra unos cinco metros por debajo del nivel actual de la población Os adjunto la foto explicativa de la heráldica del escudo de la ciudad y de la Colegiata de Santa María de los Corporales y de las puertas de acceso Puerta Alta actual (norte), y que como comentaba esta a nivel superior a la original y la Puerta Baja que ha sufrido distintas restauraciones. Hay editada numerosa bibliografía sobre la misma, dada la importancia de la misma con el correr del tiempo.

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[spoiler title=’Miguel Barbero Álvarez – ‘ style=’default’ collapse_link=’true’]

Viena es una ciudad realmente espectacular. La capital de Austria alberga una cantidad considerable de monumentos, museos, jardines y calles rodeadas de edificios de aspecto imponente y elegante. Todo el mundo admira la altura y la resistencia al tiempo de la Catedral de San Esteban, disfruta de la extensión de los jardines y del lujo del Palacio de Schönbrunn, enmudece de asombro en la Plaza de los Héroes de la corte Hofburg o sueña con disfrutar de algún concierto en la Ópera o en el Musikverein (Asociación de la Música).

Sin embargo, existen otros muchos lugares merecedores de admiración, disfrute, asombro y sueños que no se encuentran por lo general entre los destinos de la masa turística. Concretamente, el Pabellón de la Secesión, el edificio Urania y la exposición de Egon Schiele y Wally Neuzil, en el Museo Leopold, me han proporcionado algunos de los mejores ratos que he vivido en Viena.

El Pabellón de la Secesión, o Secession a secas, se erige tímidamente en un extremo de la Plaza de San Carlos, que comparte con la Politécnica de Viena, varios museos, el Musikverein y la iglesia de San Carlos Borromeo. Sin embargo, se trata de una construcción de corte radicalmente opuesto al de sus vecinos, ya que se trata del bastión del Modernismo (Secessionsstil) por antonomasia de la ciudad.

El Secession destaca sobre todo por la mezcla de estilos que componen su aspecto exterior. Esto se debe al trabajo conjunto de muchos artistas que aportaron su granito de arena para que el edificio tuviese una parte “suya”. De esa forma podemos ver que la parte baja de la fachada se compone de formas rectangulares puras mientras que la parte alta se aglomera alrededor de una esfera dorada con motivos florales, llamada Krauthappel (repollo) por los vieneses.

Los motivos florales se repiten encima y alrededor de la entrada y de las ventanas, y en algunos lugares de la fachada se pueden identificar elementos de la imaginería clásica, como cabezas de górgona o lechuzas de Minerva. Estos detalles, junto a las escaleras de entrada rodeadas de pebeteros, dan al Secession la apariencia de templo, un lugar donde venerar al arte.

El edificio data de 1898 y sirvió inicialmente como sala de exposición para las obras de la Asociación de Artistas de la Secesión (cuyo nombre se atribuye a su ruptura con la Academia de las Artes de Viena, más conservadora), cambiando las exhibidas anualmente según la temática. Desde su destrucción en la Segunda Guerra Mundial y su posterior reconstrucción el pabellón ha albergado exposiciones de arte contemporáneo, aunque su elemento más atractivo proviene de sus días de esplendor en el fin de siècle.

Con motivo de la exposición anual de Modernismo de 1902, dedicada a Ludwig van Beethoven, Gustav Klimt (el por aquel entonces presidente de la Asociación de Artistas de la Secesión) cubrió las paredes de su sancta sanctorum con su propia interpretación pictórica de la Novena Sinfonía de dicho compositor, en forma de un friso de una belleza sobrecogedora.

A pesar del carácter temporal de la obra, hoy en día se puede contemplar (aunque incompleta) en el sótano del pabellón.

Las partes conservadas aluden a la búsqueda de la felicidad del ser humano. El soldado de armadura dorada (en la primera parte) representa a la humanidad dispuesta a alcanzar la felicidad, alentada por la ambición y la compasión, solamente separada de ella por los demonios y tentaciones como la enfermedad, la muerte, la lujuria o la gula (en la segunda parte). La tercera parte alude a la poesía, representada como una musa, como sublimadora de la felicidad y muestra el clímax como un beso rodeado de coros celestiales.

Cuando entré por primera vez al sótano del Secession para contemplar el friso de Klimt reinaba un silencio absoluto, pese a encontrarse la sala repleta de gente: a dicha obra de arte le rodea una atmósfera onírica que provoca admiración y sobrecogimiento. Fue una de mis experiencias más bonitas en Viena, y creo que todo el que visite la ciudad austríaca debería visitar el Pabellón de la Secesión para vivirla también.

Descubrí el edificio Urania por casualidad, mientras miraba el mapa de Viena para descubrir si había algo interesante y cercano al puerto fluvial desde el que debía partir el barco que nos llevaría a visitar el Danubio. El nombre me pareció precioso (dado que es el de la Musa de la Astronomía) y decidí visitarlo al terminar el crucero.

La ubicación del Urania es privilegiada. Se encuentra en la confluencia del río Viena con el canal del Danubio, entre dos puentes, frente al ensanche de la URSS y en un extremo del Ring (avenida que rodea el centro urbano) de la ciudad, rodeado de zonas verdes.

Cuando visité este edificio me sorprendió la paz y la calma que reinaban en él, pese a encontrarse en uno de los lugares de más tránsito y bullicio de la capital. Su interior alberga una sala de cine, un teatrito, salas de conferencias, aulas de idiomas, pequeños recintos de exposiciones y una claraboya y cúpula de astronomía en la última planta.

La relación con la cultura de este curioso edificio viene de largo: erigido a principios del siglo XX, fue la sede de la primera Sociedad Astronómica de Austria y contenía un pequeño observatorio y salas de estudio. A medida que avanzaba el siglo su fama y sus instalaciones aumentaban, e intelectuales de varios países (tanto científicos como literatos) pasaron por sus salas y archivos, e incluso desarrollaron varias teorías y escribieron libros en su interior.

Como instituto astronómico, dentro del Urania se realizaron algunos de los más importantes experimentos de física de Austria, entre ellos el cálculo más preciso de la hora en el huso CET, y se realizaron los primeros avistamientos astrales con telescopios de refracción.

Aunque, para los austríacos, el nombre Urania es sinónimo de educación para el pueblo, ya que durante toda su historia (y de hecho, continúa) el gobierno ha apostado por la impartición de cursos de todas clases para los habitantes de la ciudad en su interior, amoldando su precio según la economía local.

Hoy en día también se proyectan las películas del Festival de Cine de Viena en su interior, y existe una cafetería muy agradable que mira hacia el canal del Danubio a la que los ciudadanos les gusta acudir y relajarse, ya que parece ser que el Urania es todo un icono en la ciudad a pesar de ser casi desconocido fuera del país.

La ubicación, el significado y el ambiente del Urania me encantaron. Puede que no sea el lugar con más fama mundial ni el más espectacular ni el más bonito de Viena, pero es uno de esos raros sitios con los que uno establece una conexión y se siente cómodo en su interior.

Durante mi estancia en Viena el Museo Leopold mostraba una exposición sobre la influencia de Wally (Valerie) Neuzil, la primera amante y musa del pintor austrohúngaro Egon Schiele, sobre la obra del mismo.

Es de sobras conocido el repertorio de dibujos y pinturas de estética erótica de Schiele, y Wally es la protagonista de gran parte. El deseo que la joven inspiraba en el artista fue el origen de una de sus etapas más fructíferas, aunque era su relación sentimental lo que tornaba la temática de su obra.

La exposición, estructurada según los “períodos” del pintor, dejaba bien claro el impacto del estado de la relación entre ambos personajes sobre las preferencias de Schiele a la hora de plasmar imágenes sobre el papel o lienzo y, pese a considerarse hoy en día su amor como algo ligado solamente al arte y a la atracción física, pueden reconocerse unos sentimientos profundos del artista respecto a su compañera desde sus obras.

La primera parte de la exposición contaba cómo se conocieron ambos jóvenes, a base de carteos y citas furtivas. La muestra de la obra del pintor de ese momento consta de bocetos de figuras femeninas en actitudes insinuantes, propio de un hombre joven descubriendo a la mujer.

Más adelante sus dibujos van tomando formas más claras, algunos incluso con toques de color en cabelleras, ojos y prendas determinadas como respuesta al mayor conocimiento de Schiele de la intimidad femenina. Algunas de sus pinturas representan a la misma chica de pelo cobrizo y ojos grandes y azules, que obviamente se trata de Wally.

Llega un momento que la pareja se muda a una casa de un pueblo de la llanura checa, donde Schiele obtiene más libertad para crear. Allí es cuando su relación con Wally llega a su punto álgido. Los dibujos, ya llenos de color, muestran poses más provocativas, incluso mostrando las partes más íntimas de la mujer, y las representaciones de su compañera superan en número a las de otras jóvenes locales que Schiele contrata como modelos.

No obstante, empieza a revelarse una parte turbia del carácter del artista, ya que se atreve a pintar cuadros de paisajes lúgubres y naturalezas muertas oscuras.

Ambos amantes vuelven a Austria, pero se nota que su relación se ha deteriorado de alguna forma. Las figuras que pinta Schiele se desproporcionan, se retuercen y adoptan poses antinaturales, aunque el erotismo sigue primando. La gama de colores se apaga, aunque las representaciones de Wally inspiran más dulzura que oscuridad.

Ya comenzada la Primera Guerra Mundial, Schiele conoce a otra mujer y se casa con ella por interés. Wally se niega a permanecer como amante suya, y decide servir como enfermera en la Cruz Roja austríaca para desconectar de su vida con él. Schiele empieza a pintarse a sí mismo junto a su esposa Edith en posiciones amorosas, como si de un intento de dar celos a Wally se tratase, al no haberse representado nunca juntos.

Wally muere por escarlatina en un hospital, y al enterarse Schiele, empieza su etapa más turbia y oscura. Olvidándose de su mujer, se dedica a plasmar en lienzo los horrores de la guerra: cadáveres, ciegos, bebés abandonados, paisajes destrozados, todo con la estética oscura y retorcida antes mencionada, pero de manera mucho más exagerada que en su período checo.

Por último, antes de su muerte, Schiele parece que se recobra y vuelve a sus orígenes. Vuelve a representar figuras femeninas, pero de una manera más lánguida y nostálgica: sus mujeres aparecen solamente desnudas, de pie y sentadas, pero ninguna en pose insinuante o erótica. Además, todas sus figuras (o al menos las mostradas en el museo) tienen pelo cobrizo y ojos grandes y azules.

La exposición me conmovió. Los expertos consideran a Wally el culmen del deseo de Schiele y aseguran que la base de su relación fue el deseo sexual y la inspiración artística que conllevaba. No dudo la veracidad de esa afirmación, pero me dio la sensación de que la relación entre ambos llegaba a capas más profundas que la mera atracción física. Salí del museo con la idea de que un cariño, un amor triste y silencioso que nunca llegó a hacerse presente del todo entre Schiele y Wally llegó a existir entre los dos, y confieso que incluso llegué a sentir un poco de tristeza por el trágico desenlace de su relación.

Aquella joven de cabellos cobrizos y ojos grandes y azules es un personaje a tener en cuenta para comprender mejor el Expresionismo austríaco.

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[spoiler title=’Eduardo Cabrero (Corresponsal en la Historia) – Puebla de Sanabria, Zamora’ style=’default’ collapse_link=’true’]

Cuando el tiempo me lo permite, siempre me escapo donde puedo, cerca o lejos, dentro o fuera de nuestras fronteras, y la verdad es que el destino siempre lo marca algún lugar histórico que quiero visitar. En este caso, para hacer propaganda de mi tierra, aprovechando el fin de semana medieval que hemos tenido, voy a hablaros de Puebla de Sanabria, en Zamora.
Esta villa medieval, al igual que todos los pueblos de esta zona de la comarca de Sanabria, tienen su historia ligada al protagonista de esta esquina de la provincia de Zamora, el fascinante lago de Sanabria. En Puebla, su castillo se alza en lo alto de una colina, con total control sobre todos los territorios de alrededor. Quizá levantada la primera fortificación allá por los siglos V o VI durante el avance de los reyes leoneses hacia el sur, la fortaleza como tal ya aparece en documentos del siglo XII, siendo la estructura que hoy puede contemplarse edificada bajo el mandato del conde D. Rodrigo Alonso Pimentel de Benavente, en el siglo XV. Se conserva perfectamente, y es todo un lujo poder recorrer su interior, ampliamente explicado.
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Además de su castillo, Puebla de Sanabria ofrece un viaje al pasado al pasear por prácticamente todas sus calles. Desde el puente que cruza el río Tera, hasta sus altos miradores que permiten ver los tejados de pizarra negra de la arquitectura sanabresa hermanada con la gallega, pasando por sus callejones empedrados.
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Una visita que recomiendo a todo el mundo.

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