El presente artículo se enmarca en un trabajo del máster de Arqueología relacionado con Granada en la Alta Edad Media y se divide en una serie de dos entregas en la que expondré una visión histórica y arqueológica de la ciudad de Granada bajo el gobierno de la dinastía que la fundó como tal desde un punto de vista histórico y arqueológico.
El origen de la dinastía Zirí.
El grupo Zirí provino de una asociación mayor de bereberes denominada Barani. Los ziríes habían sido tradicionalmente aliados del califato fatimí de Egipto, aunque en la práctica eran usados como tapón para contener a los aliados de los omeyas y a los mismos omeyas en el Norte de África. Fue en 972 cuando el califa fatimí les cede el gobierno de Ifriqiya para contener a los enemigos ya mencionados, y, aunque en teoría eran aliados y estaban al servicio de los fatimíes, en la práctica ejercían un gobierno independiente. Este territorio será gobernado por los ziríes hasta 1148, momento en que los normandos de Sicilia acabarán con ellos.
Se ha especulado mucho sobre por qué este grupo tribal llegaría a la Península, y lo más aceptado es que fueron atraídos por Almanzor en el marco de su reforma militar, entre el año 1000 y el 1003. Poco a poco irían destacando dentro del ejército en las campañas y aceifas emprendidas contra los cristianos del Norte hasta el punto de ser la fuerza predominante, siendo así los máximos beneficiarios de las reformas emprendidas por Almanzor y sus sucesores para desmilitarizar a la población y pasar a estar controlada por un cuerpo experto de mercenarios.
La ciudad de Eliberri a la llegada de los ziríes.
Antes de mencionar el establecimiento de esta tribu en Medina Elvira y después en Granada, debemos precisar brevemente en qué estado se encontraría aquel lugar que después vería nacer a Granada. Como sabemos, Iliberri (llamado así el oppidum de época prerromana) había acogido a la población ibero romana que, tras la caída del Imperio, había mantenido su residencia en la ciudad si bien es cierto que de forma mucho más reducida y precaria, produciéndose así en la ciudad un retraimiento urbano como fue la norma general en todas las ciudades romanas. Según las noticias que se pudieron tener de la primera llegada de los beréberes que conquistaron la Península, Eliberri (sólo llamada así en época visigoda) era en el siglo VIII un lugar bastante despoblado ya pues hay quien sostiene que, tiempo atrás, los restos de la aristocracia visigoda había emigrado a un lugar más propicio, llevándose con ellos el nombre de Eliberri para dar lugar a lo que después sería Medina Elvira. En Eliberri en cambio quedarían sobre todo importantes grupos de judíos formando una gran comunidad en un arrabal que recibía el nombre de Garnata.
La ciudad contaría con la categoría de hisn o fortaleza desde el 712 aproximadamente, pues no es hasta el siglo XI con el asentamiento zirí en que se convierte en madina. Con todo, la historia de Granada entre los siglos IX y X está muy oscurecida y poco documentada, tan sólo para constar su presencia en los conflictos relacionados con la fitna y poco más. Es con la pacificación del territorio por parte de Abderramán III cuando un grupo de población árabe pasa a asentarse en Granada, aunque no se puede afirmar en qué cantidad y en cuánto tiempo. Lo que sí es cierto es que cuando esto sucedió, Medina Elvira comenzó a decaer y a perderse en el olvido.
De Medina Elvira a la refundación de Granada.
Todo parece indicar que Medina Elvira se fundó hacia el siglo VIII aunque gran parte de sus habitantes eran muladíes o antiguos cristianos. Por otro lado la certeza arqueológica de la pervivencia de una necrópolis cristiana y de época visigoda en lo que se conoce como el pago de Marugán, añade otro dato más a la población allí asentada previamente. Además tenemos el dato de la fundación de una mezquita aljama en la ciudad cuya fecha del fin de las obras databa entre el año 849-850, lo cual nos puede dar a entender que Medina Elvira alcanzó su apogeo en el siglo IX precisamente.
Las razones que llevaron a ziríes a repoblar Granada fueron principalmente estratégicas, ya que la ubicación del Albaicín sobre una colina ofrecía excelentes posibilidades de defensa en caso de problemas y además el ambiente de lucha que había caracterizado a la fitna había dejado grabado a fuego en la mente de los elvirenses que el hisn Garnata había sido inexpugnable para ellos, aún con Omar ibn Hafsún a la cabeza. No sólo eso sino que la colina del Albaicín se alza en el centro del Surco Intrabético, lo que permite dominarlo así como todas las Cordilleras Béticas, con su centro en la depresión del río Genil. El control de las comunicaciones de Este a Oeste era muy sencillo. Por si esto no fuera suficiente, el Albaicín permitía el control de toda la vega de Granada pues, al estar irrigada por el Darro y el Genil, los recursos hidráulicos y productivos eran ciertamente abundantes.
Medina Elvira quedó en ruinas tras la marcha de sus pobladores, ya que, si bien hasta aquel momento había podido satisfacer las necesidades de sus habitantes, el incremento demográfico debido a la venida de nuevos musulmanes de África provocó que los recursos comenzaran a ser cada vez más limitados.
Los reyes de la taifa de Granada.
Con el traslado a Granada se inicia pues el período que finalmente podemos calificar como el de la Granada zirí. El suceso se da hacia el año 1013, para poco después, en 1018, darse el total abandono de Medina Elvira. Este suceso se nos ha transmitido meridianamente claro, ya que, recién acabado el traslado y la construcción de la nueva Madinat Garnata, se produjo una batalla entre los ziríes y los partidarios del nuevo califa cordobés Abderramán IV Al Murtada, con fecha entre el 8 de Mayo de 1018 y el mismo día de 1019. La victoria zirí fue clamorosa, encontrando el califa poco después la muerte de manos de Zawi b. Ziri, el protagonista de los sucesos. Este personaje es, como decimos, con el que comienza como tal la dinastía zirí del reino de Granada, aunque poco después partirá a Cairuán para hacerse con el poder en el emirato zirí del Norte de África aprovechando la muerte de su rival Badis. Desgraciadamente allí encontraría la muerte.
Con su sucesor, Habus b. Maksan (1019-1038), se dará la reforma del ejército mediante la división del territorio en circunscripciones militares a cargo de personas de confianza con el cometido de reclutar soldados en una cantidad proporcional al territorio designado, un sistema parecido al omeya. También se le atribuyen la construcción de la alcazaba y de las primeras defensas de la ciudad, ampliadas y perfeccionadas por su sucesor. Se haría con el control además de Jaén y Cabra entre 1028 y 1029, comenzando a rivalizar directamente con la poderosa taifa de Sevilla. También ejercería una especie de protectorado sobre Almería.
Su sucesor, Badis b. Habus (1038-1073), derrotó a los almerienses, conocedores de las tensiones internas que había conllevado la sucesión de Habus. Como resultado, territorios de Almería fueron anexionados a los territorios del reino de Granada y de nuevo se restableció el protectorado preexistente. Los enfrentamientos con Sevilla continuaron, produciéndose algunas victorias, pero el hecho más relevante fue la ocupación de la taifa de Málaga en 1056, tras el derrumbe del califato Hammudí. En esta ciudad Badis edificaría la inexpugnable alcazaba, aún hoy erguida, y al frente de la ciudad dejaría a su hijo y heredero Buluggin Sayf al-Dawla. A pesar de otros detalles que no es menester desgranar aquí, podemos decir que en el sultanato de Badis asistimos a la etapa de mayor esplendor político, territorial y económico del reino de Granada, abarcando, desde Oriente con Baza hasta Écija y hasta Ronda en el Occidente, y desde Baeza y Jaén al Norte hasta el Mediterráneo al Sur.
Será con Abd. B. Bulukkin (1073-1090) con quien se cierre la dinastía zirí de Granada, ya que en 1090, fue destronado por el emir almorávide Yusuf b. Tasufin. Su reinado se caracterizará por la presión combinada de Alfonso VI y de la taifa de Sevilla para hacer desaparecer al reino de Granada. Al comienzo de su reinado, el rey leonés le exigirá el pago de 20.000 dinares en concepto de parias, algo a lo que el sultán se negará y que dará pie a que el sultán de Sevilla y el rey realicen una alianza para hostigar al reino zirí. Finalmente ante el incesante acoso de los sevillanos y la conquista de Toledo así como la posterior ocupación por parte de Alfonso VI de Alcalá la Real obligarán a que el sultán acceda al pago. La tregua vino de manos de un pacto de no agresión y la devolución de Alcalá la Real a cambio de Martos, Estepa y Castro del Río a la taifa sevillana. Por otra parte, Alfonso VI percibiría un tributo anual de 10.000 meticales. La estrategia del rey cristiano era sumamente astuta, pues alimentaba el odio y el enfrentamiento entre los abadíes sevillanos y los ziríes granadinos, sin gastar ni un solo hombre en guerras y percibiendo además parias de unos y otros. Poco a poco las revueltas y el descontento dentro de las fronteras del reino zirí hicieron palpable su descomposición, presa fácil para los enemigos hasta que, con la tercera incursión almorávide, la dinastía zirí de Granada terminó para siempre.
Bibliografía.
SARR MARROCO, B.J.J.: La Granada Zirí (1013-1090). Análisis de una taifa andalusí. Tesis Doctoral. Director: Antonio Malpica Cuello. Universidad de Granada, 2009.
GUICHARD, P.: “Crecimiento urbano y sociedad rural en Valencia al principio de la época de los reinos de Taifas (siglo XI)” en Estudios sobre Historia Medieval, pp. 153-174, Valencia, 1987.
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