Aunque pensar en nazis buscando cálices sagrados en Barcelona pueda parecer algo digno de una película de aventuras a lo Indiana Jones con cierto toque ibérico, las visitas que Himmler (el reichführer) hizo al monasterio situado en la comarca catalana del Bages y a otros lugares de la geografía española, como veremos después, fueron hechos totalmente verídicos.
Como suelo hacer, para entender el contexto y los hechos que desembocaron en tal acontecimiento voy a comenzar, como es lógico, por el principio.
Nos situamos por lo tanto en un momento de la Historia donde vemos a un niño, Adolf Hitler, que vivió una infancia rodeada de símbolos religiosos y mágicos. Ya en su juventud se sintió a traído por las narraciones de las viejas leyendas alemanas, convirtiéndose en voraz lector de las publicaciones esotéricas más famosas del momento[1].
Demostró una gran fidelidad a la lectura, devorando todo cuanto caía en sus manos, con especial preferencia hacia textos filosóficos, políticos y esotéricos. No se cansaba de releer obras como la de los escritores Karl May o Gustav Schwab que representaban el legendario mundo de la antigua historia alemana, y fue un gran aficionado a las óperas del compositor alemán Richard Wagner, cuyo universo musical estaba totalmente asociado a antiguas leyendas nórdicas sobre el Santo Grial y otros temas mitológicos, escandinavos o germánicos, como el anillo de los Nibelungos.
En su cabeza empezaron desde joven a rondar de forma irracional héroes, objetos con poderes sobrenaturales, ayudas divinas y seres fantásticos, hasta que se terminó forjando no sólo el carácter de alguien que llegó a considerarse el salvador de su patria y un elegido de los dioses, sino también el ideario nazi donde se mezclarían la política con las creencias religiosas.
De hecho, acabó interesándose tanto por el ocultismo y el esoterismo que intentó aumentar sus capacidades para aprovecharlas en beneficio mutuo.
Ya que Hitler era un gran lector, se sabe también que visitaba con asiduidad la biblioteca imperial del antiguo palacio Hofburg, pero sobre todo, visitaba continuamente una vieja librería especializada en ocultismo situada en la parte antigua de Viena donde su librero, Ernst Pretzche, guardaba literatura antisemita, cartas y símbolos astrológicos y reproducciones de alquimistas en plena investigación. Pretzche estaba relacionado con grupos que llevaban a cabo prácticas de magia negra y fue quien acabó suministrando al futuro líder del partido nazi drogas -en concreto, peyote- para que pudiera obtener el don de la visión que Hitler deseaba obtener.
Todas estas experiencias e ideas le llevaron a ser instruido por una serie de oscuros personajes procedentes de sociedades secretas ocultistas alemanas que le ayudaron a crear un partido, el NSDAP, en el que el componente esotérico se convirtió en una pieza fundamental del ideario nazi.
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¿Cuáles fueron esas sociedades secretas esotéricas y ocultistas?
La primera de ellas fue la sociedad esotérica Thule[2] – Thule-Gesellschaft -. Dietrich Eckart fue un escritor y dramaturgo antisemita considerado como uno de los primeros mentores esotéricos de Hitler, al que conoció en 1920 en el NSDAP –Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei-. Eckart pertenecía al grupo, una sociedad que contaba entre sus dirigentes con personas de la burguesía media-alta así como trabajadores liberales y que estaban consagrados a las tesis pangermánicas más extremas que afirmaban la idea de la superioridad racial de los germanos. El dramaturgo sería quien, en 1922, invitase a Hitler a entrar en la Sociedad.
“Así como volvéis a estar entre nosotros, lo que estáis haciendo es regresar a vuestra comunidad. Reencontráis Thule. Con nosotros alcanzáis el imperio invisible y eterno de nuestros antepasados del Norte.” Palabras rituales del gran maestre de Thule en la ceremonia de admisión.
No es casualidad que muchos de los que dirigirían tiempo después el III Reich estuvieran entre las filas de adeptos de esta logia: Alfred Rosenberg (filósofo del nazismo), Rudolf Hess (número dos del régimen nazi) y por supuesto, Heinrich Himmler, aunque en un círculo dentro de la logia distinto al de Hitler (el Führer se encontraba en aquel círculo secreto de iniciados del Grial).
Himmler [3] era el más fanático creyente de las ciencias ocultas y se dice que siempre le acompañaban dos libros, el Bhágavad-Gitá y el Parzival de Eschenbach. Una vez en el poder, se hizo con la dirección de las terribles SS -un cuerpo de élite con los que formaría una auténtica Orden Negra que seguiría los preceptos del antiguo paganismo germano y los dogmas de fe del nazismo como creencia religiosa.
Sería Himmler quien en 1935 presidiera y dirigiera otra de estas sociedades, la Deutsches Ahnenerbe – Sociedad para la investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana, o Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte -. En la cúspide de las SS podemos encontrar a miembros de la Ahnenerbe que habían pertenecido en su mayoría al grupo Thule.
La Ahnenerbe estaba dividida en diferentes departamentos, uno de ellos prestaba atención al estudio del antiguo alfabeto rúnico que tanta importancia tendría en la simbología del nazismo. En 1938 se crearía otro departamento, el de arqueología germánica, que es el que se encargaría de tan excéntricas expediciones para encontrar las reliquias sagradas. Otros departamentos serían: el de leyendas, el de la geografía sagrada o el de ciencias paranormales, entre otros. Los trabajos realizados se clasificaban como asuntos secretos del Reich.
Unos párrafos antes comenté los círculos a los que pertenecían el Führer o Himmler. Bien, dentro de las SS existían varios de ellos y uno en concreto estaba formado por los «elegidos». Éstos fueron doce miembros de las SS sentados en torno a Himmler, como si fuesen los doce caballeros de la mesa redonda artúrica – recordad la influenzia de Parzival en personajes como Himmler e incluso Hitler -, en una de las estancias del castillo medieval Wewelsburg, en Westfalia. El Camelot nazi. Un edificio que querían que se convirtiera en el centro de la religión nazi y en cuya restauración murieron dos mil esclavos.
El propio Himmler habitaba en las dependencias del ala sur y guardaba una biblioteca de unas doce mil obras de temática ocultista. Bajo los muros del castillo, en la cripta, se encontraba la sala de los muertos, un recinto abovedado y circular, como podéis observar en la fotografía superior, y en cuyo centro se erigía una pira para quemar los cuerpos de aquellos seleccionados como «elegidos» y albergar así sus cenizas en cada uno de los doce habitáculos preparados para ello.
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Pero, ¿por qué hablo de este castillo? ¿Qué relación guarda con la búsqueda del Grial en España?
En este recinto se hallaban estancias vacías en donde los miembros de la Ahnenerbe deberían ir colocando los objetos de culto y poder sagrado – lo que llamarían Tesoro Espiritual de la Orden Negra- que fuesen encontrando en sus expediciones: el Santo Grial -que les otorgaría un poder que les haría invencibles para dominar el mundo-, el Arca de la Alianza, la Santa lanza de Longinos, las calaveras de la Diosa de la Muerte -calaveras de cristal halladas en Centroamérica-, el Bastón de Mando -o martillo de Wotan- y la Piedra del Destino formaban parte del repertorio codiciado.
Y aquí entra en escena Otto Rhan, especialista en Filología e Historia Medieval que en 1931 empezó a investigar el tema cátaro – su tesis versó sobre la herejía cátaro-albigense[4] y el poema de Parzival-. Terminó realizando las investigaciones más serias sobre el Grial para las SS.
El trabajo de Rhan no pasó desapercibido y conoció a los dirigentes más importantes del nazismo, entre ellos, a Himmler. De esta forma, Otto Rhan entra en las SS para trabajar en el departamento de ocultismo de la Ahnenerbe.
La investigación efectuada por este especialista llevaría a Himmler a la basílica de Montserrat, en Barcelona.
La montaña de Montserrat se encuentra a pocos kilómetros de Montségur y está históricamente relacionada con el mito artúrico del Santo Grial[5].
Himmler llegaría pues a Barcelona la mañana del 23 de octubre de 1940, acompañado por oficiales de las SS y por el general Karl Wolf -jefe de Otto Rhan-.
Se encargó al padre Ripol darles la bienvenida debido a que era el único que hablaba alemán y porque el resto de los abades conocían la actitud nazi contraria al catolicismo. Parece ser que cuando se dirigían hacia el interior de la basílica, Himmler se negó rotundamente a visitarla, manifestando que sólo estaba interesado en el mundo existente bajo la montaña.
Quizá su interés se debía a que es cierto que la montaña de Montserrat está plagada de innumerables cuevas y simas y asentada sobre un lago subterráneo. Hoy también se cuenta que incluso cuando se produce alguna avería en el monasterio, los encargados contratados a tal efecto, bajan con los ojos vendados a las cámaras subterráneas, cerradas no sólo al turista general sino también a la mayoría de los monjes. Habría que confirmar esta historia.
Sin embargo, Himmler tampoco pudo llegar a su objetivo. Himmler se alojó en el Ritz de Barcelona y allí le robaron un maletín donde supuestamente guardaba los planos de los conductos subterráneos de la montaña de Montserrat. Parece ser que el servicio secreto inglés, que entonces tenía bastante presencia en Barcelona, contó con la ayuda de un camarero para hacerse con el maletín. ¿Vais situando lugares y personajes de la serie?
Himmler se impacientó y decidió entonces enviar a Otto Skorzeny -coronel de las SS que consiguó rescatar con tan solo ocho hombres a Mussolini, prisionero de las fuersas aliadas-. Debió pensar que si alguien tan valeroso y eficiente no lo conseguía, no podría hacerlo nadie. Éste, aplicó su lógica militar y volvió a Montségur [ver notas a pie de página] para trazar en línea recta la que debió haber sido la ruta de escapada de los cuatro cátaros. A varios kilómetros de allí, en una gruta cercana a la montaña de Tabor, hallaron supuestamente el botín que estaría compuesto por miles de monedas de oro de la época romana y posterior, así como multitud de reliquias sagradas que podrían proceder posiblemente del tesoro de Salomón.
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Pero entonces, ¿encontraron o no los nazis el Santo Grial?
Jean Michel Angebert nos cuenta que el 16 de marzo de 1944 un grupo de franceses fue a recordar los setecientos años de la caída de los cátaros de Montségur y, una vez dentro del castillo -que estaba custodiado por soldados nazis- pudieron observar cómo un avión alemán sobrevolaba el lugar, dibujando en el cielo una gigantesca cruz celta -emblema utilizado por los heréticos cátaros-, justo el mismo día que Skorzeny ponía rumbo de vuelta a Alemania tras haber encontrado algo en Tabor.
Al final del artículo se encuentra otra de las historias que aseguran que el Grial pudo haber sido encontrado por los nazis y cómo éstos lo custodiaron en otras montañas donde suceden extrañas situaciones, al más puro estilo de Cuarto Milenio.
Pero los nazis no sólo visitaron Barcelona y Montserrat. Según el investigador José Antonio Solís, Wilhem Canaris – jefe del Abwehr, servicio secreto nazi; espías- visitó un par de veces el Museo Arqueológico Nacional de Madrid -fueron acompañados por agentes del antiguo SIM o Servicio de Inteligencia Militar español-, donde se interesó por algunas piezas concretas egipcias traídas en 1871 en la fragata española Arapiles. Las piezas desaparecieron del museo y curiosamente, poco tiempo más tarde, se comenzaron las excavaciones en el norte de Egipto en busca del Arca de la Alianza.
También visitarían El Escorial, ya que Felipe II llegó a guardar más de 7420 reliquias en sus dependencias -recogidas de Flandes, Alemania, Italia Dinamarca y Portugal-, y Toledo para conocer el verdadero nombre de Dios de manos de los judíos y la pista de la mesa de Salomón.
Aquí en España, Franco también se interesó por las reliquias, sabiendo que podría utilizarlas como elementos de control, por lo que ordenó rastrear la Península en su búsqueda. De esta forma, el arzobispo de Valencia pudo contarle al Generalísimo otra historia del Grial, aquella que asegura que se guarda en la catedral de la ciudad porque habría llegado hasta allí tras haber pasado por el monasterio de San Juan de la Peña (Jaca, Huesca, Aragón), huyendo de las invasiones árabes y napoleónicas y pasando por Zaragoza y Montserrat. Punto de conexión entre distintas historias.
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¿Y besó Himmler la imagen de la Moreneta?
Se cuenta que efectivamente se negó, aunque no podría afirmar que fue por ser precisamente moreneta, negra. He de decir que tampoco he encontrado datos fiables acerca de este momento.
También se narra que Himmler, visitando el museo del monasterio, vio los restos de un hombre íbero de grandes dimensiones. Cuando el padre Ripol se lo explicó de esta forma, Himmler se enojó y dijo que «los íberos eran oriundos del norte de Europa».
[1] Ostara, Briefbücherei der Blonden und Mannesrechtler (Ostara, nombre de la Pascua germánica procedente de una antigua divinidad indogermánica): Revista esotérica y racista que comenzó a publicarse en 1905 de la mano de Joris Lanz, un benedictino renegado y atraído por los movimientos sectarios del cristianismo (agnósticos, cátaros, templarios y rosacruces). Durante dos décadas sería el panfleto publicitario de las teorías nacionalistas y ocultistas de las que se nutriría el primitivo nazismo. En ella, Lanz presenta el Grial como una especie de acumulador de energías de las que la raza aria (indoeuropeos venidos del este, fundadores del pueblo alemán) extrae su poder y su legitimidad superior frente al resto de razas, en tanto que los arios son “hijos de los dioses” y por ello, reciben el cáliz para conservar sus facultades superiores. La publicación era tan extremista que Lanz, en su libro Teozoología, defendía una necesaria esterilización de los enfermos y las raza inferiores y glorificaba a su vez la raza aira entendiéndola como «hombres-dioses».
Se defendió tanto la pureza de sangre y raza durante el nazismo que, el 12 de diciembre de 1935, Himmler pondría en marcha el proyecto Lebersborne (fuente de vida en alemán) a través del cual se seleccionaban hombres y mujeres arios por criterio genético (eugenesia) para la cría selectiva de nuevos y perfectos alemanes.
[2] Thule, en la mitología alemana era un paraíso perdido en el norte del océano Atlántico. Los ocultistas alemanes creían que en la Antigüedad existieron allí superhombres dotados de poderes increíbles y que Alemania debía recuperar la grandeza perdida desde entonces y sobre todo, desde la I Guerra Mundial (28 de julio de 1914 – 11 de noviembre de 1918). Como sociedad ocultista, originalmente fue denominada Grupo de Estudio de la Antigüedad Alemana (Studiengruppe für germanisches Altertum). Esta sociedad era la sucursal en Munich de las Germanenorden Walvater del Santo Grial (una escisión de la ONT, la orden de los germanos) y tuvo vínculos con la Golden Dawn (Aurora Dorada) del Reino Unido y con el mago negro Aleister Crowley que, antes de la I Guerra, había ingresado en la OTO (Ordo Templi Orientis), grupo ocultista alemán con sede en Berlín y liderado por Theodor Reuss el cual, afirmaba tener la llave de todos los secretos masónicos y herméticos. Para entrar en esta logia Thule, debían facilitar una fotografía para que el gran maestre examinara al candidato y así descubrir en los rasgos antropométricos huellas de sangre impura. Además, tenían que jurar la pureza de esa sangre hasta tres generaciones. Curiosamente, Adolf Hitler entraría en la Sociedad cuando las reglas de admisión aún eran un tanto laxas en cuanto al tema de la pureza racial.
[3] Se creía la reencarnación de Enrique I, rey de Germania y emperador de Alemania en el año 910.
[4] En torno al 1200 existía en Languedoc (sudeste de Francia) una extraña corriente religiosa, catarismo. Éstos, a pesar de formar parte de la Iglesia de Roma, no creían en la muerte de Jesús crucificado por los romanos y defendían que Luzbel (Lucifer) era un ser benefactor para los hombres. Por eso mismo, el Papa Inocencio III los declaró secta herética y en 1208 comenzaron su genocidio. Los últimos cátaros fueron sitiados en la fortaleza de Montségur, en los Pirineos franceses, pero en 1244, el ejército del Papa consiguió quemarlos en una hoguera (en el lugar que hoy se conoce como “Camps del cremats”, Campo de los quemados). Cuatro de aquellos cátaros consiguieron escapar de la quema descolgándose de la escarpada cima de la montaña en la que se asienta Montségur y se cree que así pudieron salvaguardar el llamado “tesoro espiritual”. Sin embargo, no se sabe si aquello que salvaron fue la copa sagrada o el auténtico evangelio de San Juan.
[5] La ópera Parsifal de Wagner se estrenó por primera vez en Barcelona y en los primeros versos de la misma, el compositor alemán dice:
“ En el cielo hay un castillo y su nombre es Montsalvat”.
[Curiosidad]
Para Lesta (2006), el «tesoro espiritual» de la Orden Negra podría, efectivamente, haberse salvado e incluso haber sido descubierto. En su libro – citado en la bibliografía- nos cuenta que el 2 de mayo de 1945, un día después del suicidio de Hitler (no voy a entrar de momento en otras teorías), un destacamento de la élite de las SS compuesto enteramente por oficiales interceptó la ruta Innsbruck-Salzburgo para permitir a un convoy que descendía desde el llamado nido de águilas alpino de Hitler, abrirse camino entre el avance de las fuerza aliadas.
Este convoy, desombocó en la encrucijada del Isar y su valle y prosiguió el ascenso a alta montaña. Llegados al pie del macizo de Zillertal, un pequeño grupo escogido de entre el destacamento de élite, recogieron un pesado cofre de plomo y tomaron el camino en dirección al glaciar Schleigeiss, al pie del Hochfeiler -montaña de 3000 metro de altitud-. Allí, en la vertical de una cornisa, podría haber sido enterrado el misterioso cargamento.
Sin embargo, los rumores se extendieron por la zona y pronto, muchos curiosos, quisieron ir a la caza del tesoro.
Lo que encontraron allí fue un terrible fin. Casi todos aparecían muertos y mutilados e incluso, decapitados.
También según esta historia, se calculaba que el glaciar devolvería los objetos enterrados en él en torno a los años 1990-1995, pero parece ser que esperando este momento hay una guardia compuesta por fieles a la Orden Negra para recoger lo que les pertenece.
Por si acaso, prefiero no ir a comprobarlo, pero si alguno de vosotros se atreve a tal aventura en calidad de reportero, estaremos esperando en Historia 2.0 a que nos contéis vuestro descubrimiento. Volved sanos y salvos 😉
Os recomiendo la lectura de Lesta para estas cuestiones. En la bibliografía.
BIBLIOGRAFÍA.
- ANGERBERT, Jean Michel. Hitler y la tradición cátara. Barcelona: Plaza & Janés, 1972.
- LESTA, José. El enigma nazi. El secreto esotérico del III Reich. Madrid: Edaf El archivo del misterio de Iker Jiménez, D.L. 2006.
- RÁMILA, Iván. España y los enigmas nazis. La historia secreta jamás contada. Madrid: Espejo de Tinta, Colección Historia Apócrifa, D.L. 2006.
- SOLÍS, José Antonio. Nazis en Egipto. La Coruña: El arca de papel, 2002.
- Biblia de Gutenberg: la primera obra salida de imprenta - 07/02/2016
- Laika, el primer ser vivo en órbita espacial. - 08/12/2015
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