Hace poco ha fallecido Nigel Terry, que interpretó al rey Arturo en la magnífica Excalibur de 1981. Este año marca también la reedición del juego de rol Pendragón y el 40 aniversario de la divertidísima comedia Monty Python and the Holy Grail (o, en España, los caballeros de la mesa cuadrada). De forma que me parece tan buen momento como cualquier otro para hablar del rey que fue y volverá, Arturo de Pendragón.
A lo largo de este artículo, se asume que el lector está mínimamente familiarizado con los personajes más importantes del mito. Estos son, además del propio Arturo, su esposa Ginebra y el noble Sir Lancelot (cuyo romance secreto acaba con la caída del reino), así como el traicionero Mordred. El lector también debe entender que aquí se habla de las versiones escritas que han llegado a nuestros días. Sin duda existen otras gestas, canciones y poemas que se han perdido irremediablemente.
El compendio de historias que hoy conocemos como “ciclo artúrico” hunde sus raíces en una serie de relatos populares, de transmisión oral, surgidos a finales del siglo V y principios del siglo VI después de Cristo.
Antes de la caída del imperio romano de occidente (en 476), las legiones romanas se retiraron de la actual Gran Bretaña. Fue entonces cuando el rey Vortigern (que acabaría convirtiéndose en un personaje cuasi mítico) invitó a tres pueblos germanos a la isla para que se instalaran como mercenarios. Estos serían jutos, anglos y sajones. Por desgracia, la idea fue un desastre y los germanos se adueñaron de Britannia.
Así aparece un conjunto de historias sobre la valiente lucha de los jefes romano-britanos contra el invasor. Historias que, con el tiempo, acabarían transformándose en las aventuras de corte caballeresco que conocemos hoy.
Podemos afirmar que el rey Arturo nunca existió. De haber un personaje histórico, ni siquiera se llamaría así y sería tan diferente a la imagen al monarca de la leyenda que no tendría sentido compararlos. Al contrario de lo que ocurre con la mayor parte de los mitos de la antigüedad, se puede atribuir al ciclo artúrico una cualidad “ficticia” muy interesante, ya que se compone de una serie de obras (en verso o prosa) escritas por autores con nombre y apellido que intentaban o bien entretener o bien enseñar, pero que rara vez fantaseaban con la idea de que lo ocurrido era real. Exactamente igual que ocurre con la fantasía moderna.
A todo esto, hay que tener en cuenta que muchas de estas historias se mezclaron con la tradición céltica de la isla, sobre todo en el país de Gales. A este respecto cabe destacar la leyenda de Culhwch y Olwen, en la cual la corte del rey Arturo se encuentra anclada en un mundo mágico de animales parlantes y monstruos. Un mundo en el cual, hasta el menos conocido de los caballeros es capaz de realizar hazañas impensables para un ser humano corriente.
Sin embargo, las supuestas raíces celtas del mito no están nada claras. Para empezar, las fuentes son escasas y nada parece indicar que estos relatos fueran anteriores a los escritos hechos para las cortes cristianas en los siglos XII y XIII. De hecho, la propia historia de Culhwch y Olwen no puede encontrarse en ningún manuscrito anterior al año 1100.
El mitólogo Joseph John Campbell define cuatro etapas en la formación de la llamada Materia de Bretaña:
- El momento mitogenético 450-950
A finales del siglo VI San Gildas, el sabio, recuerda hechos de su infancia sobre la resistencia frente a los germanos, pero no cita a ningún rey. El caudillo de la resistencia es llamado Aurelio Ambrosio. En el poema Y Gododdin (perteneciente al siglo IX o X), se dice de cierto héroe que tenía un valor excepcional «a pesar de que no era Arturo«. Sin embargo, muchos estudiosos creen que la estrofa en la que aparece el legendario rey podría haber sido añadida en el siglo XIII.
La primera mención directa de Arturo es la que hace el monje Nennius en la Historia Britonum (en el siglo IX), y en la que Arturo no pasa de simple dux bellorum, o jefe militar. Ya en el X, en los Annales Cambriae, se menciona a un tal Merdraut (Mordred) que muere junto con Arturo en Camlann. Nada indica en este breve texto que un personaje muera a manos de otro… ¡ni siquiera que luchen en bandos opuestos!
- El período oral de desarrollo pre-normando y 3) período oral de desarrollo tras la invasión.
Esta es una única etapa que va desde el año 950 hasta el 1140. Sin embargo, es importante dividirla en dos segmentos.
En 1066 el duque Guillermo de Normandía invade Gran Bretaña y derrota al rey Harold en la célebre batalla de Hastings. Este hecho es enormemente relevante para la tradición británica, porque los normandos se apropian del mito para sus propios intereses políticos.
Ya que Arturo había derrotado a los sajones en un pasado remoto y Harold era anglosajón, los invasores podían presentarse como los restauradores de una tradición más antigua. Si tuvieron éxito o no, es lo de menos. El hecho es que la popularidad de la leyenda artúrica creció a pasos agigantados, tanto en la isla como en el continente.
- El periodo de desarrollo literario.
Esta es la última etapa de creación del mito y, quizás, la más importante. Campbell la subdivide, a su vez, en otras cuatro:
- Épica patriótica anglo-normanda 1137 – 1205.
- Novelas corteses francesas 1160 – 1230.
- Leyendas religiosas del Grial 1180 – 1230.
- Épica alemana 1200 – 1215.
Alrededor de 1140 se publica la Historia Regum Brittanniae del clérigo Geoffrey de Monmouth. Su intención era construir una obra histórica al estilo de la de Heródoto y, al igual que hizo el sabio griego, adorna su escrito con gran cantidad de elementos fantásticos.
En la narración de Geoffrey (en prosa latina) ya están prácticamente todos los elementos de la leyenda: Arturo es un rey feudal, aparece Merlín el mago, el cruel Uther Pendragón, Gawain, Excalibur, e incluso la infidelidad de Ginebra (con la diferencia de que aquí el amante de la reina es el propio Mordred).
Por cierto, la génesis de Merlín es, cuanto menos, curiosa. Se dice basado en Myrddin Emrys, que aparece en la Historia Britonum profetizando al rey Vortigern que un dragón rojo y un dragón blanco combatirían (siendo esto una representación de la guerra contra los germanos).
Cuando Geoffrey de Monmouth escribe su Historia Regum Brittaniae, coloca a Myrddin como consejero del rey Uther Pendragón y padrino de su hijo Arturo. Pero, al escribir en francés, debía latinizar el nombre. Eso sería convertirlo en «Merdinus», que sonaba en aquel entonces igual de ridículo que ahora. De forma que Monmouth se limitó a cambiar la «d» por una «l» transformándole así en Merlinus, o Merlín en español.
Es poco después, durante el siglo XII, cuando la reina Leonor de Aquitania dedica buena parte de su fortuna a patrocinar las artes, especialmente a los trovadores. Esto provoca la introducción del amor cortés en los romances artúricos, hasta entonces centrados exclusivamente en la guerra.
Aunque Geoffrey de Monmouth fue el autor que dio forma al mito, su difusión por todo occidente debe mucho a Wace, que tradujo la narración a verso francés para el rey Enrique II Plantagenet (marido de Leonor).
Los romances corteses franceses (entre 1160 y 1230) terminaron de pulir las historias. Mientras que caballeros como Sir Gawain o Sir Yvain son herederos de héroes y dioses celtas mucho más antiguos, Lanzarote y su hijo Galahad son los últimos añadidos medievales a la leyenda, creados por escritores franceses que deseaban incluir personajes patrios en Camelot. La primera aparición de la mesa redonda pertenece al Brut de Layamon.
De este periodo destaca un nombre: Chretien de Troyes.
Poeta de la corte de Champaña, de Troyes está considerado el primer novelista de Francia y padre de la literatura occidental. Destaca su sentido del humor y el cariño puesto en los personajes, pues no hay villano sin motivaciones ni héroe sin tacha.
Originalmente, sus libros estaban escritos en verso, aunque hoy pueden encontrarse traducidos a lenguaje moderno y en prosa. Son los siguientes:
Erec y Enide. En esta historia, una pareja de nobles casados decide separarse y revivir sus días de juventud… sólo para darse cuenta de que se necesitan más el uno al otro de lo que añoran cualquier tiempo pasado.
Clíges. Historia que, aunque anclada en tiempos artúricos, transcurre en el sur, en Grecia y Bizancio. Se trata de una historia de amor de corte muy clásico, en la cual los amantes tienen que superar una serie de pruebas para ser dignos el uno del otro.
Yvain, el caballero del león. Un emocionante relato de aventuras en el cual el protagonista, igual que ocurría con Erec, abandona a su esposa para vivir nuevas peripecias, pero acaba arrepintiéndose y deseando volver al hogar. En sus andanzas, Yvain combate contra dragones y gigantes y se gana la amistad de un león, que acaba convirtiéndose en un hermano para él.
El caballero de la carreta. El infame Meleagant rapta a la reina Ginebra y los más grandes caballeros del reino marchan a rescatarla. El título del libro se debe a un episodio en el cual Lancelot del lago debe montar en una carreta con un enano para alcanzar el castillo de Meleagant. Esto humilla al héroe a ojos de los demás personajes pero, es gracias a que no es tomado por caballero, que salva la vida y más adelante puede rescatar a la reina. Aquí se introduce por primera vez el romance adúltero entre Sir Lancelot y Ginebra.
Curiosamente y aunque en esta historia ya está todo aquello con lo que relacionamos al célebre Lancelot, muchos estudiosos coinciden en que, en la tradición popular original, el adulterio no debía ser una parte fundamental del personaje. Al parecer, su historia estaba centrada en como fue criado por Vivian (una de las damas del lago) y las hadas. De ahí el sobrenombre “del lago”.
Perceval, o el cuento del Grial. Obra que el autor dejó inconclusa. En ella descubrimos a Perceval, que está destinado a convertirse en el mayor caballero de todos los tiempos. Lo curioso es que el héroe es presentado como un completo estúpido, incapaz de distinguir un saludo de un beso de amor o a un amigo de un enemigo. No nace siendo perfecto, sino que las aventuras que vive le moldean, hasta convertirse en un guerrero tan diestro como sabio. Su viaje le lleva hasta el mítico castillo del Grial. Aquí el artefacto no es “santo” ni tiene relación alguna con Jesucristo. Se trata de un cuenco cuyas aguas tienen el poder de restaurar la salud (lo cual acerca el relato a los mitos celtas). El caballero comete un error y, por tanto, pierde la oportunidad de acceder al cuenco.
Como ya se ha comentado, de Troyes falleció antes de terminar su cuento y esto significa que Perceval nunca regresó al castillo ni tuvo oportunidad de cumplir con su destino. Otros cuatro autores continuaron el libro pero, curiosamente, ninguno de ellos lleva al protagonista a su conclusión lógica, optando por seguir caminos muy dispares.
A este respecto, merece la pena mencionar la leyenda de Peredur que, aunque es la misma que la de Perceval, sitúa al personaje en un mundo pre-cristiano dominado por la brujería. El propio Grial desaparece, pasando a ser la cabeza cortada del hermano del protagonista. Esto convierte el regreso al castillo no en una cuestión de crecimiento personal, sino de pura y dura venganza.
Aunque ciertos estudiosos galeses quieren considerar la versión celta de Peredur muy anterior al “cuento del Grial”, lo cierto es que las fechas de esta historia no están nada claras y bien podría tratarse de una reivindicación pagana del mito escrita por las mismas fechas que la obra de Chretien de Troyes.
Pasamos ahora a las leyendas religiosas del Grial (entre 1180 y 1230). Aquí entran los poemas que escribió Robert de Boron sobre José de Arimatea, contemporáneo de Cristo y guardián del Grial que, ahora sí, es santo y contiene la sangre del salvador.
Destaca aquí el ciclo conocido como la Vulgata artúrica.
La Vulgata se divide en tres partes: el Lanzarote en Prosa (tan extenso que ocupa casi la mitad del ciclo), la Queste o Demanda del Santo Grial (donde la búsqueda del Grial adquiere su dimensión religiosa) y la parte final o Morthe d’Arthur.
En “La Queste del Santo Grial” todos los caballeros de Camelot parten en busca de la reliquia, lo cual se utiliza como excusa para promover los valores eclesiásticos de la época y añadir multitud de imágenes que entroncan con la tradición católica. Aquí aparece un nuevo héroe: Galahad (o Galaz, según la versión). Un personaje creado exclusivamente para ganar el Grial. Viene al mundo sin pecado, carece de cualquier conflicto interior, supera todas las pruebas que se le presentan e incluso puede decidir el momento de su muerte. Lo curioso del asunto es que, mientras que la búsqueda de Perceval era la búsqueda de todos nosotros, Galahad parece vivir una aventura vacía y un tanto egoísta, en la cual un hombre ya perfecto desde su nacimiento demuestra ser “el mejor” y desaparece del mundo sin haber hecho nada por sus semejantes.
Ahora entra la épica alemana (entre 1200 y 1215). Destacamos a Wolfram von Eschenbach. Este autor adaptó el Perceval de Chrétien al alemán, añadiendo, como no podía ser de otro modo, cosas de su propia cosecha. No sólo eso sino que, finalmente, proporciona al caballero una conclusión: es en Parzival cuando el héroe gana, de una vez por todas la copa sagrada que por tantos años se le había escapado. No sólo eso, sino que se nos presenta toda una realidad alternativa, la del Grial. Un lugar sin males ni violencia que, sin embargo, el héroe acaba abandonando en pos de mantener la justicia en nuestro mundo (demostrando, una vez más, la superioridad moral de este personaje respecto al de Galahad).
Y, habiendo salido de la clasificación de Campbell, toca hablar de tres obras capitales.
La primera de todas es Sir Gawain and the green knight. Uno de los poemas más famosos de todo el ciclo artúrico. Escrito alrededor del siglo XIV, narra como Gawain debe viajar a los confines del mundo para cumplir un pacto, según el cual, será decapitado. El caballero, evidentemente, no está muy contento con esto, pero, al tratarse de una cuestión de honor, siente que no tiene alternativa.
Corta y entretenida, esta era una de las historias favoritas de J.R.R Tolkien, que llegó a escribir su propia traducción (publicada hace bien poco por su hijo).
Tampoco podemos olvidar la Alliterative Morte Arthure. Es decir, la muerte de Arturo alternativa, mal llamada así para diferenciarse de la obra de Malory (de la que hablaremos pronto) aunque es muy anterior a aquella.
En esta obra en verso, de autor anónimo, se narra la guerra del rey Arturo contra Roma y su posterior regreso a Gran Bretaña, donde encontrará la muerte a manos de su sobrino Mordred. Los estudiosos no se ponen de acuerdo respecto a la fecha del poema, pero se cree que data de finales del siglo XIV o principios del XV.
La historia adapta los libros noveno y décimo de Geoffrey de Monmouth y sólo hace muy leves alusiones a Lancelot, que aparece como un caballero más. De hecho, la reina Ginebra es infiel a Arturo con Mordred y hasta tienen un hijo juntos. El propio Mordred, aunque es el villano de la historia, parece una víctima de las circunstancias, hasta el punto de derramar lágrimas al verse obligado a combatir con su querido tío Arturo.
A este respecto, Mordred es un personaje muy interesante. Su primera aparición data, como ya se ha comentado, de los Annales Cambriae, pero no se convirtió en el asesino de Arturo hasta la llegada del texto de Monmouth. En la mayoría de versiones, es hijo de Morgause (hermana de Arturo, también llamada Anna) y el rey Lot. Su caracterización como hijo ilegítimo del rey (¡y con su propia hermana, nada menos!) parece originarse en la Vulgata. Sin embargo, esta historia tiene un precedente en otro hijo de Arturo rara vez mencionado, Amr que, según algunos textos, fue asesinado por su propio padre cuando intentó sublevarse.
Toca hablar, finalmente, de Thomas Malory, autor del siglo XV que escribió una de las obras más influyentes de la historia de la narrativa occidental: Le Morte d’Arthur.
El título llama a engaño, pues Malory no habla solo de la muerte de Arturo, sino de toda su vida, así como de las hazañas de sus más importantes caballeros. No sólo eso, sino que comienza narrando los orígenes de Merlín y Uther Pendragon.
La obra está dividida en veintiún libros, que narran la práctica totalidad de las leyendas anteriormente mencionadas.
Malory, a pesar de ser inglés, se inspira en los autores franceses. Esto se nota en personajes como sir Gawain, que mientras que en las obras inglesas es presentado como un caballero ejemplar, en Malory aparece como un tipo valiente y leal, pero no demasiado listo. El autor también añade historias propias, como la de Balin y Balan y da al conjunto un valor trágico que no se encuentra en versiones anteriores, mostrando especial interés por las nociones de fatalidad y el destino.
También añade al ciclo el cuento de Tristán e Isolda, que originalmente no tenía relación con la tradición artúrica, aunque había empezado a relacionarse con el universo de Camelot tras el “Tristán en prosa” del siglo XIII.
El inmenso éxito de Le Morte d’Arthur en una época en la que ya existía la imprenta llevó a la explosión del género conocido como “novelas de caballerías”. Durante casi un siglo, sería especialmente popular en España (destacable es el Amadís de Gaula y sus numerosas secuelas). Lo curioso es que muchas de estas novelas, aun situando la acción en un mundo parecido al de la Britannia artúrica, no hacen mención alguna al monarca o, si la hacen, es de forma velada y pasajera.
La obra de Malory ha servido de inspiración de la mayor parte de versiones modernas del mito, empezando por el siglo XIX, cuando la hermandad prerrafaelita empezó sus andanzas. Como es bien sabido, este conjunto de artistas buscaban la identidad inglesa en las leyendas medievales y fueron un pilar fundamental en la aparición de la literatura romántica y la fantasía moderna.
Lord Alfred Tennyson publica, entre 1833 y 1874, la colección de poemas Idylls of the king, basada fundamentalmente en Le Morte d’Arthur. La obra tuvo un éxito inmenso en todo el Imperio.
A principios del siglo XX, Howard Pyle publica una versión juvenil ilustrada por él mismo, llamada The story of King Arthur and his knights. Tuvo tanto éxito que la continuó con otros tres libros The story of the champions of the Round Table (de 1905), The story of Sir Launcelot and his companions (de 1907) y The story of the Grail and the passing of King Arthur (de 1909).
Tras esto, llega T.H. White que, en 1938 publica The sword in the stone. Esta sería el primero de un ciclo de cinco libros conocido como The once and future king (llamado simplemente Camelot en España).
La primera novela se terminó antes del inicio de la segunda guerra mundial y muestra al lector un mundo de fantasía romántico, hermoso y esperanzador. La última, sin embargo, es extremadamente triste y da a entender que los conflictos armados no acabarán nunca, que es nuestro sino como hombres revivir los mismos desastres una y otra vez. El arco del rey Arturo pasa a ser el del propio autor que, tras ver los horrores del holocausto, la bomba atómica y los inicios de la guerra fría, deja de creer en el ser humano.
La versión de White, aunque modernísima y de una calidad literaria cuestionable (al menos, para quién esto suscribe), es de las más conocidas e influyentes en el mundo angloparlante.
Debido a la explosión de fantasía post-tolkien cualquier trabajo literario posterior a White no puede sino tener una relevancia reducida, debido, precisamente, a que debe competir con una cantidad de ficción abrumadora. A este respecto, se salvan de la criba The mists of Avalon (en la que las mujeres son las protagonistas del relato) o The warlord chronicles (que narra las peripecias de la versión histórica del personaje).
Por último, no podemos olvidarnos de la película Excalibur, de John Boorman, estrenada en 1981. Este filme ha dejado una impronta mucho más fuerte en el imaginario colectivo que ninguna otra obra “artúrica” de los últimos cincuenta años. Más gente conoce la leyenda a través de la película de Boorman que a través de las versiones literarias del mito, no digamos ya la lectura de los poemas de Chretien de Troyes. Esto lleva a la lógica confusión en la cultura popular de Morgause con Morgana o la imagen de la Dama del lago como una benefactora sin nombre cuando en las historias originales se trata no de uno, sino de varios personajes, todos ellos con motivaciones bastante complejas.
Para el año que viene, se espera el estreno de una nueva película dirigida por Guy Ritchie y protagonizada por Charlie Hunnam, que adapta las leyendas con bastante libertad (Arturo es criado por prostitutas, habrá un caballero de piel negra, elefantes de guerra e incluso saldrá David Beckham). Disney también ha anunciado el remake en imagen real de su película Merlín el encantador (basada en el primero de los libros de T.H. White), cuyo estreno se espera en 2018.
Y si el lector es aficionado a los juegos de mesa, tengo tres recomendaciones: Camelot legends de Andrew Parks, Shadows over Camelot de Bruno Cathala y Serge Laget y, por último, el juego de rol Pendragón de Gregg Stafford (que ya he mencionado al principio del artículo).
Antes de despedirme, quiero dejar aquí una pequeña reflexión. Podemos considerar que todo mito es una mentira. Que los héroes no existen o que si acaso existen, son aquellos hombres y mujeres sin nombre que arriesgan sus vidas por salvar la de otros. Esta es una opinión muy válida, por supuesto. Pero lo cierto es que, como especie, amamos las gestas. Y no debe avergonzarnos admitirlo. Ante todo, una obra realmente buena siempre tendrá diferentes niveles de lectura. Nos ayudan a satisfacer nuestros instintos más básicos y a enriquecernos intelectualmente. Nos ayudan a replantearnos nuestra ideología y a entender un poco mejor a los demás. Cuando una historia logra semejante efecto en personas de distinto origen y condición, se puede estar orgulloso de haber conseguido algo grande. Y hay pocas cosas tan grandes como el mito del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.
Agradecimientos especiales a Anselmo F. Alonso en la elaboración de este artículo.
BIBLIOGRAFÍA
- El poder del mito, Joseph Campbell, Salamandra (1991)
- El Santo Grial, Richard Barber, La liebre de marzo (2007)
- Historia del Rey Arturo y los nobles y errantes caballeros de la tabla redonda, Carlos Garcia Gual, Alianza editorial (2007)
- La muerte de Arturo, Thomas Malory, Siruela (2013)
[alert-announce]Autor: Enrique Dueñas
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