Dos reyes con el nombre de Juan I se enfrentaron el 14 de agosto de 1385 en la localidad portuguesa de Aljubarrota. Juan I de Castilla, con un ejército superior, sufrió una amarga derrota a manos de las tropas de João I de Avís, recién proclamado rey de Portugal por sus Cortes. Para Castilla significó el fin de sus pretensiones al trono luso, pero para João implicó la consolidación de su nueva dinastía.

 

ANTECEDENTES: LA GUERRA CASTELLANO-PORTUGUESA Y EL CISMA DE OCCIDENTE

La muerte del Papa Gregorio XI en abril de 1378 abrió un cisma en el seno de la iglesia católica. Del cónclave en Roma salió un nuevo pontífice, Urbano VI, al que se oponían todos los cardenales. Éstos no consideraron válida la elección y escogieron a Clemente VII, que se instaló en Aviñón. Este hecho, conocido como el Cisma de Occidente, no solo dividió a la cristiandad, sino también la política internacional europea. Las dos potencias del momento, enfrascadas aun en la Guerra de los Cien Años, tomaron posiciones opuestas; Francia se alineó con Clemente VII, mientras que Inglaterra lo hizo con Urbano VI. Sus aliados tenían que mantenerse neutrales o tomar posiciones para reafirmar alianzas, pero también con ello podían proporcionar una excusa a sus enemigos para intervenir en sus asuntos internos.

Este era el caso de Castilla. Como aliada de Francia le interesaba mantener fuerte ese vínculo, pero temía un nuevo intento de conquista por parte de los Lancaster con el pretexto de la defensa del pontífice romano. A diferencia de los demás reinos de la península, Enrique II no podía mantener la neutralidad. Finalmente, como Francia, reconoció a Clemente VII.

La guerra con Portugal había sido intermitente desde el inicio del reinado de los Trastámara, ya que Fernando I de Portugal era uno de los aspirantes al trono castellano. Además, había negociaciones para que se casara con Leonor, hija de Enrique, pero las rompió al enamorarse de otra mujer. La alianza de Portugal con Inglaterra y el interés en Castilla, a la que Juan de Gante —duque de Lancaster— no había renunciado, incidirían en las relaciones de los dos reinos peninsulares durante los años siguientes.

Fernando I de Portugal también se alineó con Clemente VII, postura sorprendente dada su alianza con Inglaterra. Pero tanto esto como las negociaciones de matrimonio de su hija Beatriz con Juan, el hijo de Enrique, solo camuflaban sus verdaderas intenciones. El rey portugués firmó un acuerdo secreto en Estremoz en 1380 para apoyar a Inglaterra contra Castilla.

En 1379, Juan I subió al trono castellano. Averiguó los planes de Fernando I gracias al infante portugués Juan, uno de los hijos bastardos que el anterior rey, Pedro I, había tenido con su amante Inés de Castro. A causa de esto, Portugal y Castilla retomaron las hostilidades, pero Inglaterra trajo menos fuerzas de las que Fernando esperaba y se comportaron con los portugueses más como invasores que como aliados. Además, la nobleza y la burguesía protestaban por el coste del conflicto. Se le pudo poner fin retomando el acuerdo de matrimonio entre la princesa Beatriz y Juan I, firmado, esta vez sí, en Salvaterra de Magos en abril de 1383, emparentando así las dos casas.

 

EL CONFLICTO SUCESORIO EN PORTUGAL

Fernando I se oponía al enlace entre su hija y el rey castellano que había negociado su mujer, pero, ya enfermo y sin descendencia masculina, tuvo que aceptar el resultado del acuerdo, que debía garantizar que el reino portugués no fuera absorbido por el castellano.

Los herederos de Portugal serían los hijos de Juan y Beatriz, pero Juan no podría reinar. La regente hasta que los legítimos herederos tomaran posesión sería la mujer de Fernando, la reina Leonor Téllez. Si no tenían hijos, el reino pasaría a los de alguno de los infantes Juan o Dionís —los hijos de Pedro I e Inés de Castro y hermanastros de Fernando—. Si ninguno de estos tuviera descendencia, entonces sí, Juan I podría gobernar Portugal, pero sin anexionarlo a Castilla.

Fernando I murió cinco meses después de la boda, pero la regencia no funcionó como la reina esperaba y una oleada anticastellanista sacudió el país. Estallaron revoluciones en Lisboa y Oporto. Este periodo se ha denominado «la crisis nacional de 1383-1385».

El 6 de diciembre de 1383, João, el Maestre de Avís, asesinó a Juan Fernández de Andeiro, el valido y amante de la reina Leonor. El pueblo, pensando que quien estaba en peligro era el Maestre, se levantó para defenderlo. Mientras tanto, la reina tuvo que huir y pidió ayuda a Juan I. El país entonces se dividió entre los defensores de la reina regente, los del rey castellano y, en mayor número, los de encumbrar a João, que recibió el título de «defensor del reino».

Juan I asumió el poder, apartando de la regencia a Leonor. Con ello violaba por completo el acuerdo, pero pensó que sería aceptado por la nobleza si ayudaba a poner orden. Llegó a sitiar Lisboa por tierra y mar en febrero de 1384, pero tuvo que levantar el cerco a causa de la peste que hizo estragos en sus tropas y del hostigamiento del que se estaba revelando como un gran militar: Nuno Alvares Pereira.

LA BATALLA DECISIVA: ALJUBARROTA (1385)

Las Cortes reconocieron legalmente como rey al Maestre de Avís el 6 de abril de 1385, coronado entonces como João I de Portugal. Sus primeras acciones fueron nombrar condestable a Nuno Alvares Pereira y atacar las posesiones castellanas en suelo portugués.

Juan I no quería renunciar todavía al trono portugués e intentó otra ofensiva. Tras unas pequeñas victorias, João situó sus tropas cerca de Aljubarrota, bloqueándole el paso. Los hombres dirigidos por Alvares Pereira, apoyados por los arqueros ingleses, pudieron preparar el terreno con trampas de forma ventajosa para ellos.

Los castellanos llegaron exhaustos por el calor y la marcha, y se debatió si entrar en combate o no, pero los más impacientes se impusieron y el ataque se produjo la tarde del 14 de agosto de 1385. Si bien el ejército castellano era muy superior, las condiciones eran muy desfavorables. Además del calor y el cansancio ya mencionados, hay que sumar el desnivel, puesto que las tropas de Juan I tendrían que atacar cuesta arriba, además de la estrechez del paso, que no permitía lanzar el ataque con el grueso de las tropas.

El combate duró solo media hora. Los arqueros ingleses acabaron con la caballería antes de que los hombres de Alvares Pereira cargaran. Las pérdidas del ejército castellano fueron inmensas, no solo por la cantidad de muertos entre sus filas, sino por las personalidades que cayeron. Muchos miembros de la nobleza castellana murieron en aquella batalla, y Juan I y los supervivientes tuvieron que retirarse y huir con el hostigamiento de la población.

Esto significó el fin de las pretensiones de Juan I al trono de Portugal, pero no el fin de las hostilidades. Por su parte, João I consiguió reafirmar su posición, y con él nacería la importante casa real de Avís.

 


BIBLIOGRAFÍA

  • ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente Ángel: «La internalización de los conflictos». En ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente Ángel (coord.): Historia de España de la Edad Media. Ariel, Barcelona, 2002, pp. 687-705.
  • REMESAL, Agustín: «La victoria de Portugal sobre Castilla en Aljubarrota». Historia National Geographic, 93, Barcelona, RBA, 2011, pp. 18-21.

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Elías Viana, Marta: La batalla de Aljubarrota: el fin de la pretensión castellana al trono portugués (12 de junio de 2019), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/batalla-aljubarrota/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

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