Roma, la ciudad eterna. La historia ha moldeado sus calles, los siglos han cubierto de gloria un antiguo pasado que, sin embargo, tuvo un origen de lo más humilde. En la actualidad, veintiocho siglos desde la fundación de la urbe, somos muy conscientes del enorme peso que tuvo la civilización romana en el devenir de nuestra propia cultura, ¿pero cómo empezó todo?
Toda gran ciudad de la Antigüedad cuenta con un mito fundacional; Roma, por supuesto, no podía ser menos. Relacionada desde prácticamente el comienzo de su historia con las leyendas griegas, se quiso ver en Eneas, héroe de la Guerra de Troya, una figura perfectamente adecuada para cargar sobre sus hombros la responsabilidad que entraña ser el origen de la ciudad de las siete colinas. No sería él el fundador de Roma, como veremos a continuación, aunque sí desempeñaría un papel fundamental.
Pero empecemos por el principio…
EL MITO
ENEAS
Eneas era un troyano, pero no un troyano cualquiera. Era hijo del pastor (y quizás príncipe) Anquises y de, ni más ni menos, la diosa Afrodita —a quien los romanos conocerían como Venus—. Su parentesco en la tierra tampoco tenía demasiado que envidiar a su origen divino, pues formaba parte de la familia real troyana. Eneas se casó con Creusa, hija del rey Príamo de Troya, quien era, por cierto, primo de su padre Anquises. Fruto de esta unión con Creusa nació Ascanio, a veces también llamado Iulo[i].
Pero entremos en materia… El rapto de Helena por parte de Paris provocó que los griegos se uniesen y marchasen hacia Troya para recuperar a la hermosa mujer de Menelao. Eneas, caudillo de las tropas troyanas, fue uno de los más valerosos combatientes del bando asediado, probablemente sólo superado en gloria por el mismísimo Héctor. Tras el largo asedio de Troya por parte de los aqueos, que como recordaréis acabó con la destrucción de la ciudad gracias a las artimañas del astuto Odiseo, Eneas fue el encargado de desalojar la ciudad. Famoso es el episodio en el que Eneas carga a su ya anciano padre Anquises, quien además había quedado cegado por los dioses al desvelar al mundo su aventura con Afrodita. Durante la huida, por desgracia, Creusa se pierde, muere o debe ser abandonada por orden de los dioses, dependiendo de la versión. En todo caso Eneas se queda sin mujer, y encargado de encontrar una nueva patria a sus conciudadanos.
Toman sus naves y, tras un trayecto de lo más variopinto (debido al rencor de Hera por la estirpe troyana), por fin los ilíacos «arrastrados por el viento, arribaron a Tirrenia y fondearon a orillas del Tiber»[ii]. Tras desembarcar no tarda mucho en presentarse Latino, rey de Laurentia. Este primer encuentro con los aborígenes, con mayor o menor tensión, acabará uniendo a ambos pueblos; primero por amistad y finalmente por sangre, ya que Eneas terminará casándose con Lavinia, hija de Latino. Pero había un pequeño problema, Lavinia había sido prometida a Turno, rey de los rútulos, y ante tal afrenta declara la guerra a Eneas y Latino. Esta no fue favorable para ninguno de los dos bandos: los rútulos perdieron la contienda y los latinos a su rey. Tras la muerte de Latino, Eneas unifica a aborígenes y troyanos para formar una nueva tribu —que pasará a ser conocida, precisamente, como los latinos—.
Rútulo, a pesar de la derrota, no se dio por vencido, y aliado con el rey Mecencio de los etruscos, cuya capital era Cere, organizó un nuevo ataque contra los ahora llamados latinos. En esta confrontación murió Eneas, a pesar de que su pueblo saliese victorioso. El trono pasa a su hijo Ascanio, quien tras estar un tiempo tutelado por su madrastra decide, al llegar a la madurez, dejar Lavinio —ciudad creada por Eneas en honor a Lavinia— y fundar una nueva ciudad: Alba Longa. Y con ello, una nueva dinastía.
RÓMULO Y REMO
Pasaron los años y los reyes[iii], y tras un largo periodo de relativa calma el trono de Alba Longa se disputaba entre los hijos de Proca: Numitor, el mayor y por tanto legítimo heredero, y Amulio, quien derrocaría a su hermano para hacerse con el trono. Además, para evitar que los herederos de Numitor pudieran reclamar el trono, Amulio hizo asesinar a todos sus sobrinos varones. Sólo a su sobrina Rea Silvia se le perdonó la vida; a cambio, se le obligó a convertirse en sacerdotisa vestal —pues la obligación de permanecer virgen para rendir culto a la diosa Vesta evitaría que naciesen futuros herederos legítimos del trono—.
Por caprichos del destino (o, más bien, de los dioses), Rea Silvia quedó embarazada y dio a luz a dos gemelos. Fuese cierto o no, ella defendía que el padre de las criaturas era el dios Marte. Por supuesto, la noticia no sentó nada bien a Amulio, quien no tardó en tomar decisiones al respecto.
Encadenada y encarcelada Silvia, se ordena que los niños sean arrojados a la corriente del río, quienes contra todo pronóstico sobreviven al trance gracias a la ayuda de una loba, o quizás prostituta (pues el término latino lupa cubre ambas acepciones), que se encarga de amamantarles. Poco después, los gemelos fueron encontrados por Faústulo, ganadero del rey, quien los criaría dándoles los nombres de Rómulo y Remo.
Al crecer, los gemelos tuvieron un altercado (por robo de ganado o asalto, según las versiones) y, aunque Rómulo consiguió escapar, Remo fue apresado y llevado a presencia de Amulio, quien dejó en manos de su hermano el castigo. Considerando la edad de Remo y el parecido familiar, Numitor no tardó mucho en atar cabos entre la historia de Rómulo y Remo y la de aquellos gemelos que diese a luz su hija Rea Silvia. Mientras tanto, Rómulo ya se encontraba haciendo planes para rescatar a su hermano, momento que consideró adecuado Fáustulo para contarle la verdadera historia de su origen.
Así, Rómulo y sus compañeros por un lado, y Numitor y Remo por el otro, acaban planeando una trama contra el rey para derrocarlo, que acaba con la muerte de éste y la restauración de Numitor en el trono de Alba Longa gracias a la ayuda de sus nietos.
LA MUERTE DE REMO Y LA FUNDACIÓN DE ROMA
Rómulo y Remo deciden entonces fundar una nueva ciudad para sí mismos en torno a la zona en la que fueron abandonados y criados. Al ser gemelos —y no poder por tanto establecer una primogenitura— acuerdan que serían los dioses, a través de augurios, quienes decidirían quién debía reinar.
Remo decidió subir al Aventino (una de las famosas siete colinas de Roma) y allí ve seis buitres, símbolo inequívoco de que contaba con el favor de los dioses. Sin embargo Rómulo, quién fue al Palatino, observa a doce de estas mismas aves. Esto lleva a una discusión entre los dos ya que ambos se consideran elegidos, pues uno dice que vio a los buitres antes y el otro que él los vio en mayor número. La cosa acabó mal, pues mientras Rómulo araba la tierra señalando el futuro emplazamiento de las murallas de la ciudad, Remo decidió burlarse saltando por encima del surco, lo cuál suponía una clara afrenta. Rómulo, enfurecido, mató a su hermano y proclamó a continuación: «Así muera en adelante cualquier otro que franquee mis murallas »[iv].
Muerto Remo, Rómulo se hace con el poder absoluto, y por lo tanto el nombre de la nueva ciudad hará referencia al de su fundador: Roma.
LA VERDAD TRAS EL MITO
La fecha concreta de la fundación de Roma fue establecida desde la misma Antigüedad por los autores clásicos Varrón y Ático (s. I a. C.), quienes la ubicaron en el año 753 a. C. y en concreto el día «once antes de las Calendas de mayo» (lo que viene a ser el 21 de abril)[v]. De aquí surge la cronología ab urbe condita (desde la fundación de la ciudad); si bien es cierto que en la práctica, para los propios romanos, el cómputo de los años se hacía basándose en sus cónsules, que al ser elegidos anualmente daban nombre al año en curso.
En su intento por crear un mito fundacional adecuado a la grandeza de Roma evidencian una influencia muy fuerte de la cultura griega. No sólo utilizan a un personaje (Eneas) de uno de los mitos griegos (La Guerra de Troya) más fundamentales — y cuya leyenda será, por cierto, exagerada aún más por Virgilio[vi]—, sino que el propio capítulo de la fundación ritualizada de la ciudad por parte de Rómulo guarda mucha semejanza con lo que hacían los helenos al fundar nuevas colonias en el Mediterráneo[vii]. El asunto no es trivial, pues de hecho una de las teorías que se manejan en la actualidad es que Roma fuese en origen una colonia de Alba Longa[viii].
En todo caso, y prescindiendo de influencias culturales probablemente generadas a posteriori, la fundación de Roma debe mucho más al propio ámbito lacial que al griego. En el Lacio encontramos estratigrafías datables alrededor del año 1000 a. C. (Fase I de la cultura lacial) que continúan hasta aproximadamente el 580 a. C. (Fase IV). Esta última fecha, por cierto, muy cercana al supuesto momento en que se produjo la segunda desecación (ca. 600 a. C.) del área que ahora alberga los restos del Foro Romano. Esto provoca una discusión entre los que ubican el origen de la ciudad en torno al s. VIII (coincidiendo con la cronología clásica) y los que lo retrasan hasta este momento (s. VI).
En el fondo de la cuestión residen las dos opciones que se manejan para la fundación de la ciudad: un proceso de sinecismo (agrupamiento de aldeas en torno al Palatino, originadas por la llamada Liga del Septimontium[ix]) u otro de tipo unitario (centrado en la zona conocida posteriormente como Roma Quadrata[x]). El debate sigue activo en el mundo académico, aunque ambas posiciones parecen coincidir en que la ciudad —propiamente dicha— de Roma no pudo ser fundada, en realidad, hasta al menos el 600 a. C., contradiciendo así el mito.
NOTAS
[i] Y de aquí surge en teoría la gens Iulia (o Julios); descendientes de Ascanio y, por lo tanto, también relacionados con la diosa Venus.
[ii] Plutarco. Rómulo, I.1
[iii] Según Tito Livio la lista ordenada de los primeros reyes legendarios sería la siguiente: Ascanio, Silvio, Eneas Silvio, Latino Silvio, Alba, Atis, Capis, Cápeto, Tiberino, Agripa, Rómulo Silvio, Aventino y Proca.
[iv] Tito Livio. Ab Urbe condita, I.3.2
[v] Antes que ellos otros autores ya intentaron fijar la cronología de Roma: Timeo (814/813), Ennio (ca. 1100), Pisón (758), Cincio Alimento (728) y Fabio Pictor (748/747). Todo fechas a. C., por supuesto.
[vi] Una nueva “Odisea”, creada ex profeso por encargo de Augusto, que alberga mucha relación precisamente con los nostoi griegos.
[vii] Aunque en este caso el rito concreto (pozo, surco, arado) posiblemente le deba más a la cultura etrusca que a la griega.
[viii] Basándose en Dionisio de Halicarnaso, que identificaba a Numitor como impulsor de la colonia. Sobre esta teoría hay un análisis concreto por parte del italiano Salvatore Tondo.
[ix] Llamada así por las siete colinas que rodean Roma. Alrededor de ellas se organizaba una procesión religiosa el 11 de diciembre, algo que probablemente facilitó la alianza entre los siete poblados (Palatino, Germal, Velia, Oppio, Cispio, Fagutal y Celio) que según esta teoría acabarían formando la futura Roma.
[x] Literalmente «Roma cuadrada», nomenclatura relacionada con la distribución establecida por Servio Tulio que incluía a las cuatro tribus urbanas (Suburana, Esquilina, Palatina y Collina) y que tendría al Palatino como punto central.
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES CLÁSICAS
TITO LIVIO: Ab Urbe condita, I
PLUTARCO: Vidas paralelas. Teseo/Rómulo
DIONISIO DE HALICARNASO: Antigüedades romanas, I
ENSAYOS
BRAVO, Gonzalo (1994): Historia del Mundo Antiguo. Una introducción crítica. Madrid: Alianza Editorial (2016)
BRAVO, Gonzalo (1998): Historia de la Roma antigua. Madrid: Alianza Editorial (1998)
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Cuesta Hernández, Alfonso: La fundación de Roma (14 de septiembre de 2017) en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/fundacion-roma/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
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Interesante articulo, ¿la parte de Eneas es de origen popular? Creo haber leído que fué un encargo de Augusto a Virgilio para dar un toque (más) divino al recién fundado Imperio.
¡Gracias por el comentario, Dani! Efectivamente, la Eneida fue un encargo que hizo Augusto a Virgilio con un objetivo propagandístico evidente. Sin embargo la idea de que Eneas hubiese participado de algún modo en la fundación de Roma venía de lejos. De hecho, la primera mención de la que tenemos constancia es la del autor griego Helánico de Lesbos, cuatro siglos anterior a Virgilio.
Excelente cronología muy rica en datos diversos, muchas gracias saludos desde México 🙂