Esta valiosa carta náutica (que no «mapa»), atribuida al navegante cántabro Juan de la Cosa (c. 1450-1509), fue redescubierta en una almoneda de París en 1832, donde fue adquirida por el barón Walkenaer, coleccionista, geógrafo y embajador holandés en Francia. En 1853, a la muerte del barón, el Estado español lo recupera en pública subasta por recomendación del erudito Ramón de la Sagra y pasa a formar parte del Depósito Hidrográfico, que acabará dentro de las colecciones del Museo Naval hasta la actualidad.
Sus destinatarios originales muy posiblemente fueron los propios Reyes Católicos. El encargo pudo proceder del obispo Fonseca, aunque de la propia Isabel se conoce en concreto que mantenía buenas relaciones personales con el navegante. Se especula que pudo ser depositada por el Consejo de Indias en la Casa de la Contratación de Sevilla, de cuyas dependencias desapareció en circunstancias que aún hoy se desconocen. También se piensa que pudo ser robada durante la guerra de Independencia, al volver a reaparecer precisamente en un lugar como París.
Por la calidad de sus materiales asciende a la categoría de objeto de lujo y, por los datos de carácter geopolítico recogidos en él, a la de secreto de estado en la época. El material básico lo conforman dos pieles de ternera o vitela unidas por su lado menor. Mantiene, además, la forma original del animal para un mejor aprovechamiento de la superficie, cuyas dimensiones son de 96×186 cm. La carta universal de Juan de la Cosa incluye, en una estética aún «medievalizante», la máxima expresión del conocimiento del mundo a la altura de 1500. A través del mismo se pretendía ilustrar a los monarcas de Castilla sobre la extensión de su imperio ultramarino y las tempranas conquistas llevadas a cabo por otras potencias europeas rivales, como Portugal e Inglaterra. A la vez, con carácter estratégico, señala las líneas de acción más adecuadas para proseguir con las exploraciones para encontrar a poniente un paso marítimo hacia la India.
Se trata asimismo de una obra «plural» y en buena parte anónima, pues los autores que aportaron datos fueron muchos, mientras que de los artesanos que confeccionaban cartas náuticas es bien conocido que trabajaban por fases. En primer lugar, se aprecian en ella los descubrimientos llevados a cabo por Cristóbal Colón en sus tres viajes de 1492, 1493 y 1498, así como los de Ojeda, Vicente Yáñez Pinzón y Juan y Sebastián Caboto (de estos últimos proceden, por ejemplo, los datos de las áreas norteamericanas).
Por su parte, Juan de la Cosa, su autor principal, participó con Colón en su primer viaje como maestre y propietario de la nao Santa María (1492). También lo hizo en el segundo de 1493 y se estableció en Puerto de Santa María al regresar a España (1496). Como piloto mayor de Alonso de Ojeda navegó por las costas de Guayana, Paria y Venezuela (1499), y con los datos adquiridos y tomados anteriormente trazó a su regreso a España la carta náutica que lleva su nombre. Más tarde, participó en las expediciones de Rodrigo de Bastidas por las costas de Colombia y Panamá (1500-1502), y en otro viaje, ya a su total mando, exploró la costa desde la isla de Santa Margarita a Urabá (1504). Tras su regreso a España en 1506 volvió a La Española y de nuevo partió con Ojeda para explorar la costa colombiana: allí murió, en Turbaco, en un encuentro con indígenas de la zona que lo acribillaron a base de flechas envenenadas (1509). En la docuserie Conquistadores: Adventum (2017), el papel del navegante es representado por el actor Mario de la Rosa.
Como hemos apuntado con anterioridad, desde un punto de vista formal el «mapa» es en realidad una carta náutica, con notables reminiscencias de la floreciente escuela mallorquina bajomedieval (ss. XIV-XV). Entre las características principales de las cartas de navegación destacan las siguientes:
- Dibujo de la costa y sus accidentes perfectamente definido.
- Línea litoral plagada de topónimos correspondientes a ciudades y puertos, escritos en negro o rojo (en este último color, los lugares de mayor importancia). Aparecen dispuestos de forma perpendicular y por el interior, menos en América y sus islas a causa del color verde y su pequeño tamaño.
- Entramado de líneas y rosas de compás: red de rumbos, imprescindible para la navegación de estima con brújula. La disposición no es arbitraria: está realizada con regla y compás bajo un esquema preconcebido de base científica.
- Dos escalas gráficas que recorren los lados mayores de la carta, aunque no se especifican unidades de medida, quizá por ser bastante conocidas entre los expertos de la época. Pese a ello se ha destacado su precisión y una clara relación con la idea de una Tierra con forma esférica.
- Un meridiano en verde (el de Tordesillas) y dos paralelos en rojo (Trópico de Cáncer y el Ecuador).
Por su parte, la representación de Asia es casi en su totalidad imaginada, con pocas referencias científicas, a diferencia de América: aunque aparecen el mar Rojo o la mítica isla de Trapobana (actual Sri Lanka), la información sobre Asia sigue siendo, a grandes rasgos, la obtenida por Marco Polo y otros viajeros italianos.
Como hemos dicho, la importancia de la pieza de Juan de la Cosa radica en que se trata de la primera carta conservada que incluye la más temprana representación de América conocida hasta la fecha. Se trata de una representación real, no imaginada, a diferencia de Asia. Para el navegante, América no es aún un continente, por lo que no cierra su figura sino que la continúa en el lado oriental (aunque los bordes no encajen, posiblemente porque pensaba que habría más terreno en medio). La representación es en color verde, usado también en Asia para indicar que es una zona desconocida (o bien por el asombro que causaba la densidad de su floresta). El ansiado «estrecho del Índico», paso previo a las codiciadas Tierras de las Especias, está decorado con san Cristóbal (por alusión a Colón o, en su forma más tradicional, como patrón de los marineros).
Los distintos descubrimientos y la geografía política en general se marcan mediante banderas y escudos de armas simplificados en América (castellanos, portugueses e ingleses) y África (portugueses). Se señalan también las minas de oro localizadas hasta la fecha en ambos continentes. También encontramos los típicos elementos formales de las cartas náuticas (rosas de compás, vientos antropomorfos, cartelas informativas de carácter enciclopedista pero retardatarias, elementos mitológicos, etc).
Por todas estas características, el mapamundi de Juan de la Cosa, pese a su representación aún «medieval» del mundo, está considerado como punto de arranque de la cartografía moderna, hablándonos también de un momento donde aún primaba un mayor y más rápido conocimiento de los litorales que del interior de los continentes.
BIBLIOGRAFÍA
- GONZÁLEZ-ALLER HIERRO, José Ignacio (2007). Catálogo-Guía del Museo Naval de Madrid, Vol. 1 (pp. 633-34). Madrid: Ministerio de Defensa.
- SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, Sandra (2006), «La Carta de Juan de la Cosa (1500), colofón de la cartografía medieval (pp. 10-31)» en ROS TOGORES, Ana (ed.), Piezas del Mes. Madrid: Museo Naval de Madrid.
- «Juan de la Cosa y la época de los Descubrimientos». YouTube. Publicado el 20/10/2013. Vídeo producido por Jorge Molina para Museo Naval y Ministerio de Defensa.
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Rodríguez Alcaide, Iris: Carta de Juan de la Cosa (1500, Puerto Sta. María) (20 de junio de 2016), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/carta-juan-cosa/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
- La carta náutica de Juan de la Cosa (1500) - 20/06/2016
Muy bueno! En la casa de mis padres siempre estuvo un cuadro con una lamina de ese mapa y 38 años despues me entero que cuernos era…. 🙂