Verano de 1972, Reikiavik (Islandia). Los dos mejores ajedrecistas se enfrentan en la final del Campeonato del Mundo de Ajedrez. Por un lado el soviético Borís Spaski, vigente campeón. Por otro, el aspirante estadounidense Bobby Fischer. El enfrentamiento, con tremendas connotaciones políticas, se conocería como «el match del siglo».

 

LA HEGEMONÍA SOVIÉTICA

Tras la Revolución Bolchevique, la Unión Soviética hizo especial hincapié en la implantación del ajedrez dentro de la nueva sociedad rusa. Se sabe que el propio Lenin era un gran aficionado a este juego. De hecho, es muy conocida una cita apócrifa[1] atribuida al líder soviético en la que considera que «El ajedrez es la gimnasia de la mente».

En todo caso, el desarrollo de la capacidad intelectual (concentración, creatividad, memoria, estrategia, abstracción, etc.) que procuraba el ajedrez tuvo una acogida inmediata en la recién formada Unión Soviética. La URSS pronto organizaría eventos internacionales de ajedrez, como el Torneo de Moscú de 1925, a lo que seguiría la creación de una Escuela Soviética de Ajedrez, liderada por Mijaíl Botvínnik —quién años más tarde llegaría a ser varias veces campeón del mundo[2] en esta disciplina—.

El enorme apoyo del gobierno soviético a este juego-ciencia (financiación, entrenamiento y formación, profesionalismo, etc.) pronto tuvo resultados en forma de grandísimos jugadores. Pasado el tiempo del gran maestro cubano José Raúl Capablanca, «el Mozart del Ajedrez», y su sucesor el ruso (posteriormente nacionalizado francés) Alexandre Alekhine[3] llegaría el periodo de hegemonía soviética. Precisamente Alekhine, debido a su origen burgués, decidió huir de Rusia tras la Revolución Bolchevique. Antes había sufrido la confiscación de sus bienes e incluso pasó un tiempo en la cárcel por ser sospechoso de colaborar con el Movimiento Blanco. Sea como fuera, el gran maestro ruso-francés se convirtió en Campeón del Mundo en 1927 tras derrotar a Capablanca en Buenos Aires. Aunque en 1935 perdería el título, frente al holandés Max Euwe, lo recuperaría rápidamente en 1937 y lo mantendría hasta su muerte.

A partir de ahí los siguientes campeones serían todos soviéticos: Mijaíl Botvínnik (1948-1957, 1958-1960, 1961-1963), Vasili Smyslov (1957-58), Mijaíl Tal (1960-61), Tigrán Petrosián (1963-1969) y, tras él, Borís Spaski.

 

BORÍS SPASKI

Borís Vasílievich Spaski nació un 30 de enero de 1937 en Leningrado (actual San Petersburgo). Hijo de Vasili (militar) y Ekaterina (profesora de escuela), el joven Borís aprendió a jugar al ajedrez con tan sólo 5 años —curiosamente durante un viaje en tren debido a la evacuación de Leningrado durante la II Guerra Mundial—. Niño prodigio, con 10 años venció a Botvínnik (por entonces campeón soviético) en una exhibición de partidas simultáneas… lo que evidentemente atrajo la atención mediática.

Pronto empezó a batir records. Fue el más joven en alcanzar los títulos rusos de Deportista de Primera Clase (a los 10 años), Candidato a maestro (a los 11) y, finalmente, Maestro de Ajedrez (a los 15). Con 16 años hace su debut internacional en Bucarest (Rumanía), donde consigue el cuarto puesto; venciendo por el camino a Vasili Smyslov, lo que le brinda el título de Maestro Internacional. En 1955 obtiene finalmente el título de Gran Maestro de Ajedrez.

Tras una carrera fulgurante (que incluye la victoria en el Campeonato de la URSS de 1961), se enfrenta por fin a Tigrán Petrosián en 1966 en el Campeonato del Mundo de Ajedrez, competición que por entonces se jugaba al mejor de 24 partidas. Pierde por un pequeño margen: 4-3 y 17 empates (lo que en ajedrez se denomina tablas). Tres años después, en 1969, Petrosián y Spaski vuelven a enfrentarse, esta vez con un resultado de 6-4 (y 13 tablas)[4] a favor de Borís Spaski, quien entonces se convierte por derecho propio en el mejor jugador de ajedrez del mundo.

 

BOBBY FISCHER

Robert James Fischer nació un 9 de marzo de 1943 en Chicago. Hijo de la enfermera suiza Regina Wender y, oficialmente, del físico de origen alemán Hans-Gerhardt Fischer; aunque es muy probable que su auténtico padre biológico fuese el físico húngaro Paul Nemenyi. En cualquier caso, Bobby se crió junto a su hermana mayor Joan en un pequeño apartamento de Brooklyn (Nueva York) desde 1949, bajo el único amparo de su madre —quién ya se había divorciado de Gerhardt en 1945—.

El pequeño Bobby Fischer aprendió a jugar al ajedrez, por sí mismo, a los 6 años cuando su hermana le regaló un tablero. Pero, al contrario que a Spaski, no podemos considerar a Bobby Fischer un auténtico niño prodigio del ajedrez. Su ascenso —un poco más lento aunque también meteórico— a la élite ajedrecística no se evidenciaría plenamente hasta su adolescencia: 1956 sería el año de su consagración. Es entonces cuando se hace con el Campeonato Junior de Norteamérica; aunque probablemente el hecho más destacado de ese año fue cuando unos meses después —recordemos que por entonces tenía 13 años— vence a uno de los mejores jugadores americanos del momento[5], el neoyorkino Donald Byrne (que, por cierto, le doblaba la edad) en una de las partidas del torneo Rosenwald Memorial de Nueva York.

Con 14 años, Bobby se convierte en el Campeón de Estados Unidos más joven de la historia (título que revalidará hasta 7 veces más, estableciendo un record de 8 ediciones ganadas en 8 participaciones[6]). Desde los 15 años y medio posee, además, el título de Gran Maestro, batiendo otro record de precocidad. Poco después —ya con 16 años— Bobby Fischer, convencido de que el ajedrez es su única vocación, abandona definitivamente el instituto para centrarse en el desarrollo de su juego.

Fischer había decidido prepararse para ser campeón del mundo, y el nivel mostrado en los años siguientes le encaminó ineludiblemente hacia el Torneo de Candidatos. Pero a la vez que el nivel de su juego crecía también lo hacía su conspiranoia. En el torneo de Candidatos de Curaçao (Antillas Holandesas) de 1962, Fischer —que acabó en el cuarto puesto— acusó a los soviéticos de amañar los resultados de las partidas que jugaban entre sí para repartirse los puntos. A todo ello se le sumaban sus cada vez mayores exigencias a la hora de participar en los torneos (se agobiaba fácilmente con mucha gente alrededor; y ponía pegas sobre la ubicación de mesas, sillas, ventanas, focos, etc.). Fischer, desencantado, acabó retirándose durante un tiempo (1964-65) de la competición.

Quizás estas constantes salidas de tono, que muchos asociaban a un posible problema psicológico, retrasaron un poco la cita de Fischer con su inevitable destino. Pero sólo era cuestión de tiempo: en 1970 vence sin discusión en el Torneo Interzonal que se celebró en Palma de Mallorca[7]. En 1971 se presenta al Torneo de Candidatos (que se celebra en Buenos Aires) donde arrasa. Vence por sendos 6-0 tanto al maestro soviético Mark Taimánov como al danés Bent Larsen. En la final se enfrenta al temible Tigrán Petrosián, quien fuera campeón del mundo antes de perder el título ante Spaski. Fischer vence a Petrosián por un contundente 6½ a 2½, ganándose así el derecho a disputar el Campeonato del Mundo.

 

EL MATCH DEL SIGLO

Por primera vez desde 1948 un jugador de otro país amenazaba la hegemonía soviética. Por supuesto, tratándose además de un jugador estadounidense —y teniendo en cuenta que el ajedrez había sido arma propagandística, y prácticamente santo y seña, de la URSS— el enfrentamiento atrajo un interés inusitado, muy superior al habitual en una disciplina deportiva considerada hasta entonces menor.

La posibilidad de que un chaval salido de Brooklyn, sin estudios ni grandes medios económicos, pudiese derrotar a la todopoderosa Unión Soviética en su propio juego provocó que los medios estadounidenses le diesen una cobertura al evento como nunca se había visto antes. El hecho de que Bobby nunca hubiese sido capaz de vencer al maestro soviético parecía no importar a la opinión pública. Para ellos no se trataba de un simple Fischer contra Spaski, sino de todo un EEUU contra la URSS. La Guerra Fría —que por entonces pasaba por una fase más distendida— volvía a escena, y en esta ocasión se trasladaba al tablero de ajedrez.

Time magazine. Portada del 1 de julio de 1972.
«La gran batalla del ajedrez: el caballero errante contra el rey». Time magazine. Portada del 1 de julio de 1972.

Pero antes de esto había que hacer muchos preparativos. Lo primero era elegir una sede para el torneo. De entre todas las opciones, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) se decidió por Islandia. El campeonato se jugaría en el Laugardalshöll de Reikiavik, un recinto cubierto donde se celebraban tanto competiciones deportivas de todo tipo como conciertos. Para arbitrar el encuentro se eligió al gran maestro alemán Lothar Schmid. Como se hacía tradicionalmente, el campeonato se decidiría al mejor de 24 partidas. El premio, tras arduas negociaciones con Fischer, se fijó en 135.000 dólares a repartir entre el ganador (5/8) y el perdedor (3/8), además de varios porcentajes sobre los derechos de filmación y la venta de entradas.

El torneo empezaría el 2 de julio, con una ceremonia de apertura el día anterior. Spaski llegó a Reikiavik acompañado de su equipo[8] el 21 de junio, pues decía querer acostumbrarse antes al lugar. Mientras tanto Bobby Fischer se encontraba tranquilamente en Pasadena (California) sin aparentemente muchas ganas de viajar; de hecho ni siquiera tenía los billetes de avión. Las exageradas y constantes peticiones de Fischer a la organización, tanto económicas como en relación a las instalaciones, parecían indicar que era posible que no acudiese a la cita. Su mentor y amigo Anthony Saidy se tomó como tarea personal el conseguir llevar a Fischer hasta Islandia. Cuando por fin se encontraban ambos en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, preparados para tomar sus vuelos hacia Islandia, Bobby descubrió a un fotógrafo del Daily News y su reacción fue salir corriendo, subir al coche y huir del aeropuerto. Sólo faltaban 3 días para el inicio del campeonato.

Fischer se instaló en la casa familiar de los Saidy intentando evitar a la prensa, aunque no lo consiguió. Parecía encontrarse a gusto allí, a pesar de que el padre moribundo de Saidy agonizaba en la habitación de al lado por un cáncer en estado muy avanzado. El ser foco mediático parecía alterar demasiado al ya de por sí introvertido e impredecible Fischer, al punto de preferir quedarse encerrado en aquella casa con tal de no lidiar con la prensa. Llegados a este punto era tan grande la expectación —y la incertidumbre— que el empresario británico Jim Slater dobló el premio, donando 150.000 dólares, para que el aliciente económico pudiese facilitar la celebración del torneo.

Mientras tanto, el esperado sábado 1 de julio había llegado y en Islandia tuvo lugar una extraña ceremonia de apertura del campeonato, pues sólo uno de los contendientes estaba presente. El torneo debía comenzar al día siguiente, pero la FIDE decidió posponerlo 48 horas. Eso sí, si Fischer no aparecía en Islandia el martes sería descalificado.

Desde la URSS se tomaron la actitud de Fischer como una terrible falta de respeto hacia el vigente campeón del mundo, y pidieron a Spaski que regresase a Rusia. La situación se estaba descontrolando y todo parecía indicar que finalmente el torneo no se celebraría. Fue entonces cuando Fischer recibió una curiosa, a la vez que trascendente, llamada estando en casa de los Saidy. Cuando cogió el auricular, la voz al otro lado del teléfono dijo: «Este es el peor jugador del mundo llamando al mejor jugador del mundo». Era Henry Kissinger, por entonces Consejero de Seguridad Nacional del presidente Nixon. Kissinger continuó: «America quiere que vayas allí y venzas a los rusos. Mueve tu culo a Islandia». Fischer aceptó.

 

LAS PARTIDAS

Con Fischer ya en Islandia[9], y todo preparado desde hace días, se puso nueva fecha para el inicio del campeonato. Sería el 11 de julio a las 17:00 horas. Parecía que por fin estaba todo solucionado.

El país entero se encontraba expectante. Más de 200 miembros de la prensa internacional habían pedido acreditaciones y los encuentros se retransmitirían por televisión. El momento había llegado: la sala llena, las cámaras grabando. Todo listo para el inicio del torneo. Por fin llega la hora de empezar la partida… pero Fischer no se encuentra en la sala.

Spaski, sin nadie al otro lado del tablero, hace su primera jugada. Pulsa el reloj. Según las normas del torneo, si Fischer no aparece en la próxima hora perderá la partida automáticamente. Pasan los minutos, toda la sala cuchichea, Spaski, visiblemente nervioso, se levanta del asiento y comienza a dar vueltas en torno a la mesa. Ya han pasado 6 minutos y Fischer sigue sin aparecer. Spaski se acerca a decirle algo al árbitro… y de repente, de entre el telón de fondo, aparece Bobby Fischer como si no hubiese pasado nada. Da la mano a Spaski, se sienta, mira al tablero, piensa durante un instante y hace su primer movimiento. Tanto Spaski como el público parecen aliviados.

 

Pero tras su primer movimiento, casi de inmediato, Fischer gira la cabeza y se fija en una de las cámaras que tiene a su espalda. Se acerca al árbitro a quejarse del ruido que producen, no puede concentrarse. Ante el circo que está montando Fischer, Spaski reacciona serenamente y mueve pieza.

La única forma de describir el inicio de la partida es como un pequeño juego psicológico entre ambos contrincantes, con Fischer quejándose del ruido y con Spaski aguantando estoicamente. Sin embargo, para el movimiento 28 parece que ya todo se había tranquilizado y el desarrollo del juego parecía apuntar inevitablemente a unas tablas: la igualdad era total. Pero entonces ocurre lo impensable, Fischer comete un error de principiante. Con su alfil captura lo que en ajedrez se denomina un “peón envenenado”; tras unas pocas jugadas Fischer pierde el alfil y se ve obligado a rendirse. Spaski 1, Fischer 0.

 

Tras la partida, Fischer culpa a las cámaras de su derrota y exige quitarlas, a lo que la organización se niega en rotundo. Las quejas de Fischer continúan durante las horas y días siguientes. Cuando llega el momento de jugar la segunda partida Bobby no está en la sala. Como le tocaba jugar con blancas e iniciar el juego, el árbitro pulsa el reloj de Fischer y su tiempo empieza a correr. Pero esta vez no aparece. Spaski 2, Fischer 0.

Con una ventaja difícilmente superable de 2-0 a favor de Spaski, y las continuas exigencias y rajadas de Fischer, todo parecía indicar que el campeonato no se retomaría. Pero Spaski no quería ganar así.

Finalmente Fischer dio un ultimátum, y dijo que no se presentaría a menos que la siguiente partida se jugase entre bastidores, en una pequeña sala que normalmente se usaba para jugar al ping-pong. A pesar de que ya todo el mundo estaba cansado de la actitud de Fischer y nadie habría culpado a Spaski por negarse a aceptar tales condiciones, éste decidió que la partida tenía que jugarse; aunque fuese en aquella pequeña salita. Por fin se pudo celebrar la tercera partida. Pero de nuevo, a la hora de empezar a jugar, Fischer se presentó con nuevas exigencias. Spaski, cansado ya, amenazó con retirarse. Pero aquí hay que agradecer la intervención del árbitro. Lothar Schmid cogió a ambos jugadores por la nuca, los hizo sentarse en sus sillas y les mandó jugar. Spaski, inmediatamente, hizo su primer movimiento. La partida había empezado.

Partida 3

Fischer, por su parte, sorprende utilizando una defensa que jamás había jugado antes, la Defensa Benoni. Terriblemente agresiva, con su utilización Fischer parecía querer decir que en esta partida no habría tablas posibles, sería ganar o perder. Y ganó. Por primera vez en su vida Fischer conseguía vencer en el tablero a Spaski, pero el público tuvo que resignarse a ver tal histórico acontecimiento desde el hall, a través de un circuito cerrado de televisión.

Parece que ya no habrá más contratiempos. Para el cuarto juego vuelven al hall principal, tablas. En el quinto Spaski rinde, 2½ – 2½. Fischer ha sido capaz de remontar la desventaja inicial e igualar el marcador. Durante el juego se pudo ver a Spaski visiblemente intranquilo, e incluso se levantó de la silla y empezó a examinarla. Tras la partida los rusos pidieron que se inspeccionara el asiento, pues acusaban a los americanos de utilizar algún tipo de artilugio electrónico para desconcentrar a Spaski. Parece que la paranoia de Fischer se había contagiado. Tras varios análisis, en los que incluso se llegó a pasar la silla por rayos-x, los jueces concluyen que no había razón alguna para las quejas: lo único que se encontró en la silla fueron dos moscas muertas. El cómo llegaron allí es todavía un misterio.

Se retoma el juego. La sexta partida constatará si Fischer va realmente a por el campeonato o no. Y llega aquí un momento de genialidad por parte del jugador estadounidense. Una persona maniática, de costumbres fijas —también en el ajedrez—, en lugar de su hasta entonces innegociable avance de peón de rey (d4) decide iniciar la partida con la Apertura Inglesa (c4). Todas las horas de preparación por parte de Spaski y su equipo se van al garete desde el primer movimiento: Fischer nunca antes había jugado esa apertura.

Este sexto encuentro fue el más famoso del match. Fue de tal belleza que cuando Fischer gana la partida el público estalla en aplausos. Spaski, igualmente asombrado por el brillante juego del estadounidense, se levanta y empieza también a aplaudir a Fischer. Pocas veces se han visto tales ejemplos de deportividad en un Campeonato del Mundo, menos aún en uno donde la tensión se podía cortar con un cuchillo.

A partir de ese momento Fischer empezó a ampliar su ventaja, y tras 20 partidas ya ganaba 11½ – 8½. Tan sólo necesitaba una victoria más para hacerse con el título de campeón. 31 de agosto, partida 21. Fischer juega con negras, lo que en principio es una desventaja. Spaski inicia con peón de rey (e4) y Fischer responde utilizando la Defensa Siciliana. En su octavo movimiento Fischer sorprende utilizando una variante que jamás había utilizado hasta ahora. Spaski se mantiene, y para el movimiento 14 la partida parece estar totalmente igualada. Sin embargo hacia el final de la partida Spaski empieza a dar muestras de cansancio y su juego se ve mermado, Fischer obtiene ventaja. Sin embargo no es capaz de vencer a Spaski antes de que se acabe el tiempo estipulado. Fischer hace su movimiento 40 y, como es habitual en este tipo de competiciones, la partida se para y se continuará al día siguiente. Spaski anota su siguiente movimiento, lo mete en un sobre y lo sella. De esta manera no habrá ventaja para ninguno de los dos jugadores por aplazar la partida.

La expectación era total. Incluso las televisiones americanas, que durante el torneo habían hecho conexiones diarias y programas especiales, retrasaban las noticias del incipiente Caso Watergate para comentar las últimas novedades ocurridas en Islandia. Podéis imaginar que para entonces todos los grandes jugadores y aficionados al ajedrez andaban analizando la partida e intentando anticipar los posibles movimientos de ambos contendientes para el día siguiente. Literalmente todo el mundo del ajedrez estaba pendiente del desenlace del encuentro. Todos menos Bobby Fischer, que en lugar de analizar la partida prefirió irse a jugar a los bolos.

A la mañana siguiente —tras lo que debió ser una agonizante noche analizando la partida con su equipo— Spaski no ve otra opción que retirarse, y declara: «Hay un nuevo campeón del mundo. Su nombre es Robert James Fischer».

Los Angeles Times. Portada del 1 de septiembre de 1972.
«Fischer es el rey». Los Angeles Times. Portada del 1 de septiembre de 1972.

 


NOTAS

[1] En realidad este eslogan, presente en la inmensa mayoría de clubes de ajedrez soviéticos, fue ideado por el oficial Yakov Gerasimovich Rokhlin. Fuente: Genna Sosonko: Russian Silhouttes (2001) [2009, p. 153]

[2] Fue campeón mundial de ajedrez durante el periodo 1948-1963, exceptuando dos pequeños paréntesis en 1957 y 1960.

[3] Alexandre Alekhine es el nombre que aparecía en el pasaporte francés de Алекса́ндр Алекса́ндрович Але́хин, que hoy día se transliteraría al español como Aleksandr Aleksándrovich Alejin. Pero mantendré el nombre “francés” por cuestiones de tradición y por ser este el término habitual en la inmensa mayoría de fuentes bibliográficas.

[4] Otra manera de llevar el conteo en ajedrez es sumar 1 punto por la victoria, ½ por el empate y 0 por la derrota.

[5] Byrne había ganado el U.S. Open Chess Championship tres años antes, en 1953. Fischer lo ganó, por cierto, en 1957; ex-aequo con Arthur Bisguier.

[6] Gana los U.S. Chess Championship de los años 1957/58, 1958/59, 1959/60, 1960/61, 1962/63, 1963/64, 1965/66 y 1966/67. El de 1961/62, en el que no participó Fischer, se lo llevó Larry Evans. También el de 1968.

[7] Curiosamente Fischer no se había ganado el derecho a participar en el Interzonal de Palma de Mallorca ya que no había participado en el U.S. Championship de 1969. Afortunadamente para él, tanto Pal Benko como su reserva William Lombardy aceptaron renunciar a su plaza para que Fischer pudiese optar al título.

[8] Como “segundos” acompañaron a Spaski sus compatriotas, todos grandes maestros, Efim Geller, Nikolai Krogius e Iivo Nei.

[9] Llegó a Reikiavik el 4 de julio de 1972. Nada más salir del avión, y a pesar de que le habían preparado una comitiva, decidió evitar a la multitud expectante y subirse al coche oficial que tenía preparado.

 


BIBLIOGRAFÍA

  • Euwe, Max; Timman, Jan (1972): Fischer World Champion! Alkmaar: 2009.
  • Garbus, Liz (2011): Bobby Fischer Against The World. Documental.
  • Morán, Pablo (1971): “Bobby” Fischer: su vida y sus partidas. Barcelona: 1979.
  • Patchman, Ludek (1972): El match del siglo: Fischer-Spassky. Campeonato del Mundo, 1972. Barcelona: 1972.
  • Reshevsky, Samuel (1972): The Fischer-Spassky Games for the World Championship of Chess: The complete match with analysis.  Edimburgo: 1972.

Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:

Cuesta Hernández, Alfonso: Fischer contra Spaski: La Guerra Fría en el ajedrez (23 de noviembre de 2017) en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/fischer-spaski/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

Alfonso Cuesta
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