Freya Stark fue una exploradora y escritora nacida en París, que vivió 100 largos y aprovechadísimos años. Tiene muchos paralelismos con su contemporánea Alexandra David-Néel. Incluida la pasión por Asia, pero si David-Néel se dedicó al lejano oriente y al budismo, Freya Stark se sintió más atraída por el próximo y medio oriente.
Aunque nació en Francia, su padre era británico y su madre italiana. Se separaron cuando era pequeña y se fue a vivir a Italia con su madre, pero ella siempre se sintió británica. Fue muy enfermiza durante su infancia y se vio obligada a estar recluida en casa, pero aprovechó para leer y aprender latín por su cuenta. La fascinación por oriente le llegó a raíz de Las mil y una noches, que leyó con 9 años. Ya de adulta se formó en la Escuela de estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, donde estudió historia y aprendió árabe y persa.
Vivió activamente la I Guerra Mundial como enfermera voluntaria en Italia, y en 1927, ya con 34 años, embarcó a Beirut con la excusa de practicar el árabe. Sin apenas equipaje, ni dinero, ni amigos, pero con un revolver, viajó hasta Damasco y empezó a interesarse por las tribus nómadas. Se hizo conocida internacionalmente a raíz de su viaje al interior de las montañas para conocer a una de estas tribus: los drusos. Debido a su rebelión, su región estaba acordonada por los franceses. Con su amiga Virginia Buddicom viajó 100 km en burro, durmiendo en aldeas, hasta que las detuvieron por intentar traspasar el cordón de seguridad.
No era la primera en viajar a esta región y las comparaciones con Gertrude Bell, «la reina del desierto», eran inevitables. Pero ella las detestaba, ya que había una gran diferencia económica entre ellas y Stark consideraba que se había hecho a sí misma, a diferencia de Bell. Existía una gran rivalidad entre ellas, aunque nunca llegaron a coincidir.
En su siguiente viaje consiguió otro de sus hitos más célebres: localizó la fortaleza de los Asesinos. Éstos eran la secta medieval musulmana llamada hashshashin, o nizaríes, cuyas prácticas hicieron que esta palabra derivara en “asesino” en occidente —aunque su origen parece venir de hashishin: consumidores de hachís—. No había sido la primera en llegar; otros lo habían hecho antes, pero ella redescubrió el lugar, exploró territorio desconocido y completó los mapas británicos, que en esa área estaban llenos de huecos y errores, con nuevas montañas y aldeas. Por ello fue reconocida por la Royal Geographical Society y premiada con una beca que le permitió continuar sus estudios y exploraciones allí.
En la Segunda Guerra Mundial, el gobierno británico contó con ella para convencer a los árabes de que se uniesen a los aliados e hizo de espía organizando una red antinazi.
Se casó a los 54 años, pero terminó separándose —que no divorciándose— al descubrir que su marido era homosexual. Escribió numerosos libros de sus viajes, y continuó haciéndolo hasta el final de su vida. Tras su separación se dedicó a estudiar y explorar Turquía. Recorrió Europa, visitó China con 70 años; Afganistan conduciendo un jeep por el desierto con 76 y filmó sus viajes descendiendo el Éufrates y haciendo trekking en Nepal.
Con 89 años se atrevió a atravesar en mula pasos del Himalaya a más de 5.000 metros de altura.
Fue su último gran viaje. Volvió a donde había crecido con su madre, la villa italiana de Asolo, y continuó escribiendo allí. Murió en 1993, con los 100 años ya cumplidos.
Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:
Elías Viana, Marta: Freya Stark, cien años de aventuras (8 de marzo de 2018), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/freya-stark/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
- La Guerra Civil Catalana (1462-1472) - 31/01/2021
- Wamba, el rey que no quería serlo - 17/09/2020
- El incendio del Bazar de la Caridad - 04/05/2020