La historia de la dinastía Románov abarca trescientos años de autocracia en los que, en total, veinte regentes gobernaron uno de los imperios más duros del mundo. Y no nos referimos solo al clima.  En proporción al tamaño del imperio, que a finales del siglo XIX alcanzó una sexta parte de la superficie terrestre, la corte era pequeña, pero las intrigas y rivalidades entre familias y clanes eran feroces. Son tres siglos de guerras externas e internas, donde la solución rápida para todo era envenenar, empalar o desmembrar. A veces incluso todo a la vez, y sin desmerecer las enrevesadas conspiraciones de los aspirantes al trono. No es de extrañar que quien debía estar por encima de semejante panorama y tener la capacidad de controlarlo fuera a menudo un déspota que muchas veces rozara —e incluso sobrepasara— la línea entre la cordura y la locura.

El reinado de los Románov comienza y acaba con un curioso paralelismo: un adolescente débil. Mikáil I, o Miguel en el nombre tradicional castellanizado, y Alexéi, el zarévich hijo de Nicolás II que murió tras la Revolución Rusa junto al resto de su familia. En este artículo nos referiremos al primero de ellos. Es una historia tan interesante como compleja, por lo que en esta ocasión no entraremos en materia política ni social; nos centraremos en el origen de todo: ¿Cuándo entra en la escena política la familia Románov? ¿Quién fue su primer zar y cómo llegó a esa posición?

 

IVAN EL TERRIBLE Y LA PRIMERA ROMÁNOV

Existen dudas acerca de la autenticidad del primer gobernante conocido de esta zona. Se trata de Rurik, un príncipe escandinavo del siglo IX y que, según la Crónica de Néstor —escrita tres siglos más tarde—, fue invitado por distintos pueblos que peleaban entre sí para que fuera a poner orden. Parece que, ya que estaba, se quedó a gobernar. Este sería el fundador de la dinastía Rúrika, que se vio interrumpida a partir de 1238 con las invasiones mongolas. Sin embargo, los mongoles permitieron que los príncipes siguieran gobernando de forma local, por lo que la familia volvió al poder cuando Iván III el Grande, príncipe de Moscovia, acabó con el vasallaje a los mongoles y unificó los territorios rusos. Nos saltaremos a su hijo, Basilio III, para llegar a uno de los gobernantes más famosos: Iván IV, más conocido como Iván el Terrible.

Iván IV de Rusia, conocido como Iván el Terrible

Con él llega el vínculo con los Románov. Para evitar las intrigas que conllevaba concertar un matrimonio con alguien de la corte, Iván recurrió a una costumbre moscovita para evitar las rivalidades y envidias en la corte: un concurso de novias. Invitó a quinientas doncellas, pero la ganadora no fue una desconocida. Se trataba de la sobrina de uno de sus tutores, a la que ya conocía: Anastasia Románovna Zajárina. Hija del noble boyardo Román Zajarin, del nombre del cual derivaría el de su dinastía.

Aunque Anastasia murió —envenenada—, su hermano Nikita Románov permaneció en la corte. Pero Iván no ha pasado a la historia en vano como “el Terrible”, y su antigua familia política tampoco escapó a su sadismo. El caso es que Iván había matado a su heredero clavándole un bastón en la cabeza en un ataque de ira, su segundo hijo era enfermizo y el tercero, aun pequeño, murió o desapareció misteriosamente. La versión oficial fue que se había clavado un cuchillo a sí mismo en el cuello durante un ataque. Nikita Románov arregló la sucesión para el hijo enfermizo, Fiódor, pero éste murió poco después. Con él se extinguió la dinastía Ruríkida y había que buscar un sucesor. Como candidatos estaban el ministro Boris Godunov y el hijo de Nikita, Fiódor Románov, sobrino de la zarina Anastasia. La Asamblea de la Tierra[1] eligió a Godunov, que no era buen político ni tenía autoridad, e hizo una gestión pésima. Fiódor Románov, inició rumores sobre que el tercer hijo de Ivan, Dimitri, no murió, sino que estaba escondido, y Godunov acusó a los Románov de traición y brujería, consiguiendo el testimonio de sus criados de “esconder hierbas ponzoñosas”, y empezó una persecución hacia la familia en la que tres hermanos murieron estrangulados, se quemó uno de sus palacios, se confiscaron sus propiedades, se los desterró al Ártico y al propio Fiódor se le obligó a hacerse clérigo. Fiódor pasó a ser Filareto y su esposa Xenia, con la que tenía un hijo y una hija, también fue convertida forzosamente en monja y se la conoció en adelante como Sor Marta.

 

LOS FALSOS DIMITRIS

Pero el mal ya estaba hecho y los rumores sobre que el zarévich Dimitri seguía vivo se extendieron y crecieron, convenciendo a muchos de que volvería para reclamar el trono. Esto dio pie a la llamada “Época de Turbulencias”, en la que se sucedieron las intrigas, los aspirantes a zar y los falsos Dimitris.

«Los últimos minutos del Falso Dimitri» (1879) Carl Wenig

El primer Falso Dimitri, del que no se sabe la identidad real, marchó sobre Moscú con la ayuda de polacos y cosacos. Mientras tanto, Godunov murió y heredó el trono su hijo Fiódor, que reinó por unos meses como Fiódor II[2] antes de morir estrangulado incluso antes de que el Falso Dimitri tomara la ciudad. Esto se produjo en 1605, e incluso la viuda de Iván y madre del auténtico Dimitri lo reconoció como a su hijo perdido. Los Romanóv fueron traídos de vuelta a la corte, pero Filareto, Sor Marta y su hijo Miguel, en ese momento de diez años, no volvieron a Moscú; a Filareto le dieron un cargo lejos en Rostov.

Pero el reinado del Falso Dimitri duró solo 10 meses. Se enamoró y se casó con una polaca, Marina Mníszech, que encima era católica y no se convirtió al cristianismo ortodoxo tras casarse. Ni polacos ni católicos eran populares allí y la gente la apodó “Marinka la Bruja”. El matrimonio duró nueve días. Los boyardos se sublevaron y rodearon el Kremlin de madrugada. El Falso Dimitri intentó escapar saltando por la ventana, con tan mala suerte que se rompió la pierna al caer y murió tiroteado y, por si acaso, también recibió 21 puñaladas. Muy creativos siempre para la tortura en vida y humillación post mortem, también destriparon el cadáver, le vaciaron el cráneo y lo exhibieron desnudo, junto a sus vísceras, metiéndole por la boca una gaita de juglar. Finalmente lo incineraron y dispararon sus cenizas en dirección a Polonia con los cañones.

Había que volver a elegir zar y los Románov vuelven a aparecer como candidatos: de los hijos de Nikita, el cuñado de Ivan el Terrible, solo quedan vivos Ivan, que era impopular, Filareto, que era monje, y Miguel, que era muy pequeño. Por ello se acabó imponiendo el propio líder de la revuelta contra el Falso Dimitri, que reinó como Basilio IV y contra el que Filareto comenzó, una vez más, a conspirar. Y no hay que olvidar que la gente seguía con la creencia de que Dimitri seguía vivo por ahí, circunstancia que aprovecharon más de una decena de personas.

De entre ellos salió un segundo Falso Dimitri, de apodo “el Bandolero” que se casó con la viuda del primero, Marinka la Bruja. Mientras éste amenazaba desde fuera de Moscú, dentro tampoco eran mejores las perspectivas de Basilio IV. Una revuelta de boyardos, entre los que se encontraban —cómo no— los Románov, lo destronó y acabó sus días en una cárcel polaca.

Otra vez tenían que decidir quién sería el nuevo zar y el nombre del pequeño Miguel volvió a la palestra, pero teniendo la amenaza del Falso Dimitri II —que venía ya hasta con sucesor, porque Marinka estaba embarazada—, los boyardos pensaron que sería mejor un adulto y decidieron proponérselo al príncipe Ladislao de Polonia. Filareto Románov fue como enviado a reunirse con el rey y exigirle la conversión de su hijo a la fe ortodoxa.

El resultado fue que encarcelaron a Filareto y Rusia seguía sin zar y amenazada por polacos, por los seguidores del segundo Falso Dimitri “el Bandolero”, que lo habían asesinado, pero continuaban junto a Marinka y su hijo bebé —el “Pequeño Bandolero”— y a los que se unió una milicia de patriotas que respondió al llamamiento del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa para expulsar a los extranjeros y que alió con Marinka.

 

LA ELECCIÓN DE MIGUEL COMO ZAR

«Ofrecimiento de la corona a Miguel, de 16 años, en el Monasterio Ipátiev en 1613» (ca. 1800). Óleo de Grigori Ugriúmov

No entraremos en la Guerra Civil que se desató y nos centraremos en los Románov, que permanecieron encerrados durante todo el conflicto. Filareto en Polonia y los demás en Moscú. Al terminar la guerra, Miguel y su madre fueron liberados. La Asamblea de la Tierra, por fin después de tantas idas y venidas, eligió a Miguel como zar y, al enterarse, los polacos ordenaron matarlo. El problema era que había desaparecido. Miguel Fiódorovich Románov estaba en busca y captura tanto por los que querían matarlo como por los que querían coronarlo. Por suerte para él, lo encontraron antes éstos últimos escondido en el Monasterio Ipátiev.

Ni Miguel tenía muchas ganas de ser zar después de todo lo que había visto, ni su madre iba a permitirlo. Aun así, después de muchísimas súplicas advirtiendo que si no aceptaba sería el fin de Rusia, Miguel acabó cediendo. Iniciaron así un viaje en el que no paró de quejarse por todo hasta que llegaron a una capital destrozada, desde donde debería dirigir un país en la completa ruina y todavía lleno de aspirantes al trono que lo querían muerto con sus inexpertos 16 años, su debilidad física —era cojo y con un tic en un ojo— y de carácter, que no se sabía si era nato o fruto de tantos traumas infantiles y su, decían, escasa inteligencia. Una vez más, por suerte para él, fueron los héroes del alzamiento que desembocó en su elección como zar los mismos que vencieron a sus enemigos. La Paz de Deúlino de 1619 acabó por fin con la Época de Turbulencias y puso paz entre rusos y polacos, con la liberación de Filareto como una de sus consecuencias. Miguel llevaba mucho esperando a su padre, pero una vez a su lado, Filareto seguía siendo ambicioso y aún más irascible que antes y el zar lo respetaba, pero también lo temía.

Pero vayamos un poco antes, a lo personal. En 1615 aún no había perspectivas de liberar a Filareto y Miguel no podía esperar más, por lo que convocó un concurso de novias para elegir una esposa que le diera herederos. La primera elegida fue envenenada para que pareciera que no era una candidata adecuada. La segunda, Eudoxia, fue quien le dio a su heredero Alexei. De Miguel en lo personal destacó su carácter alegre y la afición a la jardinería.

 

LA MUERTE DE MIGUEL Y LA SUCESIÓN DE ALEXEI

Miguel I de Rusia (1613-1645)

Adelantamos hasta su muerte. Varios de sus hijos murieron de pequeños y esto le causó una depresión que, junto con la hidropesía y el escorbuto, terminó con él. El curioso diagnóstico de los médicos fue que, de tanto llorar, un “diluvio de lágrimas” le inundó los órganos, lo que les privó de su calor natural y enfrió su sangre. Evidentemente, su tratamiento a base de purgantes y vino del Rin mezclado con hierbas no funcionó. Los médicos esta vez sentenciaron que su estómago y su hígado no funcionaban por estar tanto tiempo sentado, por las bebidas frías y por la pena. Miguel falleció a los 49 años, tras lo que su primo, Nikita Románov —hijo de Ivan, el hermano de Filareto que no era lo suficientemente popular para el trono—, reconoció a Alexei como legítimo heredero y proclamó que ningún extranjero sería reconocido como zar. Ninguna Asamblea aprobó la sucesión en este caso, ni en los venideros. Si Miguel fue el primer zar de la dinastía, con el ascenso de su hijo Alexéi se estableció como la única posible por la gracia de Dios.

 


NOTAS

[1] En ruso, Zemski Sobor, un tipo de Parlamento feudal convocado por primera vez por Ivan el Terrible en 1549 y en el que participaban la nobleza, el alto clero y representates de los ciudadanos.

[2] Recordemos, porque hay muchos Fiódors, que el primero fue el hijo enfermizo de Iván el Terrible.


BIBLIOGRAFÍA

  • Sebag Montefiore, Simon: Los Románov 1613-1918. Barcelona, Crítica, 2016.

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Elías Viana, Marta: El origen de los Románov (6 de noviembre de 2017), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/origen-romanov/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

Marta Elías
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