«Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.» (Mateo 2, 1-2)

Todos desde niños ansiábamos (algunos aún lo hacemos) la llegada de la Navidad y, sobre todo, la visita de los Reyes Magos de Oriente. Incluso los que éramos más traviesos los días previos a la llegada de Sus Majestades nos convertíamos, como por arte de magia, en los más formales, amables y buenos niños de la Tierra.

Pero ¿qué hay de verdad en la figura de los Reyes Magos?, ¿hay alguna base histórica para hablar de su existencia? Como cualquier tema relacionado con el mundo de la religiosidad, no se ha visto exento de una gran polémica y debate historiográfico. Aquí aportaremos una pequeña síntesis sobre su origen y evolución para, mientras esperamos su llegada, aprender más sobre una de las tradiciones con más arraigo en suelo hispano.

En primer lugar, cabe destacar que las figuras de sabios o magos adorando a figuras divinas no es propiedad exclusiva del cristianismo. En algunas representaciones, ya tardías, del nacimiento de Horus podemos observar a cuatro figuras que se postran frente al dios de cabeza de halcón y que, curiosamente, portan oro, incienso y mirra, además de un libro con todos los conocimientos del mundo. Estos cuatro sabios procedían de los cuatro puntos cardinales en los que los egipcios dividían su mundo.

Los presentes otorgados tanto a Horus como a Jesús, no están elegidos al azar. Cada uno de ellos tiene un significado. El oro, como símbolo de realeza. El incienso (que todavía hoy en muchos ritos religiosos se quema), porque es Dios y, finalmente, la mirra, símbolo de la muerte pues se trataba de una hierba utilizada en los procesos de embalsamamiento.

En el encabezado de este artículo encontramos los primeros versículos del capítulo segundo del Evangelio de San Mateo. Es el único evangelista, dentro de los Evangelios Canónicos, que hace mención a la adoración de los magos. Y aquí encontramos el primer punto de controversia. Ni dice que eran reyes, ni cuántos eran, ni mucho menos habla de sus nombres. Además, hay que tener en cuenta que la versión del Evangelio de San Mateo en la que se basa la actual está en griego, y no en el arameo «original» por lo que la palabra «mago» podría estar sujeta a errores de traducción que se han ido arrastrando hasta nuestros días. Aquí el debate entre exégetas y teólogos se divide básicamente en dos bandos, a saber, aquellos que consideran que el pasaje de los Magos no es más que un añadido posterior para introducir a los gentiles (los no judíos) en la nueva religión; y aquellos que defienden la historicidad de los Magos y de su visita a Jesús. Según estos últimos, se trataría de un grupo perteneciente a una casta sacerdotal persa dedicada al estudio y al conocimiento científico, que recogió la tradición babilónica de los escritos y tradiciones hebraicas que allí dejó el pueblo judío durante su cautiverio en el siglo VI a. C. De ahí que conocieran los signos celestes, la famosa estrella de Oriente, que precedían al nacimiento del Mesías judío.

Adoración de los Magos. Siglo III d. C. Catacumbas de Priscila, Roma (Italia)
Adoración de los Magos. Siglo III d. C. Catacumbas de Priscila, Roma (Italia)

El caso es que ya desde fechas muy tempranas el culto a los Magos se vio reflejado en el arte. En las catacumbas de Roma podemos ver la representación de tres figuras adorando al Niño Dios. Pero, ¿eran realmente tres? Como decíamos más arriba, la tradición canónica no nos habla del número de Magos. Variaban entre dos o cuatro, aunque pronto se supuso que eran tres, dado que portaban tres regalos. El primero en dejarlo por escrito fue el Padre de la Iglesia, Orígenes (Alejandría, 185-254). El número tres posee un gran significado en la religión católica como bien sabemos, pero es que además era atribuible a las tres edades (juventud, madurez y senectud) y a las tres partes del mundo conocido. Orígenes buscaba de esta manera ampliar la Buena Nueva del cristianismo a jóvenes y mayores, independientemente de su origen. Si bien el número de Magos se fijaría casi definitivamente en tres, encontramos versiones en los que son cuatro (incluyendo un Mago ruso de nombre Arzabán, como nos relata el apócrifo Evangelio Armenio) o los tradicionales doce magos (que trataban de establecer paralelos con los Doce Apóstoles o las Doce Tribus de Israel) de las Iglesias Armenia y Siria, cada uno con sus nombres y atributos.

Llegamos así a otra interesante cuestión, el nombre de cada uno de los Magos. La primera vez que aparecen los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar es en el Evangelio de Armenio de la Infancia. Un documento del siglo VI y bastante controvertido, desde el punto de vista canónico. En él, aparte de citarlos por su nombre, nos dice que son hermanos y que, dato importante, son reyes de los persas, hindúes y árabes respectivamente. Celebérrimo es el mosaico de San Apolinar Nuovo, en Rávena, donde aparecen los Magos con su correspondiente nombre sobre sus cabezas. Esta representación del siglo VI, nos habla de la rápida expansión del culto a los Magos pese a no aparecer, como ya hemos dicho, en ningún escrito canónico.

Mosaico de los Reyes Magos, siglo VI. San Apolinar el Nuevo, Rávena (Italia)
Mosaico de los Reyes Magos, siglo VI. San Apolinar el Nuevo, Rávena (Italia)

En cuanto al aspecto de los Magos, ya en el siglo VII la obra Excerptiones patrum, collectanea et flores cuya autoría se suele atribuir a Beda el Venerable, nos habla de los ya referidos nombres, el regalo que portaba cada uno (Melchor el oro, Gaspar el incienso y Baltasar la mirra) y, por primera vez, se alude a la piel oscura de Baltasar:

«El tercero, llamado Baltasar, de piel oscura (fuscus) y con toda su barba, testimonió con la ofrenda de la mirra, que el hijo del hombre tenía que morir […]»

Adoración de los Reyes Magos. Códice de Roda, siglos X-XI, Folio 206 recto. Real Academia de la Historia, Madrid (España)
Adoración de los Reyes Magos. Códice de Roda, siglos X-XI, Folio 206 recto. Real Academia de la Historia, Madrid (España)

No obstante, no sería hasta el siglo XV cuando la representación de Baltasar como un joven de raza negra se popularizase en Europa. Durante buena parte de la Edad Media, la Epifanía o Adoración de los Magos, se representó a dos de ellos con una espesa barba y al tercero con el rostro libre de ella. El Medievo fue el momento en el que el culto a los Magos comenzó a extenderse de forma generalizada por todo el continente europeo. Aparecerá en multitud de capiteles, frisos, tímpanos, breviarios…desde Toledo hasta Polonia.

Durante este periodo, y como solía ser muy habitual durante el Medievo, surgieron multitud de reliquias atribuidas a los Magos. Y aquí ya la historia de los Magos se mezcla con la leyenda. Los Magos tras ser avisados por un ángel de las intenciones del rey Herodes, salen de Palestina. Para unos fueron bautizados por el propio Santo Tomás, para otros regresaron al reino del Preste Juan donde fueron nombrados obispos (la figura del preste Juan bien merece otro artículo, pero será en otra ocasión) …el caso es que la emperatriz Helena, madre de Constantino el Grande (posteriormente canonizada y hoy patrona de los arqueólogos) halló sus tumbas y llevó sus restos  a la corte imperial, situada entonces en Mediolanum (actual Milán) y los depositó en la actual Iglesia de San Eustrogio. Cuando en 1164 el emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja, saquea la ciudad lombarda, sus obispos se apuran en tomar los restos de los Magos. Para albergar tan importantes reliquias, se construye nada más y nada menos que una catedral en la ciudad de Colonia, la conocida precisamente como Catedral de los Reyes Magos.

Como hemos visto, la historia y la tradición de los Magos de Oriente está presente en Europa desde hace ya casi 1.500 años. Una tradición que tiene en España y otros países de Latinoamérica un arraigo más especial debido a la tradición de regalar a los niños el día 6 de enero. Si bien en un principio sólo se trataba de pequeños dulces, en el pasado siglo XX el afán consumista nos ha llevado a una vorágine de compras de juguetes. Incluso otras figuras están sustituyendo a los Reyes Magos, que poco o nada tienen que ver con nuestra tradición e idiosincrasia muy alejada de aquellos sabios que hace 2.000 años solo buscaban conocimiento.


BIBLIOGRAFÍA

  • GÓMEZ FERNÁNDEZ, Francisco José. Breve Historia de Jesús de Nazaret. Nowtilus. Madrid. 2009
  • LÓPEZ DE HIERRO, Helena. “Adoración de los Reyes Magos” en Modelo del Mes 2007, Museo del Traje. 2007.
  • RODRÍGUEZ PEINADO, Laura. “La Epifanía” en Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. IV, nº 8, 2012, pp. 27-44

Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:

FERNÁNDEZ-MONTES Y CORRALES, Luis Miguel. «Los Magos de Oriente» (5 de enero de 2017) en La Misma Historia [Blog] Recuperado en: https://lamismahistoria.es/magos-oriente/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

Luis Miguel Fernández-Montes y Corrales
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3 thoughts on “Los Magos de Oriente”

  1. Qué bueno Luismi!!No tenía ni idea, me ha encantado y he aprendido un montón 🙂
    Esperando ya a ver qué nos cuentas en tu próximo artículo!!

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