«El genocidio de los armenios se caracteriza por haber sido el crimen olvidado del cual no se habló; y se prohibió hablar. El dramaturgo armenio Berdj Zeituntsiants metaforizó el fenómeno del olvido como el Gran Silencio».
Dr. Khatchik Derghougassian
Hace un par de veranos, asistiendo a un concierto del prodigioso violinista Ara Malikian, me llamó poderosamente la atención que dedicase uno de sus temas a las olvidadas víctimas del genocidio armenio, dado que parte de los orígenes de la familia del artista pertenecen a este milenario pueblo. Y es cierto que quizás muchos han olvidado que el genocidio armenio fue el primero del siglo XX, pudiendo contabilizarse más de un millón y medio de víctimas a manos del ejército otomano a partir de 1915.
Las atrocidades de otro genocidio —el llevado a cabo por los nazis en la Segunda Guerra Mundial— ha dejado en el olvido a un pueblo al que se ha pretendido hacer desaparecer como tal. Los gobiernos turcos, aún a día de hoy, niegan rotundamente el genocidio tildando las muertes como fruto de la casualidad y las guerras, a pesar de que tales actos fueron juzgados y reconocidos oficialmente por numerosos países de todo el mundo.
La historia de Armenia es extensa y complicada, pero se hace necesaria para comprender el tema que estamos tratando.
HISTORIA DE ARMENIA
Tenemos constancia de su existencia desde la Prehistoria. Los primeros asentamientos girarían en torno al monte Ararat, naciendo el reino de Urartú, que asentaría las bases antropológicas y políticas del pueblo armenio. Convivieron con sumerios, hititas, babilonios o acadios y destacaron por una avanzada agricultura para su momento.
Con la caída del reino de Urartu, surge el primitivo reino de Armenia, que se mantuvo independiente, con breves periodos de sometimiento de los persas. Armenia ocupaba un vasto territorio que se extendía por el Cáucaso, Palestina, Irán y Capadocia. En el siglo IV, concretamente en el año 301, Armenia será el primer estado que adopte el cristianismo como religión oficial, y los años siguientes son considerados la edad de oro del país. La conversión del país al cristianismo los unía a Roma Y Bizancio, algo que fue muy mal visto por los persas, que atacaron continuamente la zona, amenazando con una guerra.
En el año 406 el monje Mesrop Machtots crea el primer alfabeto armenio y se traducen numerosas obras, fue una época en la que el país sobresale por su rica cultura. En el 428, debido a los enfrentamientos con persas y griegos, Armenia pierde su soberanía quedando dividido el país entre el imperio bizantino y el imperio sasánida.
A partir del 451, se toma como religión oficial el monofisismo. Dos siglos después un nuevo enemigo, el pueblo árabe, conquista definitivamente la región en el 636. Sin embargo, los ocupantes respetaron la autonomía política y religiosa de la provincia.
En el 884, Armenia vuelve a retomar su independencia, se fija la capital en Ani, que fue llamada “la perla de Oriente”. Fueron años de tranquilidad relativa para este pueblo.
Entre los siglos XI y XIII, comienza la ocupación de turcos y mongoles, por lo que hay un éxodo hacia la costa mediterránea de Cilicia, donde se forma la pequeña Armenia con apoyo de los cruzados. Desde luego era una región que por su posición estratégica entre Oriente y Occidente suscitaba el interés de muchas culturas.
Ya en el siglo XVI el territorio es disputado entre los Imperios Persa y Otomano, y años después comienza el interés de los rusos. Este es el principio del fin de un, ya de por sí, debilitado territorio. La Armenia histórica había desaparecido.
Durante el S. XIX, surgen los primeros partidos nacionalistas armenios que, influidos por las ideas liberales europeas, realizaron una serie de acciones armadas en el Este de Anatolia coincidiendo con las ansias de expansión rusa en el Caúcaso.
Esta situación llevó al líder de los Otomanos, Abdul Hamid II, a intervenir con su ejército en 1894 ayudado además por los hamidiye, una nueva caballería formada por tribus kurdas al estilo de los cosacos rusos. La terrible situación dio lugar a una guerra religiosa en la que se enfrentaban los musulmanes turcos y kurdos, contra los armenios cristianos, y asirios.
En 1896 la guerra se extendió a Constantinopla, cuando un comando nacionalista revolucionario nacido del partido Dashnakzutium, asaltó la banca otomana en la actual Estambul. La reacción del gobierno ante tal ataque fue especialmente sangrienta, tomando represalias hacia cualquier habitante de origen Armenio que habitase la ciudad.
LAS PRIMERAS MATANZAS
Entre 1894 y 1896 fueron asesinados más de 300.000 armenios, siendo conocida como la primera fase del genocidio, denominada por varios historiadores como una limpieza étnica.
Los cadáveres se amontonaron en las calles, apilados, esperando que algún camión viniese a recogerlos. Abdul Hamid II decidió dejar a todos los armenios desprotegidos: no se les reconocía su entidad étnico-religiosa. No pudieron más que adaptarse a la nueva situación, tiranizados bajo el yugo sanguinario de Abdul Hamid.
Algunos armenios consiguieron mantener puestos de cierto poder y apoyar así a los movimientos de los Jóvenes Turcos que pretendían acabar con la monarquía que les oprimía.
Sin embargo, cuando los Jóvenes Turcos del partido Comité de Unión y Progreso llegaron al poder en 1909 rechazaron las ideas culturales armenias (y también las políticas) buscando una entidad cultural independiente que sentaría las bases de lo que hoy conocemos como República de Turquía.
SEGUNDA PARTE DEL GENOCIDIO
Al estallar la Gran Guerra el Imperio Otomano se convierte el aliado de Alemania contra Rusia, Inglaterra, Francia e Italia, la población armenia se convierte en una amenaza. En 1915 tres figuras clave ocuparán la cúpula del gobierno: Mehmet Talaat Pasha ministro del interior, Ismael Enver ministro de guerra y Ahmed Jemal Ministro de Marina y gobernador militar de Siria.
Estos mandos serían los que iniciarían las persecuciones contra la población Armenia ordenando primero su deportación y luego su ejecución en masa. El 24 de abril de 1915, cientos de intelectuales y líderes armenios son deportados a Ankara donde serían asesinados. Era el inicio del fin. La orden oficial de deportación se mandaría desde la antigua Trebisonda a la Embajada de EE.UU. en Constantinopla en 28 de junio de 1915.
Las órdenes eran claras: los armenios debían abandonar en el plazo de cinco días sus barrios pues eran vistos como amenaza para el Imperio Otomano. En teoría deberían estar protegidos y acompañados por la Gendarmería, pero nada más lejos de la realidad.
Primero separaron a los hombres jóvenes de ancianos, mujeres y niños. En su mayoría fueron ejecutados. Se pidió que se les matara a cuchillo o ahogándolos en el río pues debían ahorrar munición para la Gran Guerra. Algunos mandos de las tropas se negaron a obedecer aquellas órdenes tan sanguinarias con el resultado de ser también ejecutados. Los demás huyeron en masa, les quedaba un duro camino andando a través de tierras desérticas y sin apenas medios o comida. Se les llamó las marchas de la muerte.
Vejados por los gendarmes y atacados por algunos kurdos, la mayoría moría por el camino. Otros eran trasladados a campos de concentración. Muchos transportados en vagones de ganado en condiciones infrahumanas. Se produjo un alto índice de suicidio en las mujeres, pues eran forzadas y esclavizadas constantemente llegando a situaciones inaguantables que les hacían tomar la difícil decisión de acabar con sus propias vidas.
Los que lograron sobrevivir a las caravanas de la muerte se refugiaron en ciudades como Alepo —en la actual Siria— o en Rusia. Otros supervivientes lo fueron porque habían sido escondidos por vecinos que estaban en contra del régimen del Imperio Otomano (aun sabiendo que les esperaría la muerte si fuesen descubiertos). El propio ministro Talaat Pasha calificó sus propias órdenes como atrocidades. Lo corroboran telegramas como el que envió a Alepo en «El gobierno ha decidido exterminar a todos los armenios residentes en Turquía» o el enviado en 1916 que ordenaba exterminar en masa a los niños.
Con el fin del imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial muchos armenios regresaron a su antiguo hogar tras la detección de los Jóvenes Turcos acusados formalmente de este genocidio, de hecho en el Tratado de Sevres se reconocía la independencia de la Armenia histórica y se delimitaban para ello sus fronteras. Sin embargo, el gobierno será tomado por la fuerza en 1920 por Mustafá Kemal que continuará con el plan genocida hasta 1923 y no reconocerá tales fronteras tomando la Armenia otomana y la rusa.
A raíz del Congreso de Sivás decidirán acabar con todo lo “foráneo”. Provocará incendios intencionados que acabaran con decenas (o centenas) de miles de vidas armenias y griegas y los achacará a una casualidad. Deporta además a todos los cristianos. Turquía quedaba “limpia” de infieles.
BALANCE Y NEGACIONISMO
A día de hoy no se ha llegado a un consenso claro sobre el número de víctimas que fallecieron en este genocidio, barajándose desde el medio millón a los dos millones de muertos. Según el gobierno de Armenia al menos un millón y medio de personas fueron asesinadas. Algunos países como EE.UU. o Gran Bretaña coincidieron con este balance en las reuniones de la época. El gobierno turco baraja unas 300.000.
Un historiador británico, Arnold J. Toynbee, fue encargado después de la Primera Guerra Mundial para hacer un estudio preciso del número de víctimas, llegando a la conclusión de que 600.000 armenios morirían asesinados, otros tantos meses después por enfermedades contraídas mientras eran deportados, lo que nos daría 1.200.000 víctimas.
Tras la Primera Guerra Mundial hubo un intento de juzgar a los responsables de tales crímenes por parte de las fuerzas aliadas, pero todo quedó en aguas de borraja al entrar en el poder Mustafá Kemal con la Guerra de Liberación Turca. Esto provocó que el pueblo Armenio se tomase la justicia por su mano e idease una operación llamada Némesis, a raíz de la cual asesinarían a los líderes responsables del genocidio. Murieron así a punta de metralleta el ministro Talaat Pashá o el visir Said Halim entre otros.
Años después descendientes turcos de los anteriores formaron el Ejército Secreto para la Liberación de Armenia (ASALA) que en las décadas de los 70, 80 y 90 asesinaron a unos 50 líderes turcos en diversos lugares del planeta, y perpetraron algunos atentados en aeropuertos europeos donde murieron también civiles. En 1985 la comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas reconoció el genocidio armenio.
A día de hoy 23 países del mundo han reconocido el genocidio mientras que otros tantos lo niegan (incluyendo, obviamente, Turquía). Actualmente Armenia tiene 3 millones de habitantes y su superficie dista mucho de la Armenia histórica cuyas fronteras se volvieron a definir en el Tratado de Sevres. En 1922 fue agregada a la Unión Soviética y bajo el régimen de Stalin vivieron una época de prosperidad y modernización.
En 1991 en la era Gorbachov Armenia volvió a convertirse en una República independiente. Todavía hoy se lucha por el reconocimiento a nivel mundial de los hechos perpetrados contra el pueblo armenio.
BIBLIOGRAFÍA
- OHANIAN, Pascual C.: La cuestión armenia y las relaciones internacionales. Tomo 5. Buenos Aires, 2005.
- IZARD LLORENS, Miguel: Marginados, fronterizos, rebeldes y oprimidos II. Barcelona. Serbal ediciones, 2011.
- MARTORELL, Manuel: «Armenia, el primer genocidio del S.XX», en La aventura de la historia. Madrid, Editorial Arlanza. Mayo 2000, págs. 28-35.
- El genocidio armenio. Recuperado en: genocidioarmenio.org [Última consulta: enero de 2018].
- Galería de Imágenes: www.ujasur.org/materiales/archivo-de-fotos-del-genocidio-armenio/ [Última consulta: enero de 2018]
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Sixto Castro, Marta: El genocidio armenio (25 de enero de 2018) en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en https://lamismahistoria.es/genocidio-armenio/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]
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