Prohibir la Navidad suena a argumento de película mala de las que abundan por estas fechas, ¿verdad? Pero es algo que realmente ha sucedido en la historia, y además en varios lugares. Ha habido —y hay— Navidades Prohibidas.

En Inglaterra, esta situación se produjo durante la etapa de la Mancomunidad de Oliver Cromwell, en ese breve periodo republicano entre 1649 y 1660, tras la ejecución de Carlos I. Cromwell era de fe protestante, y además fanático. Pese a que se estableció la libertad de culto, los católicos y blasfemos sufrieron persecuciones y torturas. En ese periodo impuso también sus propios y rígidos valores puritanos y consideraba que la celebración de la Navidad no venía en el Evangelio como fiesta sagrada y su origen era pagano y, por lo tanto, era una herejía. El Parlamento inglés declaró ilegal esa fiesta, rebautizada como “Día del Jolgorio de los Paganos” y se convirtió en laborable. Tan laborable que incluso el Parlamento tuvo sesiones normales el día de Navidad y las tiendas debían abrir sus puertas. Pero la prohibición iba más allá de actuar como si nada; adornar la casa con elementos propios de la celebración católica podían llevar a una acusación de rebeldía. Los villancicos también se prohibieron, así como la venta de alcohol. Los dulces de hojaldre típicos de esas fechas, los mince pies, dejaron de fabricarse. Incluso el ejército podía intervenir si cogían a alguien preparando comida para la celebración y confiscarla. Como sigue pasando hoy día, que te toquen las fiestas es motivo de disturbios, y eso fue lo que pasó. Pero la Navidad volvió a Inglaterra tras la muerte de Cromwell, con la restitución de la monarquía con Carlos II.

En las colonias, muchas de ellas fundadas por puritanos protestantes que precisamente venían de Inglaterra, la aversión a la Navidad se mantuvo. En el caso de Boston se prohibió festejarla entre 1659 y 1681, con una pena de multa de cinco chelines a quien lo hiciera. La celebración se asociaba con comer, beber y jugar. Todo lo que repudiaban. Además, su aplicación literal de la Biblia les apoyaba. La celebración del 25 procede del siglo IV d. C., cuando desde Roma se intentó solapar fiestas anteriores como la Saturnalia. Más a favor de los puritanos; en realidad los católicos celebraban fiestas paganas disfrazadas. Sin embargo, en este caso no se persiguió a quienes sí la celebraban en sus casas, ni tuvo mucho seguimiento más allá del área de influencia de la colonia de Massachusetts. Pero, pese a levantarse la prohibición, la Navidad continuó sin celebrarse allí y siendo laborable hasta 1800, y no se convirtió en festivo federal hasta 1870 con el gobierno de Ulysses Grant.

Una prohibición mucho más reciente es la de Cuba, donde la Navidad se prohibió durante 40 años. Al ser un país de herencia española, dicha tradición estaba establecida desde hacía mucho, importada por los católicos. Pero con la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, la asociación de la fiesta navideña a sus enemigos capitalistas, sumado a la discrepancia del nuevo régimen con la iglesia, hizo que los ciudadanos tuvieran que guardar los adornos y trabajar ese día. Algunos siguieron celebrándolo a puerta cerrada, pero no estaban permitidas las decoraciones en ningún lugar público. En 1997, ya con Raúl Castro sustituyendo a su hermano, Juan Pablo II visitó la isla y repentinamente se volvió a decretar como festivo. La prohibición había terminado.

Estos son ejemplos históricos de países donde sí había sido tradición y lo volvió a ser después, pero obviamente a día de hoy no se celebra, o directamente está prohibida, en países árabes o de tradición comunista, como Irak, China o Corea del Norte.

 


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Elías Viana, Marta: Navidades Prohibidas (8 de diciembre de 2017), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/navidades-prohibidas/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

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