«Era de estatura alta, de apariencia aterradora, de la mayor fiereza en su mirada y con una voz áspera; una gran melena del más rubio cabello le caía hasta las caderas, portaba sobre su cuello un gran collar de oro y vestía una túnica de variados colores sobre la que sujetaba con un broche un grueso manto.»

Esto es todo lo que sabemos de Boudica, pues para las fuentes clásicas romanas (las únicas que tenemos, además muy escasas) la rebelión en la que tomó parte no fue apenas más que una pequeña nota a pie de página en la larga y gloriosa historia de Roma. Y hay que aclarar que esta descripción de Boudica, escrita por Dión Casio, se produjo un siglo después de los hechos.

Olvidada durante la Edad Media, no será hasta el reinado de Isabel I de Inglaterra (s. XVI) cuando Boudica resurja en el imaginario popular británico como todo un ejemplo de rebeldía y orgullo patrio. En la actualidad son muchos los libros y películas que reivindican su figura; medios en los que, por cierto, habitualmente aparece con una larga melena pelirroja (de un rojo oscuro poco natural) que ya forma parte de la leyenda, aunque Casio nos dijese claramente que era (muy) rubia[1].

Pero, olvidándonos por un momento de su aspecto físico, ¿qué fue lo que hizo que esta reina del siglo I siga tan presente en el XXI? Conozcamos la historia detrás del mito.

 

CONTEXTO HISTÓRICO

Cuando en el año 43 d. C. el emperador romano Claudio decidió retomar la conquista de Britania (con la devolución del trono al rey Verica, de la tribu de los atrebates, como Casus Belli), Roma consiguió hacerse en apenas dos años con el dominio del sur de la isla.

A ello ayudaron algunas tribus britanas aliadas, que entraron a formar parte de la red clientelar romana. Entre éstas, una de las más importantes era la tribu icena, cuyo territorio abarcaba prácticamente la misma zona que hoy día ocupa el condado de Norfolk (Anglia Oriental). Los icenos, sin embargo, no fueron el prototipo de aliado leal que hubiera deseado Roma, pues ya en el año 47 se opusieron al plan expansionista de Publio Ostorio Escápula, recién nombrado gobernador de Britania, e incitaron a unirse a la rebelión a las tribus vecinas. Escápula actuó con celeridad y sofocó la rebelión al tomar la fortaleza base de los icenos.

Probablemente fue en este momento cuando Prasutagus accede al trono iceno. Conquistados, pero aún semi-independientes, su alianza con los romanos pasó forzosamente por incluir al emperador romano en su testamento. Eso sí, se hizo de una manera un tanto peculiar; aunque era práctica habitual entre la clientela romana nombrar heredero del reino al emperador, en este caso fue una designación ex aequo, pues también se incluía en el testamento a la propia prole de Prasutagus con la esperanza de que su familia conservase algo de poder tras su muerte.

Cuando el rey iceno fallece en el año 60 vuelven los problemas. Prasutagus estaba casado con Boudica, con quien tuvo dos hijas. Pero el derecho romano no reconocía la igualdad entre hombres y mujeres, por lo que desde Roma se entendió que el heredero legítimo era incuestionablemente el actual sucesor de Claudio en el cargo: el emperador Nerón. Se encargó por tanto al procurador Cato Deciano que hiciese un informe y se procediese a la incautación de todos los bienes de Prasutagus.

Los celtas, sin embargo, sí eran una cultura más o menos igualitaria, por lo que Boudica, como reina de los icenos, se negó a que los romanos se llevasen nada. El castigo fue tan ejemplar como cruel: Boudica fue azotada en público y sus hijas violadas por los soldados romanos.

 

LA REBELIÓN DE BOUDICA

En respuesta a tan grave afrenta los icenos no tardan en aliarse con su tribu vecina, los trinovantes. Comandados por Boudica, icenos y trinovantes deciden atacar Camulodunum (actual Colchester). Se trataba precisamente de la antigua capital de los trinovantes, que —tras un breve periodo en manos de los catuvelaunos— ahora era una colonia romana. El asentamiento, que no contaba con apenas defensas, fue rápidamente tomado por los rebeldes.

Para los trinovantes, una de las mayores ofensas que habían cometido los romanos fue el proyectar la construcción de un templo dedicado al Divino Claudio en su antigua capital. Precisamente dentro de los muros del templo aún inacabado fue donde la población —acompañada por unos cuantos soldados veteranos— consiguió refugiarse durante dos días, a la espera de unos refuerzos que nunca llegaron.

Cayo Suetonio Paulino, gobernador de Britania, había enviado a su legado Quinto Petilio Cerial al mando de la Legio IX Hispana a sofocar la revuelta. Los 2.000 legionarios[2], y unos 500 hombres a caballo, fueron víctimas de una emboscada. Los tropas de a pie fueron totalmente masacradas, y a duras penas Cerial consiguió huir junto a su caballería. Para entonces ya no quedaba nada que salvar en Camulodunum. El templo, así como el resto de la ciudad, habían sido reducidos a cenizas.

El siguiente objetivo de los rebeldes fue Londinium (actual Londres). También de difícil defensa, la táctica adoptada por Paulino sería eminentemente práctica: desalojar la ciudad. Justificaría esta acción alegando que era preferible «salvar la provincia sacrificando una sola ciudad». Londinium también sería presa del fuego.

No sería la última población arrasada. También el municipium perteneciente a la tribu catuvelauna— de Verulamium (actual St. Albans) sufriría la ira de icenos y trinovantes, a los que por entonces ya se les habían unido otras tribus britanas descontentas con la dominación romana. Boudica, que significa ‘Victoria’, hacía honor a su nombre.

Ilustración de Peter Dennis. Fuente: Boudicca’s Rebellion AD 60–61, de Nic Fields (2011)

LA BATALLA DE WATLING STREET[3]

Tras la total destrucción de esas tres ciudades, a Paulino no le quedó más remedio que buscar el enfrentamiento directo con los rebeldes. Propio de la mentalidad romana, Paulino (al mando de la Legio XIV Gemina, y una o dos cohortes de la XX Valeria Victrix) buscó un terreno favorable que permitiese solucionar la situación en una sola y definitiva contienda. Para ello se eligió una zona llana y abierta que permitiese desarrollar un frente reducido y, que a su vez, no desguarneciese flancos ni retaguardia (que estarían protegidos por una zona boscosa).

Los britanos, que superaban ampliamente en número a las tropas romanas (se habla de una ventaja de 5 a 1), cayeron en la trampa y atacaron de inmediato y en completo desorden. La superioridad táctica de los romanos hizo el resto. Una primera ráfaga de entre 6.000 y 7.000 lanzas cayó sobre los cuerpos carentes de armadura de los britanos, haciendo estragos. Una segunda ráfaga no tardó en seguir a la primera. A partir de ahí formación cerrada en forma de cuña y lento avance gladius en mano; los britanos se encontraban para entonces tan apelotonados que apenas tenían espacio para blandir sus largas espadas. Se produjo una auténtica masacre.

Para mayor desgracia de los britanos, los carros y carretas que habían usado para transportar a sus familias al campo de batalla (tan convencidos estaban de la victoria) formaban ahora una suerte de muro que evitaba la huída y les dejaba a completa merced de los romanos. Y estos no fueron misericordiosos: mataron soldados, mujeres y niños. No dejaron con vida ni tan siquiera a los caballos.

Se dice que, ante tan aciago desenlace, Boudica prefirió quitarse la vida con veneno antes que caer, de nuevo, en manos de los romanos. Triste e injusto destino para la mujer que había conseguido unir a la mayoría de tribus indígenas frente al invasor romano.

 


NOTAS 

[1] Dión Casio (LXII.2.4) utiliza el término griego ξανθοτάτην, superlativo femenino de ξανθός (literalmente “amarillo”, o “rubio”). Para la cita completa que aparece al principio del artículo he utilizado la traducción de Antonio Diego Duarte Sánchez, que me parece acertada a pesar de no ser directa (griego-inglés-castellano).

[2] En esa época no era habitual en Britania que los fuertes estuviesen custodiados por una legión completa. Hablamos probablemente de unas 3 cohortes.

[3] La denominación de la batalla es anacrónica y probablemente especulativa. Lo cierto es que, a falta de pruebas arqueológicas, aún desconocemos la localización precisa.

 


BIBLIOGRAFÍA

FUENTES CLÁSICAS

  • Dión Casio: Historia de Roma LXII
  • Tácito: Anales XIV.31-37

MONOGRAFÍAS

  • Fields, Nic (2011): Boudicca’s Rebellion AD 60–61. Oxford: 2011
  • Webster, Graham (1978): Boudica, la reina guerrera. Barcelona: 2007

Si quieres utilizar este texto perteneciente a La Misma Historia, no olvides citarnos de la siguiente forma:

Cuesta Hernández, Alfonso: Boudica, reina de los icenos (24 de octubre de 2017) en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/boudica-reina-icenos/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

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