Es dificilísimo intentar resumir un personaje tan complejo, estudiado y que sigue trayendo tanta cola como es Cleopatra. Vamos a tratar simplemente de perfilar su recorrido como reina, y esperamos poder profundizar más en él en otra ocasión.

Fue la última reina de Egipto, pero era de origen macedonio. Su dinastía, la lágida o ptolemaica, se remonta a Alejandro Magno, concretamente a su general Ptolomeo. Su estirpe se perpetuó en el poder casi trescientos años hasta llegar a Cleopatra VII.

Su padre, Ptolomeo XII, murió cuando ella tenía diecisiete años y su hermano, el futuro faraón, doce. Su padre dispuso que se casaran como testamento y así se hizo. De esta forma, Cleopatra se convirtió en reina bajo la supervisión de Roma, aliada ya de Ptolomeo XII, ejerciendo Pompeyo como tutor.

En los siguientes años, Egipto entró en una crisis que hizo que cada vez dependiera más de Roma. Su hermana menor, Arsinoe, aprovechó la situación para intentar aspirar al trono y su hermano y esposo, rodeado de consejeros que también se oponían a ella, la obligó a exiliarse en Siria. Cleopatra reunió un ejército para recuperar el poder, pero no lo consiguió.

«Cleopatra y César», Jean-Léon Gérôme (1866)

Paralelamente, Roma estaba inmersa en la Guerra Civil. Pompeyo llegó a Egipto creyendo que sería un lugar seguro, pero Ptolomeo XIII lo asesinó pensando que, si eliminaba al enemigo de Julio César, éste les ayudaría contra Cleopatra. Pero se equivocaba. A César no le hizo nada de gracia que le regalaran la cabeza de su rival, porque había sido su amigo y no lo quería muerto. Aun así, intentó mediar entre los hermanos y los convocó en Alejandría. Cleopatra viajó de noche y en secreto, colándose en la habitación de César y convenciéndolo para que tomara partido por ella. Y la jugada le salió bien, puesto que en el reparto que hizo en calidad de testamentario, Cleopatra recuperó el reino y ambos se instalaron juntos en Alejandría.

Pero los hermanos no se conformaron. Arsinoe, Ptolomeo XIII y su consejero Plotino consiguieron sitiar la ciudad, dando comienzo una guerra que duró meses y que terminó con la muerte de Ptolomeo XIII y con Arsinoe entrando encadenada en Roma. Cleopatra tenía que volver a casarse para seguir siendo reina, y el nuevo heredero era su otro hermano menor, Ptolomeo XIV, de diez años. Con este matrimonio de conveniencia, ella y César podían seguir tranquilamente en el poder.

Pasaron juntos los tres años siguientes, durante los cuales nació su hijo Ptolomeo XV —al que popularmente se conoció como Cesarión—. Cleopatra fue a Roma en dos ocasiones, donde nunca fue bien vista. Durante la segunda visita se produjo el asesinato de Julio César, lo que la dejó sin su aliado y amante y la forzó a volver a Egipto. Una vez allí, con miedo a que a su hermano y esposo ya adolescente se le ocurriera querer gobernar, lo envenenó para colocar como heredero a su hijo y a sí misma como regente mientras su reino volvía a estar al borde del colapso económico.

«El encuentro de Marco Antonio y Cleopatra», Sir Lawrence Alma-Tadema (1885)

En este contexto, el general Marco Antonio, antiguo amigo de Julio César, quería que Cleopatra tomara partido por él en la nueva guerra que había dado comienzo. No era la intención de la reina, pero aun así viajó hasta Tarso para reunirse con él. El resultado es el ya conocido enamoramiento y la convivencia de ambos entre lujos mientras el pueblo de él luchaba y el de ella se moría de hambre. Marco Antonio volvió a Roma para casarse con Octavia, hermana de Augusto —sobrino nieto y heredero de Julio César y futuro primer emperador—, mientras Cleopatra daba a luz a dos hijos mellizos, Cleopatra Selene II y Alejandro Helios.

Marco Antonio volvió a Egipto cuatro años después y se casó con ella, lo que aumentó la mala imagen que tenía el pueblo romano de él por congraciarse con la reina egipcia —y que Augusto fomentaba—. Este nuevo conflicto culminó con la batalla naval de Accio entre Octavio y Marco Antonio, perdida por este último, y tras la que se suicidó al creer erróneamente que Cleopatra había muerto. Ella, por su parte, tuvo claro su destino como esclava tras entrevistarse con Octavio y también prefirió morir. Lo cierto es que no se sabe cómo, pero la versión más popular es la de que se dejó morder por un áspid. Su deseo era ser enterrada junto a Marco Antonio, pero la ubicación de su tumba sigue siendo un misterio en la actualidad.

«La muerte de Cleopatra», Reginald Arthur (1892)

La fama de su belleza ha sido legendaria, pero las representaciones y descripciones hablan más bien de que su gran atractivo era su carisma, acompañado de una voz seductora y muy buenos modales. También se la ha descrito como ambiciosa y muy inteligente, y la primera de su dinastía que aprendió egipcio —puesto que los lágidas se educaban al modo griego—, además de, al menos, cuatro lenguas más. Fuera su belleza o su inteligencia, su vida o su leyenda, la figura de Cleopatra sigue suscitando hoy la misma atracción que en la Antigüedad.

 


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Elías Viana, Marta: Cleopatra, la última reina de Egipto (6 de marzo de 2018), en La Misma Historia [Blog]. Recuperado en: https://lamismahistoria.es/cleopatra/ [Consulta: fecha en que hayas accedido a esta entrada]

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